Y llegó el gran día,
Bingo Schmingo! Y coincidía con el cumpleaños de mi madre, que por cierto,
estuve hablando con ella toda la semana preocupadísimo por si me olvidaba de
llamarla con todo el follón. Y ella, como es ella: “no pasa nada, Zó, tu si
estás liao a lo tuyo y yo ya me doy
por felicitada y hablaremos otro día”. Por supuesto, me acordé, pero vayamos
por partes:
La previa
Como en los partidos de fútbol, el día de antes sólo se
hablaba de Bingo Schmingo! Llevábamos vendidos a trancas y barrancas unos 80
billetes y cumplíamos justito el mínimo esperado. Además el presentador de la
gala nos había dado la semana preguntándonos constantemente detalles sobre su
papel e información sobre los juegos y actividades preparadas. Ahí nos pilló el
toro, le dimos la información demasiado tarde y poco se pudo hacer para
remediarlo.
Como anécdota curiosa, diré que el pollo en cuestión es
amigo de una de las integrantes (o miembras) del grupo, que no es la
coordinadora pero se ha pasado el semestre intentando serlo, y de ahí que
hicieran grupo para criticar el trabajo de la coordinadora (o jefa) y de la
responsable de logística.
Como soy muy diplomático, me tocó estar en el medio de la
tormenta y si bien logré mantener la amistad con ambas, no tuve tanto éxito a
la hora de acercar posturas y enterrar el hacha de guerra. Y como no fumo, ni
hablamos ya de la pipa de la paz, claro.
Durante las 48 horas previas al evento, los interesados se
multiplicaban y la lista de asistentes no paraba de crecer: el techo era 120 y
parecía factible hablar de Sold Out. Y así fue, a las 8 de la tarde, la
profesora ordenó cerrar la taquilla. La función podía comenzar.
El gran día
Pero antes, un poco de preparación. Llegamos a las tres de la
tarde a colocar la sala, en la bolera que habíamos alquilado, de todo menos
facilidades, y la peña pasando de nosotros. El caso es que
preparamos una serie de mesas y sillas que acogían a 90 personas y añadimos
algo más a los lados, hasta llegar a 100. Obviamente, a las 7 de la tarde, con
los asistentes llegando en masa, nos tocó sacar más mesas y más sillas y
preparar last minute todo lo necesario.
Saludando al personal |
Por fortuna se nos ocurrió poner en las mesas unos cubos de
Rubik como parte de la decoración (la idea del bingo era que fuese muy
ochentero) y tuvimos a la gente entretenida destrozando los cubos hasta las
ocho y media que empezó el show. Con la correspondiente media hora de retraso,
como los buenos conciertos de rocanrol.
Y empezó la fiesta, y era estresante porque teníamos que
recuperar el tiempo perdido, y el presentador era muy salao, pero un poco lento
y aquello tenía pinta de que no se iba a resolver y en el descanso decidimos
eliminar un juego y cuando regresamos no nos hizo caso y de mala manera tocó
recortar los bingos y en el último tuvimos dos ganadores y luego la rifa, que había 10 premios y aquello parecía
interminable.
Y para rematar, a la “coordinadora en la sombra” le dio por
sacarnos a todos al escenario a saludar y marcarse un discurso de
agradecimiento cuando ya estábamos 15 minutos por encima del final previsto y
la mitad de la gente ya se había marchado de sus asientos. Y tras esta
lamentable imagen, todo terminó
Pero la profe nos dijo que había estado bien, o sea, que no
suspendo!
After party
Caput, capitis, claaaro |
Tras el éxito a recoger y, si nos queda fuerza nos vamos de juerga. Venga, hecho, ¡vamos a darle vida! Total que me emociono para retirar mesas y sillas lo más rápido posible y en un clamoroso fallo de cálculo me estampo contra una puerta de cristal. Valiente imbésil.
Eso sí, aquí son de un exagerado que da miedo, llamando a la ambulancia y todo, como si esto fuera yo que sé.
Para vuestra tranquilidad, el golpe, en lugar de dejarme tonto (más de lo que estoy es imposible) me ayudó a recordar el cumpleaños de mi madre, ahí entendí por qué se dice caer en la cuenta y se acompaña con una palmadita en la frente.
Por supuesto, nada de fiesta, a casita a dormir y mañana será otro día.