Llevo 2
semanas utilizando la bicicleta que me prestó Fernando hace 3 meses. Me ha
costado, pero lo he conseguido. Y ahora voy en bici a todos lados (menos al
cole, que está tan cerca de casa que me daría vergüenza sacar la bici).
Es como
un retorno a la infancia, porque con la broma de conducir por la izquierda es
como si estuviera aprendiendo a montar en bici otra vez. Con diferencias
propias del país, debido a la austral fijación por la seguridad: me he comprado
un casco, uso el chaleco reflectante por la noche y el otro día fui a un
simpático lugar donde puedes arreglar la bici gratis y le puse un reflector rojo
en la parte de atrás.
Fumando la pipa de la paz |
De
paso, un señor australiano, muy afable y apañao
me arregló la cadena, porque no el cambio no funcionaba y ahora me parece que
voy en coche, va la bicicleta de maravilla, ¡oiga! Justo a tiempo para afrontar
el cruce del puente cuando me mude.
Otro de
los sucesos semanales ha sido la rave
party del sábado pasado. Los cuatro jinetes del apocalipsis que son mis
compañeros de piso irlandeses celebraban la última semana de uno de sus amigos,
que regresa al Reino Unido (tantos kilómetros y una misma reina…) y decidieron
hacerlo a lo grande: sábado 4 de la tarde, la fiesta comienza con música y
cervezas (una caja de 24 tercios). Empiezan a llegar los amigos y las cajas de
birras se multiplican. Apenas las 9 de la noche, diez personas y cada uno
llevará 3 litros de cerveza por lo menos; más tabaco, lo que no es tabaco y
otras golosinas por el estilo.
En ese
momento yo me voy al bar de Pichuco que me toca barra (por cierto, una fiesta
muy curiosa de un colectivo de lesbianas moteras con espectáculo de lap dance)
y a mi regreso a casa a las 2 de la mañana me sorprendo viendo restos de sangre
en la cocina y huesos de pollo en el cuarto de baño: Los chavales, que se han
peleado de broma y que no sueltan el pollo de Kentucky ni para …
Ojo a la moqueta que resbala |
Yo me
voy a la cama, que al día siguiente trabajo. Ellos regresan hacia las 4 con
poca gana de dormir, así que se salen al balcón, encienden la música y a seguir
bebiendo (whiskey, cerveza o lo que se tercie) y saltando encima de uno que se queda dormido en el suelo (versión buñuelo). Por lo visto les dieron las
10 y las 11.
Cuando
volví, a las 6 de la tarde del domingo, seguían durmiendo como angelitos, el
lunes fue muy duro para los que trabajaban (son todos albañiles, menos uno que
es fontanero) y uno está de baja porque se rompió el hombro por una zancadilla de broma. Me reconocieron, aún algo ebrios, que se engancharon una mierda
de quinceañeros.
Y a mí,
con tanto regreso a la infancia me ha salido una espinilla. Va a ser cierto que
los 30 son los nuevos 15.