martes, 27 de diciembre de 2022

Comentarios - Buena suerte

 Cuarta y, por el momento, última novela de Nickolas Butler, en la que se despega de su personaje  común en las tres anteriores: Wisconsin. En esta ocasión, Butler viaja hacia el oeste como ya hicieron tantos (y tantas) buscavidas en la época de la fiebre del oro. Y no sé si por casualidad o destino, precisamente sobre ello trata esta novela que ya nos da una pista en su título.

 La obra se entromete en la vida de Gretchen, una abogada de éxito de California que está construyendo una mansión en un recóndito y extenso a partes iguales, terreno en el estado de Wyoming, a las afueras de un pequeño pueblo llamado Jackson. Allí Gretchen ha convocado a la constructora True Triangle Construction, una modesta empresa de reformas bajo la que se esconde la amistad de tres hombres.

Aquella era la casa que había de cambiar su suerte para siempre. Podían presentirlo. En cuanto Cole tomó el desvío de la carretera principal y, tras cruzar la portilla abierta de una cerca de ganado, comenzaron a ascender en dirección norte por el polvoriento camino del cañón, todos pudieron percibirlo: dinero. Era una suerte de vibración en el aire límpido de la montaña, algo que flotaba en él como una promesa, como una expectativa que resecaba la boca y erizaba la piel a medida que avanzaban en la camioneta. Casi podían tocarlo en el viento que mecía las últinas hojas del verano y acariciaba la hierba de los campos que ya amarilleaban mientras sonreían a las aguas moteadas del río que corría más abajo.

En su cuarta novela, Butler vuelve a las historias de amigos y sigue con su idea de varios protagonistas masculinos, trabajada ya en Canciones de amor a quemarropa y El corazón de los hombres. Un rasgo de su estilo que, junto con la pasión por la naturaleza sea tal vez la principal seña de identidad del autor. Por cierto, tal es su amor por la fauna y la flora, que en esta novela situa un halcón anidando en uno de los edificios de oficinas de California, frente al que trabaja.

Me quiero detener en esta ocasión en las descripciones de personajes masculinos de Butler, en concreto de un secundario maravilloso, el viejo Jerry:

Jerry tenía unos 50 años, una panza voluminosa y afición por los collares de oro, los anillos de meñique y las mascotas exóticas. Era una reliquia de los años 80 y su forma de vestir parecía inspirada en las películas de Michael Douglas de aquella época. Llevaba una barbita de dos días meticulosamente recortada y un solitario pendiente de diamante. Aunque hacía tiempo que su cabello se batía claramente en retirada, en un acto de protesta se había dejado largo el poco pelo que le quedaba y lo llevaba recogido en una cola de caballo bastante desesperada y de aspecto humedecido -o tan pringosa de algún producto que parecía mojada-.  Llevaba siempre vaqueros lavados a la piedra sujetos con cinturones trenzados y calzaba mocasines, excepto durante el invierno, época en la que los sustituía por unas botas de la marca UGG de tamaño siempre exagerado.

El nivel de detalle con que, en pocas líneas, dibuja a sus personajes, nos habla de un poeta encariñado con el pasado, pero no el tipo de persona para el que el pasado es glorioso y, por supuesto, mejor que el presente. Es más un evocador de sensaciones pasadas. Como si necesitara, en estos tiempos de celeridad sin fundamento, recordarnos que pasaron cosas importantes, y que tal vez sea bueno parar, echar la vista hacia atrás y repasar la historia antes de seguir avanzando.

Aunque, claro, no todos los días se levanta alguien con la buena suerte de su lado... ¿o sí?


lunes, 19 de diciembre de 2022

Comentarios - Relatos con dos orillas

Con gran alegría recibimos el libro de relatos de nuestro querido amigo Oscar Battistón, compañero de activismo y de ricas conversaciones literarias y filosóficas. Por todo ello, agarré estos relatos con muchas ganas y tremenda curiosidad.

Tengo que reconocer una parte de sorpresa, pues el universo narrativo de estos relatos está tremendamente conectado y, además, por una voz poética muy propia del autor. Ahí menos sorprendido, pues sí es perfectamente reconocible el narrador detrás de las historias.

Ya en su primer relato: Mis orillas, que es una interesante introducción/autoficción, marca el tono introspectivo característico de la novela psicológica que acompaña a los textos, fundiéndose con tintes reivindicativos, costumbristas y líricos:

Pareciera que de un tiempo a esta parte el mundo se hubiese encogido. Que ya no hay "aquí" ni "allí". Que ningún lugar queda demasiado lejos como para que le crezcan confines o especificidades. Que asistimos a una extinción de las diferencias, un genocidio de los matices. Tal vez, callados inventos de la globalización.
(...)
Otras veces, uno mismo es el mundo a su alcance. Pero el tiempo y las circunstancias también existen. Y uno se descubre habitado por varios yoes. Desde el niño que soñaba al hombre que pensaba ser hasta el hombre que extraña al niño que fue. Desde el cobarde abochornado al valiente que al menos lo intenta.

Hay en este libro de relatos, publicado por Ediciones El Drago, un conjunto de historias contadas en primera persona, con un lenguaje directo y combativo, pero también nostálgico y evocador. Son la gran mayoría y es difícil señalar preferencias por la variedad de matices: el humor ácido de Justicia poética, la nostalgia familiar de El último viaje o la arenga de Abrir los ojos. Y luego están los pocos relatos en tercera persona, con narrador omnisciente.

Puede que estos tres relatos, La infancia en la Villa, Las listas del portero o La lentitud de los finales, me hayan llamado la atención en mayor medida. No hay un motivo particular, pues todos ellos se balancean entre esas dos orillas que reclama Oscar desde la emoción íntima al dolor social pasando por una de las constantes de este mundo globalizado, las dificultades de la comunicación interpersonal, las verdades calladas o no intuidas.

Para cerrar, he elegido el primer párrafo de Las listas del portero, quizá el relato menos circunscrito a la geografía, pues sucede en un edificio que bien podría estar en Argentina, tanto como en España:

La bolsa de basura se estampó contra el piso del patio interior, desparramando sus mierdas e impudicias. Como un inmenso estómago enfermo explotado. Como hojas de un libro obsceno descubriendo los secretos del vecindario. Restos malolientes de comida, saquitos de infusiones rotos, algún pañal de bebé y compresas femeninas usadas que, por suerte, no escaparon de la precaria envoltura en que habían sido puestas. Y todo encharcado en un jugo viscoso, fétido, en el que se juntaban todas las esencias de la descomposición. Fue un antes y un después. ¡Hasta aquí podíamos llegar!

Claro que no todo es ligereza y humor. Relatos como La banalidad del mal son una sacudida de realidad, testimonio crudo de un pasado y una memoria que  nos gustaría fijar contra el olvido, pero de la que nadie parece estar a favor.

Una colección de relatos muy recomendable, que se lee tan rápido como despacio se recomienda digerir. Y adecuado para cualquier época del año. ¡Enhorabuena, Oscar!


viernes, 16 de diciembre de 2022

Comentarios - Algo en lo que creer

 El niño rio al pasar sus suaves manitas por la frente fruncida del abuelo, tocando sus cejas encanecidas, sus párpados y sus pestañas. Luego le colocó la venda justo por encima de la nariz y de las orejas y echó a correr por el cementerio soleado, buscando un escondite.
- Cuenta hasta veinte, abuelo -gritó el pequeño.
- Misisipi uno... Misisipi dos... Misisipi tres -contó en alto el abuelo, sin prisa, paciente como un polvoriento reloj de pared abandonado en la esquina de un comedor.

Con este entrañable y tétrico arranque nos sumergimos en la tercera novela de Nickolas Butler, con la que culmina su trilogía de Wisconsin. En esta ocasión deja a un lado lo imaginario para inspirarse en hechos reales, aunque la historia sucediera en Weston y el autor la desplace a Eau Claire, un par de horas hacia el oeste.

 

Al igual que en El corazón de los hombres y Canciones de amor a quemarropa, el protagonista principal es un hombre, el viejo Lyle Hovde, un recién jubilado que aún hace algunos trabajos en el campo y sobre todo se dedica a su nieto (el mismo que al principio le coloca la venda en los ojos).

Es quizá en esta obra donde más claramente hay un protagonista, siendo las anteriores algo más corales, Es curiosa la evolución de la voz narradora de sus novelas, cambiante en Canciones, omnisciente aunque partiendo del punto de vista en El corazón y clásica (tercera persona con protagonista definido) en esta. Me aventuro a suponer que basarlo en hechos reales casi le obliga a adoptar ese lugar, o al menos haga que el autor se sienta más cómodo ahí.

Lyle lo miró atentamente. Lo observó mientras él contemplaba desde allí, de pie, las filas de feligreses. (...) Lyle buscó con la mirada a Shiloh, situada un poco más adelante en el pasillo. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa que Lyle no recordaba haber visto en meses, años tal vez. (...)
Fue en ese momento cuando se le vino la palabra a la cabeza: rebaño. Los gansos también formaban rebaños: bandadas. Y los patos. Pero los gansos y los patos también podían arruinar sin remisión el césped de un parque con su incesante producción de excrementos. La ocurrencia estuvo a punto de hacerle reír, pero se contuvo y trató de mantener la seriedad estudiando a los parroquianos.

La historia de Lyle y de su hija adoptiva Shiloh es la de tanta gente que necesita (o cree necesitar) algo en lo que creer. Un argumento, el de la fe, que mueve montañas, con todo lo que implica, de heroico y de peligroso. Así pues, la novela se acerca a los límites de la fe. Esos que quizá ahora estén tan difuminados con las así denominadas "seudociencias". 

O puede que sea al contrario, y la novela hable de los límites del pensamiento científico frente a la amplitud y calado de discursos negacionistas (recordemos que no han pasado tres años desde que cierta "eminencia" política norteamericana negara las letales consecuencias del COVID.

En cualquier caso, tener algo en lo que creer parece necesario para el autor, que se pregunta más bien por lo que sucede en caso de conflicto entre dos creencias contrapuestas. Ahí, y por supuesto en toda la ambientación, como siempre rodeada de detalles de la naturaleza, descansa la fuerza de esta historia.

A propósito, los capítulos se dividen por estaciones, comenzando en primavera, lo que nos permite conocer las principales características meteorológicas de Eau Claire y seguir el ciclo de la vida a través del cuidado de los manzanos de un matrimonio que aún contrata a Lyle para trabajar en la finca.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Comentarios - El corazón de los hombres

 Este año lo voy a despedir con Nickolas Butler, un gran descubrimiento que, por supuesto, me hizo mi tía al dejarme su primera novela Canciones de amor a quemarropa. A raíz de comentar con ella la calidad del relato y la humanidad de sus personajes, me advirtió que tenía todo lo que había escrito y ya me lo dejaría.

Así, me veo comentando ahora su segunda novela, El corazón de los hombres, en la que nuevamente nos lleva a Eau Claire y los alrededores de Wisconsin para trazar una historia de tres generaciones de hombres cuyo punto de conexión es un campamento de boy scouts. Así arranca:

Al Corneta no le hace falta despertador. En la cerrada oscuridad de moho y lona, sus manitas buscan a tientas las cerillas, raspan la punta sulfurosa de una contra la caja, la cerilla prende y arde, y, por fin, el farol, con su dorada luz de queroseno, la mecha, que quema como un pulmón ardiente. Bosteza: se quita el sueño de los ojos a restregones. Con esta luz nueva busca las gafas y las encuentra, y ahora distingue los detalles de la tienda, sus sombras, sus cosas. Un búho ulula desde la copa de un arce cercano mientras el chico abre los faldones de la tienda y se estremece en el frío que precede al alba.

De esta manera nos presenta al que será uno de los protagonistas de esta historia, Nelson Doughty, un joven scout sin amigos en la primera parte (1962), heredero del campamento scout en la segunda (1996) y tercera (2019) partes. Acompañando a Nelson está la familia Quick en sus diferentes generaciones: Jonathan, compañero y prácticamente coetáneo de Nelson, su hijo Trevor y su nieto Thomas. La mujer de Trevor, Rachel, aparece en la tercera parte, siendo el único personaje femenino en un campamento scout (y en una historia, como ya el título propio indica, de hombres).

Al igual que Canciones..., este relato reflexiona sobre la amistad y sus valores, los mimbres en que está construida según el pensamiento dominante: la lealtad, la guerra, la heroicidad, el respeto... pero también, y especialmente en el caso de los hombres, la camaradería y la relación de poder sobre las mujeres. Hay momentos verdaderamente desagradables y algunos malabarismos de cuestionamiento/aceptación del sistema como por ejemplo aquí:

El chico hace un ademán decidido con la cabeza y dice:
- Esto es una puta mierda.
-Bueno, tú lo único que puedes hacer es tratar de ser un hombre mejor. Los momentos como este los aceptas y aprendes de ellos. Piensas: "No quiero ser un padre así. No quiero ser un marido así". Y guardas eso en tu interior, como un recuerdo, pero también como algo más grande. Un código.
Trevor tiene la vista clavada en la piscina.

Además de ello, también resalta, y el autor goza situando la acción en el campo, el amplio conocimiento y el amor por la naturaleza de Butler. Especialmente por las aves. Ya hemos visto un búho en las primeras líneas de la novela y a lo largo de toda ella veremos somormujos en el lago, cuervos, águilas, halcones... Toda una lección de ornitología en unos parajes descritos con el mimo y el cariño de alguien que los ha vivido y los disfruta.


jueves, 24 de noviembre de 2022

Comentarios - La democracia profunda de los foros abiertos

Con un ambicioso subtítulo, Pasos prácticos para la prevención y resolución de conflictos familiares, laborales y mundiales, el Dr. Mindell comparte experiencias y herramientas de guía para la realización de Foros Abiertos.

Es un manual denso y algo árido, pero está salpicado de vivencias personales del autor que son bastante interesantes e iluminadoras. Comparto una que me ha gustado y con la que aprovecha para hablar de los medios de comunicación y el posible cambio de paradigma que propone desde la mirada del trabajo de procesos:

Ningún relato es absoluto e inmutable. Ningún relato es "objetivo", siempre incluye a las entrevistadoras. Así que, deja que entren. Esto es lo que ocurrió durante las entrevistas después del foro en esa ciudad:
Entrevistadora del periódico principal de la ciudad: ¿Dr Mindell, por qué invitó a un neonazi y cuál es su formación y experiencia en ese ámbito.
Arny: Usted parece una mujer de la corriente dominante, ¿puede decirme cuál es su origen étnico, por favor?
Entrevistadora: ¿Por qué me pregunta algo así?
Arny: Usted me acaba de preguntar algo parecido, y a mí me gustaría saber con quién estoy hablando. Por favor, cuénteme de dónde viene y quién es. El público necesita saber tanto de usted como de lo que ocurrió aquí esta noche. Después de todo, ambos somos roles del campo.
La entrevistadora apagó la grabadora y procedió a contarme una historia conmovedora sobre sí misma. Me contó que estaba extremadamente interesada en temas de diversidad debido a su orientación sexual. Se lo agradecí y le dije que invitar a un neonazi era como invitar a una persona abiertamente homófoba. Expliqué que no escuchar a grupos extremistas, sólo los fortalecía y los volvía más impredecibles y peligrosos fuera del Foro Abierto. Ese fue el motivo por el que invitamos a los neonazis a venir.
En lugar de polarizar, publicó un maravilloso artículo sobre ese foro, abarcando una buena parte de la verdad, al incluir diálogos entre las diferentes partes del foro. No dijo mucho sobre sí misma, pero fue lo más justa posible hacia ambos bandos. Mucha gente se hace periodista por su interés en el cambio social. No dejemos que éstos sean fantasmas invisibles.

Un par de curiosidades:

El autor utiliza el femenino como genérico y la nota de traducción nos cuenta que eligen el masculino para el singular y el femenino para el plural. De ahí que en este extracto, por ejemplo, las entrevistadoras se refiera tanto a hombres como a mujeres.

Como buen manual, cada uno de los capítulos cierra con una lista numerada de claves a modo de resumen y, por si esto fuera poco, añade un capítulo final a modo de epílogo en el que sintetiza las ideas del libro. Pero claro, es difícil entender el último capítulo sin leer los anteriores.

viernes, 18 de noviembre de 2022

Comentarios - Aquellos años del Boom

Este delicioso ensayo lo tenía pendiente desde hace varios años y por fin el momento oportuno y yo nos encontramos. Fue un regalo de cumpleaños de un compi del cole, de esos que ya deben estar hartos de escuchar la historia de que mi nombre sale de Cien años de soledad y que, claro, hizo la asociación de ideas directa con este ensayo, que precisamente se refiere a esa explosión de la novela latinoamericana en la que la obra de García Márquez es clave.

Su autor, el periodista de La Vanguardia, Xavi Ayén, realiza una investigación profunda y cuidada con testimonios directos de las personas implicadas, desde Vargas Llosa o García Márquez a la "superagente" Carmen Balcells, pasando por toda una serie de personajes "secundarios" que protagonizan  algunos momentos históricos y otros tremendamente íntimos.

Cualquiera que lo lea reconocerá un cierto grado de cotilleo o de chascarrillo que se equilibra con la densidad de información editorial, por momentos árida. Yo prefiero compartir algunas partes de ese cotilleo, más entretenido para quien, como yo, no se apasiona por las grandes cifras. Por ejemplo el litigio entre Vargas Llosa y su primera mujer, que era su tía política.

"La Tía Julia y el escribidor", en cualquier caso, es una de las obras más atractivas de Vargas Llosa. Junto a la historia real, ficcionalizada, de su romance y del ambiente en los estudios de radio donde el personaje de Mario trabaja y donde se graban las telenovelas, se narran -como en una realidad paralela- las historias radiadas, obra de Pedro Camacho, un desaforado libretista boliviano que, además, hace de actor en las mismas.
La réplica de la tía Julia, "Lo que Varguitas no dijo", muestra a una esposa-autora atormentada por los celos. El enfado cuando se publicó el libro de Urquidi, lo condujo a arrebatarle los derechos de "La ciudad y los perros".

Es un hecho constatable (y de aquellos años 60 y 70 no hace mucho) la escasa presencia de mujeres en el boom y el foco del autor en las figuras de Vargas Llosa y García Márquez, quizá porque sus dos grandes logros son las entrevistas que con ellos realiza y por el hecho de haber obtenido ambos el Premio Nobel. Pero démosle también su justo mérito al sistema patriarcal, o al menos introduzcamos la pregunta.

Sí que tiene una enorme presencia a lo largo de todo el ensayo la figura de Carmen Balcells, agente de la mayoría de escritores del boom. Una presencia que no hace más feminista la historia, pues se la define como una "mamá grande" parafraseando la obra de García Márquez:

Cuando me puse a trabajar en este libro tuve claro que hasta que no accediera a Balcells la cosmogonía de personajes y autores del boom iba a quedar incompleta. A los pocos minutos de escucharla comprendí a  aquiel bregado editor que, un día tras casi haber arruinado a su editorial pagando un millonario anticipo por uno de sus autores me justificó su acción con estas palabras: "¡Es que lo hace tan bien! Llega un momento en que no puedes negarle lo que pide...". A pesar de acudir prevenido ante sus cantos de sirena, admito que, en mi labor de estrevistador, experimenté momentos de arrobo ante su generosa disponibilidad y su arrolladora y magnética personalidad.
Balcells admitía, aunuqe harta de la metáfora, lo que tenía de madre con sus chiquillos autores...

Tampoco es ajeno el autor a la época y el posicionamiento ideológico de la mayoría de autores: años 60 y 70, Barcelona predemocrática, terreno de juegos de la gauche divine con sus juergas en Bocaccio, pero también años de revoluciones americanas y feroces dictaduras, ante los que esta generación de escritores comenzará significarse, sobre todo con el polémico caso de Cuba. Al principio con alegre favoritismo y posteriormente con insalvables resquebrajamientos:

Se produjo un realineamiento político. En palabras de Vargas Llosa: "Ser forman tres grupos, los que se quiedaron con Cuba, los que rompieron y los que permanecieron en el limbo". Del lado castrista se alinearon Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, y entre los disidentes figuraban Varrgas Llosa y el español Juan Goytisolo, mientras que Carlos Fuentes mantuvo una acittid ambigua. Para Donoso, frente a la Revolución cubana, "hay una variedad de actitudes desde mi propia  y congénita tibieza política hasta el compromiso total de Carlos Fuentes y más tarde, el de Vargas Llosa". En cualquier caso, dice Donoso en 1982, los nombres verdaderamente grandes de la literatura cubana son hoy (...) claramente disidentes y todos viven en el exilio.

Por supuesto se aborda la gran disputa entre García Márquez y Vargas Llosa, la importancia de la editorial Seix-Barral, el magnetismo que sobre estos escritores ejercen ciudades como Barcelona, París o Nueva York y la recomendación de todo un universo de novelas y cuentos (con alguna que otra poesía) tan real y tan mágico como el inexplicable boom.



sábado, 12 de noviembre de 2022

De lo sagrado

¿Qué es lo sagrado? Cada quién tendrá su idea: Dios, la Constitución, comer paella los domingos o las vacaciones. Y cierre la lista un largo etcétera. ¿Adónde quiero ir a parar? (siempre me gustó la voluntad de moverse para llegar a la quietud) Pues a una serie de acciones que están gozando de cierta visibilidad (o más bien viralidad) y que están relacionadas con la profanación de algo muy sagrado desde el Siglo de las Luces: los museos.

Pensaba dar un rodeo muy largo, pero en la cronología ya hay información suficiente. Los museos son sagrados desde hace cuatro días, como quien dice. Sin embargo, la naturaleza lo es desde mucho antes (en los propios museos se pueden encontrar pruebas de ello, como los numerosos objetos de culto a dioses del viento, la tierra, la lluvia o el sol).

Esa naturaleza que profanamos a diario en mayor (cuando construimos macroproyectos de lo que sea) o en menor medida (cuando encendemos la calefacción o el coche) no es noticia cotidiana. Nos hemos acostumbrado a vivir codo con codo con lo sagrado, a protegerlo de una minoría  transgresora con leyes y policía, pese a que un cuadro (aunque sea de Goya o de Van Gogh) nunca tomaría represalias contra quien lo profanase.

¿Qué leyes y qué policía defienden a lo que es (minoritariamente) sagrado de la mayoría?

Que me perdonen Goya o Van Gogh, si hace falta.

Un haiku

La luna llena

cuando clarea el cielo

se desvanece

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Comentarios - Como polvo en el viento

 Con la aparición de la novela gráfica se me ha ocurrido incorporar a partir de ahora la portada del libro para acompañar el texto. Seguro que ya lo habíais pensado, pero cada quién tiene su propio ritmo. El mío me ha traído aquí y ahora a hablar de nuevo de Leonardo Padura.

Esta historia de casi 700 páginas, cortesía de nuevo de mi tía y proveedora número uno de novelas, recorre las vidas de un grupo de amigos que convivían en La Habana de los 90. Se hacían llamar el Clan, tenían veintipocos años y eran gente universitaria, eso sí, de diferente procedencia social.

La novela arranca con un parrafito breve y cotidiano que señala el sendero intimista con el que Padura aborda el relato:

Adela Fitzberg escuchó el toque de trompetas que hacía de alarma para las llamadas familiares y leyó la palabra Madre en la pantalla del iPhone. Sin darse tiempo para pensar, pues la experiencia le advertía que resultaba más saludable no hacerlo, la muchacha deslizó el tembloroso auricular verde.
- ¿Loreta? -preguntó, como si pudiera ser otra persona y no su madre quien la llamaba.

 Aunque no va a ser esta una historia familiar, o un conjunto de ellas. Como gran experto que es Padura en la creación de tramas policiacas, no faltará la intriga. A ella dará pie, según se va desarrollando la introducción, la premisa de una foto antigua del Clan, la última foto en que salía completo, antes de que la mayoría escapara de Cuba. Salpicado, sin exagerar, de muertes, secretos, traiciones y huidas, el autor aprovecha para dibujar el panorama de la isla tras la caída del muro de Berlín, sin evitar las miserias de la vida en La Habana ni las inconsistencias ideológicas de los personajes más aburguesados:

Clara podía entender las motivaciones de cada uno de ellos, incluidas las posibles aspiraciones a la riqueza económica. Conocía muy bien las razones personales de Darío, empujado por su visceral necesidad de alejarse de lo que había sido. 
(...)
En cambio, la otra cara de la pregunta también la obsesionaba, a veces más, y venía a complicar sus conclusiones: ¿y por qué otros se quedaban? ¿Por qué mientras tantos se iban muchos cientos de miles permanecían? ¿Por qué Bernardo? ¿Por qué ella y otros como ella?(...) Tenía ante sí todos los colores del espectro, los visibles y los invisibles, los verdaderos y los falsos.  

Volviendo al tono íntimo, Padura aprovecha a sus personajes para hablar de las constantes vitales que siguen dominando a la humanidad, que seguimos sin comprender del todo y que buscamos o sufrimos por lo menos una vez en la vida: el amor, el miedo, las dudas, el instinto de supervivencia... Y todo ello, a veces en relación con la vida pública, el sistema político o las instituciones. Otras, en cambio, con el recurso a los afectos, a lo más genuinamente político, a lo personal. 

En este punto quizás Padura sea conservador y no arriesgue demasiado, o tal vez sea solo consecuente con una realidad vivida o experimentada en ese momento histórico, en ese espacio geográfico ¿quién sabe? De alguna manera, quiere incluir la diversidad sexual en el relato precisamente, o al menos eso me parece a mí, por su componente político:

Y ahora, al borde de los cuarenta años, después de tanto tiempo mintiéndose sola, abandonada, cansada, confundida, luego de haber dudado tanto de su sexualidad y sus reacciones eróticas, Clara por fin descubría donde menos lo habría esperado veinte, quince, diez, cinco, un año atrás, la mina dorada del amor más pleno y satisfactorio, el que se suele calificar como el amor de la vida: ese que se da y se recibe en las mismas proporciones... Dos personas que se creían vencidas y que, en la complicidad y la cercanía, descubrían que todavía podían luchar y desandar un camino.



 


miércoles, 26 de octubre de 2022

Comentarios - Verdad

 Como socio de El Salto, que por cierto os recomiendo (https://www.elsaltodiario.com/), tengo la opción de participar en los sorteos que hacen regularmente. Lo mismo te puede tocar un curso de escritura creativa que un satisfyer que, como ha sido en mi caso, una novela gráfica: Verdad, de Lorena Canottiere, ilustradora y, me atrevería a decir, poeta, que se llevó el Grand Prix Artemisia 2018 por esta obra.

Pese a no tener mucha experiencia en el terreno, quitando V de Vendetta creo que solo había leído los clásicos tebeos y cómics de la infancia y adolescencia, me provocó una gran alegría salir elegido en el sorteo. Antes de participar, había indagado un poco en la historia, ambientada en los núcleos de resistencia anarquista durante la Guerra Civil Española, uno de los focos de estudio de mi tesina/TFM y estaba deseoso de ver-leer-sentir esta novela, que empieza así:

Por sus casi 160 páginas desfilan personajes inolvidables como Verdad, la protagonista, pero también su compañero Enrique, el fantasma de su madre y en esa misma línea onírica está muy presente la vieja zorra (una leyenda de la época).

Con la guerra como telón de fondo, algunas secuencias son oscuras y de gran tensión, a lo que contribuye el dibujo, de manchas y trazos gruesos, algo expresionistas que apenas dan descanso a la trepidante trama en un par de momentos costumbristas  con una esencia de humor y nostalgia  que parece indisociable de la vida en el monte. Todo o la mayoría, virado en colores rojos, amarillos y morados, reflejando los enfrentamientos fraticidas de entonces.

El tono es íntimo, contemplativo, con pocos diálogos y algunas anotaciones poéticas al final de cada capítulo. En ellas es donde se refleja este universo atroz  y poco acogedor que contrasta con la firmeza utópica de la protagonista y su determinación de seguir adelante, fiel a sus ideas.

La zorra observa. La huella está siempre en otra parte, pero sus ojos están aquí, entre las costillas del pueblo, donde arranca el exangüe corazón de todo lo que es mísero. Lo humano.

El libro comienza con una cita del anarquista Lucio Urtubia Jiménez, que es también la frase que han elegido para la bolsa de tela que se incluía en el sorteo de El Salto. Una frase que tiene la cualidad de encajar siempre que se pronuncie en ese cliché de "hoy más que nunca... (colóquese aquí imprescindible, visionaria, inspiradora, etc)", una frase que quizá nos ayude a creer, en estos tiempos difíciles de posverdad que hay cosas más importantes en la vida. "... porque la utopía es necesaria"

viernes, 21 de octubre de 2022

Comentarios - La transparencia del tiempo

 Hablando de la Grecia Antigua aquí está mi talón de Aquiles: la novela negra. No me ha durado ni una semana completa el último tomo, de momento, de la serie detectivesca de Mario Conde, el ex-policía habanero creado por el escritor cubano Leonardo Padura.

No sabía mucho del autor hasta que mi tía me contó una tarde que se había leído toda la saga y me la recomendaba. Cierto es, me dijo, que se respira anticastrismo en todo lo que escribe. Y eso quizá sea otro de los motivos por los que tanto le gusta. Sea como fuere, Padura es un verdadero maestro de la intriga, con un estilo además muy diferente al que tal vez cabría esperar de un novelista policiaco. Escribe con frases largas y complejas, llenas de imágenes, adjetivos y reflexiones, recordándome un poco el libro de Luis Goytisolo, Los verdes de mayo hasta el mar, que leí hace poco. Así arranca:

La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared de donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una. Los espacios del calendario originalmente habían sido cromados con tonos distintivos entre el verde juvenil de la primavera y un vetusto gris invernal, un juego que solo un diseñador muy imaginativo podría asociar con algo tan inexistente en una isla del Caribe como las cuatro estaciones del año.

Por supuesto, una gran novela de detectives empieza por su personaje protagonista, el ex-policía Mario Conde, pero también por una serie de secundarios maravillosos: los amigos de siempre (Carlos, el Flaco, Candito, el Conejo), su socio Yoyi, el Palomo y, por supuesto su pareja, con la que no está casado porque quizá tuvo una esposa y la perdió o fue rompiendo corazones hasta que un día sentó la cabeza. Nada fuera del guión clásico (y patriarcal) de la tradición canónica del género. Añádase a esto la pasión por la comida y el vívido retrato social de la ciudad que tan bien han trabajado Vázquez Montalbán (Barcelona) o Camilleri (Porto Empedocle) y ya tenemos el pack redondo.

Conde lanzó por la ventana la colilla de su cigarro. Se impuso no juzgar a Bobby y sus debilidades amorosas, pues él mismo había hecho varios disparates con las suyas. O todos los disparates..., aunque siempre con mujeres, se advirtió -machista- otra vez a sí mismo.

Pero no es lo único. Hace falta un tema para que la novela se escape del simple entretenimiento e invite a la reflexión. Y ese tema, como hemos visto desde el principio, es el tiempo. El detective cumple sesenta años y parece una excusa fantástica para que el autor viaje, acercándose a la tradición del realismo mágico, por todas las eras de la historia escrita de la humanidad (Egipto, los templarios, la Guerra Civil Española...)

La extravagante experiencia de estar replicando un acto personal olvidado, con toda certeza solo soñado, le resultó tan vívida que parecía haberle ocurrido en algún momento de su vida ubicado en un tiempo ajeno a las cronologías, pues lo percibió como si estuviera fijado más allá de los espacios de su memoria. lo más inquietante, en cambio, fue que también tuvo el destello revelador de que repetiría este acto y meditación  un lejano instante futuro, (...) Pensó entonces que estaba viendo el tiempo a través de la transparencia de una gota de lluvia suspendida de una rama. O atravesando los años con la mirada puesta en la lucidez impoluta de la lágrima que un avasallante y alterado estado de ánimo había sacado de sus ojos.

Una reflexión sobre el paso del tiempo, que también recae sobre una Cuba que en 2014 ya está dejando atrás ese periodo oscuro que el protagonista se empeña en rescatar, demostrando que tal vez haya más apertura, pero sólo para quienes tengan el dinero de su lado. Ah, y sí, la novela va de la búsqueda de una imagen de la Virgen que le han robado a un amigo de Conde, quizá para venderla o quizá porque es milagrera.


lunes, 17 de octubre de 2022

Comentarios - Timandra

El griego Kallifatides, autor de Otra vida por vivir, que ya comenté en mi blog el año pasado cambia completamente de registro, abandonando lo autobiográfico, para viajar a Grecia de Pericles. Allí, la protagonista de la novela recorrerá los hábitos y costumbres de la época entretejiéndolos con su historia de amor con Alcibíades, quizá el último gran guerrero de Atenas.

Estaba acostado junto a mí, desnudo. El resplandor de la lumbre en el hogar se reflejaba en su frente y conferia a sus gotas de sudor un brillo de piedras preciosas. En ese preciso momento se oyeron unos pasos. Quedé petrificada. Él respiraba serena, profundamente.
-Alguien viene -dije.
-Que venga quien quiera -me respondió-, hace veinticinco años que los estoy esperando.

Timandra, hija de Teodoti, es una hetera, servidora de Afrodita, en palabras del propio autor, algo así como una especie de geisha, siempre según él, descendiente de una estirpe de mujeres dedicadas al placer. La profesión de Timandra es un tema muy polémico y el autor navega, no siempre con éxito, por las pantanosas aguas de la prostitución, la trata y el abuso de poder.

Hetera, prostituta, meretriz, vendedora de placer, mariposa de la noche o cualquier otro de los eufemismos que suelen utilizarse, no es un oficio especialmente antiguo. Al principio no era ni siquiera un oficio. Mujeres y efebos han sido siempre objetos del placer de los vencedores y continúan siéndolo. Lo profesionalizaron algunas mujeres célebres: Nicó de Samos, Calistrata de Lesbos, Filení de Leucada.

Pero no solo de ello va la novela, la figura de Timandra es una ventana para acercarnos a la filosofía de Sócrates y los sofistas, a las guerras del Peloponeso, a los juegos olímpicos, a los fraticidas conflictos entre atenienses y espartanos...

Una ocasión para mostrar la decadencia en todo su esplendor de la Grecia antigua. Y dudo que la casualidad haya escogido la voz de una hetera para hacerlo. Es una elección muy consciente que además permitirá bosquejar las costumbres afectivo-sexuales de la Atenas de entonces.

¿Se conquista el amor? Y si se conquista ¿cómo se retiene para siempre?
(...)
Recuerdo en especial un banquete al que no había sido invitada pero al que Alcibíades me llevó casi a la fuerza, únicamente para exasperar a los demás, la mayoría de los cuales lo amaban aún o lo habían amado.
El primero y el mejor, Aristófanes, de morros, como siempre y haciendo comentarios viperinos, que daban en el blanco como un arquero persa. 
(...)
También el adinerado Pausanias que por lo general no hablaba mucho, excepto cuando se trataba de convencer a algún joven para que compartiera su cama.

En cuanto al estilo, como ya habréis notado en las citas del libro, es muy evocador del lenguaje de la época pero la voz narrativa de Timandra también es interesante por cuanto utiliza el formato de diario, que se corresponde algo más con los recursos modernos. He creído ver en la novela algo que me recuerda a de Cinco horas con Mario, aunque probablemente tenga mucho más de la Odisea.

Comencé hablando sobre heteras maduras y he terminado en Alcibíades. Me pasa esto cada vez que me pongo a pensar. Empiezo por un tema y termino en otro diferente. Nunca he aprendido a reflexionar. Una vez, en broma, pregunté al geómetra Teodoro qué hacía cuando reflexionaba. Me miró fijamente un buen rato.
-Depende. Cuando quiero solucionar un problema, me duermo. Cuando quiero encontrar un problema, me despierto.

Con este fragmento que reúne el humor filosófico que permea toda la obra y el estilo breve y conciso, casi de aforismos con que están escritos los párrafos, podemos dar este comentario por terminado. Hasta el próximo, que será de Padura

martes, 4 de octubre de 2022

Comentarios - Sentados en el fuego

Ya está. Me he leído el libro de Mindell. No me ha pillado de nuevas porque me he formado con gente que lo había leído (o se había formado en Trabajo de Procesos). Aún así, me ha parecido, como ya me avisaron, un libro interesantísimo y lleno de frases inspiradoras.

El Dr. Mindell (y la Dra. Mindell, que habrá escrito menos, pero ha co-fundado la metodología del Trabajo Global/trabajo de procesos) es, por lo poco que dice el libro, un judío emigrado a los Estados Unidos que integra en su teoría desde la psicología de Jung  hasta el chamanismo nativo americano. Todo por el bien común, o la paz, o como se le quiera llamar. Él lo denomina conciencia de los procesos. Voy a copiar algunas definiciones que hace en el libro:

Consenso: Acuerdo para afrontar un tema determinado o seguir una dirección durante un tiempo limitado
Campo: la atmósfera o clima de toda comunidad, incluyendo su entorno físico, ambiental o emocional
Punto álgido: dentro del proceso de un grupo es un momento de ataque y defensa, lucha y huida, éxtasis, apatía o depresión
Rango: una habilidad o poder, consciente o inconsciente, social o personal, que procede de la cultura, del apoyo de la comunidad, de la psicología personal y/o del poder espiritual. Tanto si tu rango es aprendido como heredado, este organiza en gran parte tu comportamiento comunicacional, especialmente en los límites y puntos álgidos

Y ahora que ya está todo claro, vamos al lío. Sin afán de exhaustividad, voy a trazar aquí las ideas que, al menos para mí, recorren la obra de Mindell. El título ya es evocador. Y va acompañado de un subtítulo que reza: ¿Cómo transformar grandes grupos mediante el conflicto y la diversidad?

Toda una declaración de intenciones es comenzar con una pregunta, ya que la tónica general de la obra está estructurada en base a numerosas preguntas que el autor nos invita a hacernos y hacer a los grupos para ser capaces de facilitar procesos (quien desea facilitar) y entender nuestros propios procesos. Un amigo me dijo hace unos días que el problema de facilitar como Mindell es que sólo se puede hacer entre gente que se ha leído a Mindell. No sé si es exagerado o no, pero lo cierto es que el autor desarrolla un paradigma propio y si no se está de acuerdo con las bases es difícil seguir adelante.

Como he dicho antes, la venganza no sería necesaria si todos nosotros fuéramos conscientes de nuestro rango e hiciéramos un uso más sabio del poder social. La venganza es en sí misma un extraño poder contra el que no se pueden defender los privilegiados.
Sucede una y otra vez -entre jefes y empleados, padres e hijos, autoridades y marginados, países ricos y países pobres. Cuando nos olvidamos de nuestros privilegios sobre otros, alguien con menos rango nos sacará bruscamente de nuestros sueños.
(...) 
Nuestro sistema de "justicia" es simplemente otra forma de inconsciencia. La práctica habitual en criminología y psicopatología asume que los actos de venganza se deben a la historia personal del "criminal". Sugiero que se cambie esta práctica y se considere que el comportamiento antisocial es una consecuencia del contexto social en el que tiene lugar. Podríamos disminuir el comportamiento "criminal" gastando parte del dinero que se dedica a construir cárceles en una mayor educación sobre rango.

Para mí una de las bases es que el conflicto es necesario y sin él no puede existir la paz. Otra es que el rango, queramos o no, regula nuestras vidas, así que mejor conocerlo y trabajarlo. Otra es que el proceso está por encima, o al menos es previo a los objetivos (y sobre todo el proceso emocional). Otra que el modelo de liderazgo está obsoleto y debe ser sustituido por el "elderazgo" (que sería el rol de facilitador de grupos). Otra que solo asumiendo quién eres (incluido lo que no te gusta de ti) puedes facilitar desde un lugar de elder. Y otras más, pero con estas ya va bien. Ahora un poco de Mindell:

Mi definición de terrorismo incluye también los actos de venganza que se dan en procesos de grupo que causan dolor o daño psicológico a algunas personas. El simple hecho de la amenaza se incluye en esta categoría, como también lo es echar la culpa al grupo de todo lo que ocurre. (...)
El terrorismo no es por tanto un incidente aislado en la esfera internacional, como puede ser el secuestro de un avión. El terrorismo es tan común como que la gente se junte. Desde el momento en que en un grupo alguien dice: "o hacéis lo que yo digo o me largo", todo el grupo está "amenazado de muerte" por la presión del "terrorista". (...)
El terrorismo polariza los grupos. La intención del terrorista es hacer evidentes las diferencias que el grupo no sabe reconocer. En mi trabajo de facilitación, el terrorista me ha ayudado a recordar esta idea tan simple. Los terroristas quieren que la mayoría asuma la responsabilidad que les toca en el cambio social. (...)
El éxito de cualquier grupo, pero también del mundo entero, depende de la actitud que adoptemos en relación con el terrorismo que existe en nosotros y en los demás. En tu trabajo de facilitación tienes una oportunidad de modelar esta actitud enfrentándote con la tensión y la violencia. Para los demás eres una autoridad, pero también eres vulnerable a los ataques. ¿Puedes abrazar al terrorista? No es fácil, pero si recuerdas tu propia lucha por la libertad, tampoco es tan duro.

En fin, que "terrorista" puede ser cualquiera en cualquier momento y, lo más importante, también somos mayoría reacia a tomar conciencia del cambio social necesario para equilibrarnos como sociedad (asumir el rango y utilizarlo para construir comunidad).

Evidentemente hay un trasfondo de bien y mal en el análisis que Mindell hace de la realidad (que tiene sentido, ya que las religiones han sido esa vía para construir comunidad y lo han hecho desde ese dualismo) y su intento es darle la vuelta al mal y considerarlo una información del campo. De esa manera se consigue (o al menos se pretende) romper con el ciclo de la violencia y abrazar al terrorista en lugar de lanzarle bombas.

Habría mucho más que contar, porque cada capítulo da para mucha reflexión. Sin peros, por mucho que ahora tocara algún pero. Por algún sitio habrá que empezar el cambio.

 


miércoles, 21 de septiembre de 2022

El día que te conocí

El día que te conocí no estabas presente. No dijeron más nada que tu apellido y luego, al admitir que sabía de la existencia de tu familia, me especificaron:

Sí, hombre, Javier Marías, el escritor.

Ese que habla con vehemencia, tratándome un poco como si fuera idiota o no hubiera leído un libro en mi vida, es mi tío el catedrático, reconocido trapiellista pero no tan forofo como para hacerte un feo.

Escribe bien, Marías. Dile a Carlos que te deje Los enamoramientos. Pero no dejes de leer Apenas sensitivo...

Estamos sentados en la terraza de un bar del pueblo, bajo una parra. Carlos, el empresario se agita nervioso, tratando de llamar la atención del camarero para que nos traiga otra ronda con sus consiguientes pinchos de panceta o morro a la plancha mientras mi tío sigue glosando las virtudes de los diarios.

Rober, fenómeno, dános otra vuelta y dile a la Flaca que le eche tabasco a mi panceta. Pero antes de tirarla a la plancha, no después. ¡Que no es ketchup!

Tiene una voz fuerte y segura de sí misma, resolutiva y ágil. Mi tío y yo nos quedamos observando en silencio. Yo dudo de que haya oído nada acerca de Los enamoramientos aunque desde el otro lado de la mesa un pequeño gesto de la mano me pide paciencia. Callo y dejo que el silencio se enrede por la parra. Llegan las tapas y alabamos las bondades del cerdo con la boca llena, esparciendo migas de pan por toda la mesa. De repente Carlos se endereza y su cara se vuelve rígida.

Es muy bueno, joder.

¿El cerdo? Buenísimo. Y se aprovecha todo respondo nervioso ante la pausa grave que sigue a su afirmación.

Por suerte no presta atención ninguna a mis palabras y continúa su soliloquio:

Hacía tiempo que no leía un libro así de bueno. Desde Dientes de leche, por lo menos. Y mira que el título no me llamaba. Me daba la impresión de que se habría vuelto un ñoño hablando del amor y del romanticismo y todas esas catetadas de principiante. Pero, no. Maneja el ritmo de maravilla y es de esas historias que van tomando fuerza y que sin saber cómo estás un día preparando la cena y pensando en qué será de María Doltz.

Entonces, ¿me lo prestas?

Justo lo llevo en el coche, mira, ahí están las llaves me abalanzo a por ellas antes de que se retracte y, mientras aparto la silla, me chista.– Ya sabes que sólo hay dos tipos de tontos: los que prestan un libro y los que lo devuelven.

Al tiempo que me alejo, escucho una voz grave que rechista: "No es mejor que Los amigos del crimen perfecto." Pero yo estoy lejos, lo bastante para ignorar la discusión o, por lo menos, posponerla para cuando regrese con tu novela a mi asiento bajo la parra.

El coche está a la sombra de un bloque de pisos, de modo que me puedo detener un instante a observar el ejemplar y, casi como un juego, abro la primera página para sentir cómo despegas: La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última vez que lo vio su mujer...

También aquella tarde bajo la parra sería la última vez que Carlos viera la novela. O por lo menos esa copia. Aún la conservo. Y por si te lo preguntas, tiempo después leí el diario de Trapiello. Ya ves que en mi familia no somos forofos.