martes, 26 de abril de 2022

Comentarios - Nada

Desde que estudié esta obra en el bachillerato (y por estudiar entiendo aprender de memoria autora, título, año y premio recibido sin leer una sola línea) recuerdo pensar que si hubiera una mención especial a los mejores títulos de libros, esta novela lo merecería. Tras más de 20 años por fin leo Nada y, además de disfrutar como con todo lo que he leído hasta ahora de Carmen Laforet, me doy cuenta de que "nada" da para mucho.

Uno de los mejores arranques de la literatura española del siglo XX, marca el tono oscuro y desamparado de la novela así como a su principal protagonista: la ciudad.

Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado, y no me esperaba nadie.

Este situar el espacio, sea una pequeña localidad costera o una gran ciudad, como personaje central de de la obra, así como la elección de la narradora en primera persona, se repetirán a lo largo de toda la producción de Laforet (por lo menos de la que me he leído) y toda una demostración de estilo que atrapa desde el primer párrafo. Un Barcelona que es reflejo de la adolescencia de su protagonista: llena de miserias y secretos, de peligros y emociones fuertes:

... comprendo que es necesario que vayas y vengas de la Universidad..., pero de eso a andar por ahí suelta como un perro vagabundo... Cuando estés sola en el mundo haz lo que quieras. Pero ahora tienes una familia, un hogar y un nombre. Ya sabía yo que tu prima del pueblo no podía haberte inculcado buenos hábitos.

Por último, la circularidad (o espiralidad) de la historia se muestra en las tres partes en las que está dividida la novela y tan importante es el arranque como el cierre de cada una de las partes. Por no avanzar, nos quedamos con el final de la primera parte, que no por casualidad se desarrolla en el mismo andén al que llega la protagonista, Andrea, pero en este caso con la marcha de su tía Angustias:

El tren empezó a alejarse y Angustias se santiguó y se tapó los oídos, porque la voz de Juan se levantaba sobre todo el andén.
(...)
La gente empezó a reírse y a seguirle hasta la punta del andén, donde, cuando el tren se había marchado, seguía gritando. Le corrían las lágrimas por las mejillas y se reía, satisfecho. La vuelta a casa fue una calamidad.