viernes, 28 de junio de 2013

De los marchosos objetos inanimados

Si al final lo mio va a ser la escritura… (iba a decir la literatura, pero eso es ya pretender demasiado, supongo). Me contactaron de la Asociacion de estudiantes, los mismos que me han ofrecido el trabajo de mapear el campus para la app de Iphone, por si me apetecia escribir un articulo en la revista trimestral que editan y como os estareis imaginando, no les iba a decir que no.
Me dejaron elegir tema, asi que escogi la recension o, mejor dicho, la presentacion de un libro de algun escritor de habla hispana que tengan en la biblioteca. (Claro, ya esta, lo mio va a ser la escritura sobre la literatura).

Pero no voy a hablar de esto hoy, solo queria mencionarlo para que no se me olvide contaroslo, asi que paso al tema que nos ocupa, que ya va tocando. 
El martes pasado subi a la torre Westfield, mas conocida como el Ojo de Sydney (Sydney Eye Tower). Subi por el morro porque Hannah, la conductora de primera que nos lleva de excursion, trabaja alli y, ya antes de llegar, pensaba para mis adentros “ya tengo tema para el blog de esta semana”. Una vez alli, me puse a hacer fotos como un loco, pero como soy poco precavido, me lleve la tablet (o el tablet) en vez de la camara buena. Y como le paso a Gorbachov en Rusia, “al principio bien, pero luego regular”.



Darling Harbour y alrededores hacia las 6 de la tarde
Hice grandes fotos de Sydney desde lo alto por la tarde noche, pero sacarme un retrato con la ciudad de fondo parecia una mision imposible: si la foto es con flash yo salgo pero la ciudad no y si la foto es sin flash se ve la ciudad iluminada pero yo me quedo oscuro (culpa del mirador, que no tiene luz apenas, para que no moleste el reflejo del cristal.
Cuando, vencido y desolado, caminaba hacia el ascensor para emprender el descenso a la cotidiana realidad de la ciudad, un fogonazo de luz ilumino mi mente (y nunca mejor dicho, porque se trataba de la linterna de mi movil).

Para los que lo conocen, mis disculpas, porque con este tema soy muy pesado, pero es que tengo un movil de ultima generacion que riete tu del Hayfon, del Hachetece y de todos los demas. Es un nokia que me agencie en Bruselas alla por 2008 (pero ya era un modelo antiguo) y que ha visto mas mundo que la maleta de Willy Fogg.
No iba a glosar las loas de mi movil, pero lo voy a hacer: la bateria dura varios dias, no horas, la alarma suena aunque tengas el movil apagado, se me ha caido 10000 veces y aun funciona, la linterna me salvo la vida en varias ocasiones (y no solo a mi) cuando fui a Camerun y ademas de todo eso llama y manda mensajes. Una joya.
Pues bien, se me ocurrio que podia utilizar la magica a la par que desagradable luz de la linterna de mi movil para iluminarme a mi mismo (es por eglio, oglie) y asi conseguir salir en la foto y mantener la vista de la ciudad detras.
Claroscuro #fotosquenovienenacuento
Lo mejor de todo esto no es la foto, ni el recuerdo que te genera cuando la miras, lo mejor fue que una pareja de japoneses cuarentones se puso a hacer exactamente lo mismo en el ventanal de al lado. Para los que dicen que no estoy a la moda, ahi me teneis, creando tendencia.

Nota para los criticos: la ausencia de acentos no es una eleccion garciamarqueziana, es que estoy en la biblioteca y el teclado ingles no tiene mas tilde que e’sta.


viernes, 21 de junio de 2013

De las vacaciones y otros problemas horarios

La semana pasada terminé el curso, pero entre el trabajo, el voluntariado en el festival de cine y que se marchaba mi vecino a Perth, hasta el lunes no tuve tiempo para pararme a observar lo que se avecina. Y evidentemente el lunes no hice nada, ni siquiera observar.
Me estoy aficionando a los mapas
Después de haber perdido un día a lo tonto (que hay que ver lo que se agradece, oye) me entraron los nervios: tener un horario ayuda a organizarse (nunca pensé que lo diría, con lo que yo he sido) y tener vacaciones con obligaciones sueltas (que si trabaja, que si renueva el visado…) es muy complicado.
Solución: irse de vacaciones de verdad. El plan, un esbozo: alquilar una caravana y conducir hacia el norte, pararnos donde nos apetezca y, como mucho, subir hasta Brisbane, que está a 10 o 12 horas de Sydney.
Para llevar seis meses estudiando eventos, no he aplicado mucho los conocimientos adquiridos, es más, diría que la ley de Murphy es el lema que mejor se adapta a este concepto de vacaciones: si algo puede salir mal, saldrá mal.
Empezando por el tiempo, que le ha dado ahora a Australia (y en particular a Sydney) por enfriarse como si estuviéramos en invierno, ¡qué cosas! Resulta que nos íbamos con la idea de descubrir las mejores playas de la costa Este y me temo que nos tocará verlas con anorak.
Siguiendo por la caravana, que es una gran idea (3 en 1: casa, coche y comida) si te puedes duchar, pero con el frío que hace no creo que utilice esas célebres duchas públicas que dicen que hay en las estaciones de servicio y que mi vecino (el que se ha ido a Perth) se ha encargado de describir como el modo más seguro de ver serpientes en libertad.
Lo que nos creemos que nos espera
Y terminando por el carnet de conducir, que evidentemente no metí en la maleta (¡para qué, si total no voy a conducir en Sydney, que van todos por el lado contrario!) y deja a Hannah, mi excompi de piso como única conductora. Se podría pensar positivamente que por lo menos es inglesa, pero, casualidades de la vida, se sacó el carnet en Alemania con lo cual tampoco tiene la ventaja de conducir por la izquierda.
Para rematar, ayer, antes de publicar este post, me escribieron de la asociación de estudiantes que si quería participar en un seminario de estudiantes internacionales que se celebrará del 8 al 10 de julio. Me lo he pensado, pero ximo me ha terminado de convencer, porque poniendo en la balanza 8 días de vacaciones desorganizadas contra 3 de aburrido seminario no hay color.

Cocina hispano-bengalí

En agradecimiento, le dedico esta foto (a ximo y a quienes, como él, no tienen facebook y no han visto todavía esa obra maestra de la cocina que fue la paella que nos marcamos para despedir a mi vecino, el mismo que se fue a Perth y nos contó lo de las serpientes en las duchas públicas.

viernes, 14 de junio de 2013

A lo loco, a lo loco...

... hay que ver como vive Zosimito.
Me imagino que es lo que pasa cuando uno llega a un sitio nuevo, no tiene nada que hacer, siempre piensa que tiene tiempo libre para todo y al cabo de unos meses se da cuenta de que ha creado una serie de vinculos y tejido una tupida red de contactos que mantener se torna una empresa titanica.


Dejo los rollos y voy al tema. Tengo la sensacion de estar viviendo 3 o 4 vidas a la vez, un poco como le pasaba en Torino a mi compi de curro Andrea: estas dos o tres ultimas semanas han sido freneticas, con el curso aun por terminar (sabre los resultados pronto, pero vamos, esta todo aprobado con nota), los dos trabajos empezados (el de camarero con mucho estres y muchas horas porque habia un festival de luz y color al lado de la Opera y la gente venia a comer y cenar sin parar), el voluntariado en el festival de cine de Sydney (con sus correspondientes invitaciones para ver pelis gratis) mudarme de casa (para ahorrarme los dineros y los disgustos que me daba el casero) y el intento de no olvidarme de tomar nota de todo para el blog.

La foto de las 4 de la tarde
El curso acabo el miercoles, aunque me queda ir a clase el miercoles que viene a ver resultados y demas, y para celebrarlo, a una de mis compis de clase le dio por preparar gelatina con alcohol. Graciosamente confeccionada en vasos de chupito de plastico, asi se presento en clase y despues del ultimo examen empezo la fiesta. Estamos hablando de las 2 de la tarde. Bien, en la foto eran apenas las 4, yo me tuve que ir a las 5 porque hacia de voluntario en el festival de cine, pero ahi seguian todavia bebiendo.
Puede sonar normal, bebian a gran velocidad, pero eso tambien se hace en el pueblo, por ejemplo. Lo que no es normal es la forma que tienen de beber: mezclarlo todo, lo barato con lo caro, alcohol duro con cerveza ycon  la gelatina esa (que debia saber a rayos a juzgar por sus caras...).
En fin, que lo pasamos bien y que nos volveremos a ver el mes que viene.

La terracita donde trabajo
El trabajo de editor de la App (me ocupo de mapear el instituto para que los recien llegados no se pierdan) es muy relajado o yo por lo menos me lo tomo asi... Quiza deberia darle un poco mas de vidilla.
En cambio, los horarios del trabajo de camarero son una odisea porque compatibilizarlo con el voluntariado y las clases es casi imposible, asi que a los jefes no les doy mas que problemas a la hora de cuadrarlo todo. Ya le voy cogiendo el aire a la terraza (ahora que es invierno) y espero darle aun por un tiempo, aunque he descubierto el trabajo que quiero hacer:quiero cortar los tickets en el cine. No es ni siquiera venderlos, ni tampoco hacer de acomodador. Se coloca uno a la entrada del cine, le dan el ticket, lo rompe por la mitad y le indica a la persona en cuestion la sala a la que tiene que ir. Pues vaya mierda de trabajo, pensareis, y no os quito razon, pero cuando le pregunto al chaval que esta trabajando alli que cuanto cobra y me dice que la hora a 21 euros, entonces es cuando alucino.
Y yo que pensaba que de camarero se cobraba bien...


sábado, 8 de junio de 2013

Aquí se come muy bien


Echaba ya uno de menos volver a esos post primigenios que crearon mi estilo, esos post llenos de homenajes velados (como el del título de éste) o directos (como la mención directa de que el título es un homenaje velado, no sé si me explico).
Una de las cosas que más preocupa a la familia de cualquiera cuando uno se va a vivir solo al extranjero es la comida. “Tú estás más delgado, ¿seguro que comes bien?”, “¿Tienes dinero? No me vayas a pasar hambre…”
Paaanes
Creo que ya quedó claro que como, de lo que quiero hablar aquí es de mi pasión por la cocina: el otro día con mi compi de piso, estuvimos haciendo pan, y me di cuenta entonces de que soy un Arguiñano de la vida. Si me dejaran solo en una isla desierta (con cocina y despensa, claro, que una cosa es ser cocinilla y otra Cocodrilo Dundee) podría sobrevivir sin problemas y ni siquiera comería todos los días la célebre “pasta all’estudiante” (pasta con atún y tomate frito).
Todo empezó con 8 o 10 años, con el famoso bizcocho de limón que tanto revuelo causaba en casa (porque cada vez que lo queríamos hacer había que buscar la receta, que estaba apuntada a mano y corregida a base de ensayo-error de la que venía con el libro de la Thermomix), aunque creo que nunca me he atrevido a hacerlo yo solo.
La mejor experiencia de superviviente sería el interraíl, y nuestro descubrimiento generacional de las latas con ketchup, que me haría, al cabo de los años, reflexionar sobre sus posibles variantes, aplicando la mezcla explosiva de guisantes, atún y tomate triturado para crear un excelente relleno de empanadas u hojaldres que también se deja comer bien acompañado del inolvidable pan bimbo.
Del helado de queso, ¡qué decir! Me pondré mi mejor atuendo del Siglo de Oro para afirmar que quien lo probó lo sabe (y fue mucha gente porque se vendía como churros). Y también en Baños, aprendí los secretos pasteleros del abuelo, caramelo, bizcocho, tartas, profiteroles y merengues.
Luego por supuesto me apliqué a la pasta all’uovo, tanto en Turín como en Bruselas, y reconozco que no se nos daba mal, aparte algún que otro agnolotto vacío o apelotonado y de la baja productividad (hasta 8 personas éramos en Bruselas para hacer apenas una porción de pasta rellena por cabeza.
Me dejaré muchas cosas en el tintero, pero recuerdo, y aún aquí lo hago, el batido de aguacate que descubrí en Tetuán y que tanto éxito tiene allá donde se importa (en Sydney juego con ventaja, porque dos de los vecinos franceses son de origen marroquí).
Aún no me he lanzado con la paella, pero eso es porque temo el resultado, que el listón familiar está muy alto cuando hablamos de arroces. Sin embargo el risotto no tiene secretos para mi (y no los tendrá para ninguno si le añadís queso, ese es el truco).
Menos mal que este post lo he escrito a medias por la mañana, después del desayuno, y por la noche, después de la cena, que si no me entraría un hambre de esas que te hacen ver turbio.

Sé que debería hablar del trabajo, de la mudanza, del fin del semestre y de los exámenes, pero no hay prisa, tengo aún muchas semanas, y de vez en cuando le gusta a uno darse el gustazo de cambiar de tema.