miércoles, 6 de diciembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Arniches y Baroja

 La primera vez que leía algo de Arniches, la recopilación de sainetes "Del Madrid castizo" y la segunda de Baroja, tras haber leído en el cole Zalacaín el aventurero.

Leer a Arniches es como ver esta serie de televisión que ha tenido tantas vidas y tantos nombres, quizá el más famoso sea  el último: "La que se avecina". Una sucesión de enredos breves con humor, costumbrismo y mucha moralina. Es muy entretenido leer a Arniches y detenerse en los dejes y expresiones castizas que (algunas aún perviven) se han ido acuñando en Madrid. Quien sabe si dentro de 100 años estudiarán "La que se avecina" y comentarán lo mismo acerca de su costumbrismo.

Baroja es, al menos el Baroja de "La busca", primera parte de la trilogía "La lucha por la vida" también agudo observador de dichos y costumbres, pero algo menos juicioso. Deja volar a sus personajes, que son arrollados por emociones y sentimientos poco edificantes, sin juzgarlos pero permitiendo que ellos mismos se juzguen. A mí me ha parecido bastante misógino, aunque por ahí he leído que su misoginia es un mito. Desde luego, pocos personajes femeninos y de no muy buena imagen (aunque tampoco los masculinos son para tirar cohetes, pero sí más complejos o más explicadas sus aventuras y cambios psicológicos).

Me ha sorprendido mucho leer en este último algunas ideas que son hoy bandera del ecologismo (compostar, reciclar...) y que trata con mucho cariño y respeto, pese a considerar, seguramente desde una mirada acomodada, las estrecheces que implica ese estilo de vida.

También hay una ácida crítica a los toros aunque se ve que ahí el autor se guarda las espaldas, no fuera a acabar de un golpe con la imagen de España, precisamente él, uno de los principales valores de la generación del 98.

Me ha gustado Baroja, seguramente siga con la trilogía.

Diarios de un lector a tiempo parcial: Guerra y paz en el siglo XXI

 Ando embarcado, parcialmente, claro, en un proyecto teatral maravilloso sobre la estupidez que está desarrollando mi amiga Patricia en Sevilla. Hasta aquí, todo bien. Mi tarea está relacionada con la parte de documentación y elaboración de fichas pedagógicas, motivo por el cual he tenido que leer muchos artículos en internet. Vaya intro, seguimos. En uno de ellos, que era de un comandante o coronel o algo así (porque no os lo he dicho pero igual os imagináis que la mayor estupidez humana es la guerra), se mencionaba en la bibliografía el libro de Eric Hobsbawn. Por fin llegamos al libro. Pero ojo, giro inesperado. En su momento no le di mayor importancia, aunque el nombre lo conocía por mi profesor de historia contemporánea (Ángel Baamonde) que nos lo citaba con asiduidad. Otro desvío, ¿aterrizamos? A los dos o tres días, repasando la pequeña biblioteca que tenemos en la habitación me encontré el título entre La Colmena de Cela y La Red de Juan Luis Cebrián y aquí estamos.

 La guerra (o más bien las guerras), el fin del orden la globalización, el terrorismo, los discursos de odio, las estrategias de pacificación, la exportación de la democracia (Nota: aquí dejé parado casi dos meses este borrador, supongo que porque se me acabaría la batería del ordenador y luego se perdió en el túnel del tiempo) y otros temas relacionados son los contenidos de estos varios ensayos que además comencé a leer con la triste noticia de la invasión perpetrada por el ejército de Israel en Gaza tras los terribles atentados de Hamás.

Me ocurre muy a menudo con el ensayo que se me despierta el tertuliano que llevo dentro y me surge la sana e inevitable necesidad de dar mi opinión y en este punto recuerdo las palabras de Desmond Tutu sobre la neutralidad. Preferiría que no hubiera lados para no ponerme de un lado, pero mientras la aceptación pasiva siga defendiéndose como neutral, uniré mi voz a las oprimidas. Porque el poder que es además asesino y pretende legitimar su ruindad, no está reconociendo la responsabilidad que tiene en el conflicto. Es, a mi juicio, el poderoso estado de Israel quien más debería buscar la negociación y el acuerdo, precisamente por ser quien más poder ejerce.

Hobsbawn podría estar de acuerdo con esto, aunque también aporta una visión interesante, que es la caída del viejo modelo de Estado-Nación, del patriotismo y de prácticas como el servicio militar obligatorio, que indicarían una desafección social por la resolución violenta de conflictos internacionales.

Quizá no seamos un clamor de 7.000 millones de personas a diario en las calles pidiendo el fin del ataque israelí, pero somos muchas, en muchas naciones de todo el mundo. Incluso dentro del propio estado de Israel. Que lo resuelvan, sin violencia. Y con urgencia, pero sin prisas, porque hay mucho dolor que escuchar. Quizá si las noticias y las palabras las sustituyéramos por los gritos, nuestros corazones sólo podrían pensar en la paz desde la noviolencia. Quizá

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: 4 en 1

 Otra vez se me acumulan las lecturas sin pasar por este blog. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que prácticamente cada día entraba a colgar cualquier texto, o aquellos otros, poco después, en los que a cada semana le correspondía un relato breve y, ya más cercanos, los que permitían dedicar a cada libro una reseña, copiando además algunos párrafos.

Temo concluir que en estos 4 años la tendencia a la baja se impone de manera inversamente proporcional al volumen de trabajo en otros campos (incluido por supuesto el más agrícola de ellos). Últimamente leo más. Quiero creer que voy reequilibrando pero me parece que es el frío y la falta de luz. Ya veremos.

El caso es que llevo desde que me terminé el libro de Hobsbawn, otras cuatro lecturas, de las que 1 es un audiolibro (Cuentos de Virginia Woolf), otra una novela (Todos nuestros ayeres, de Natalia Ginzburg) y las otras dos son ensayos (El deseo de cambiar de Bell Hooks y Un hombre que se parecía a Cunqueiro de José Besteiro).

Excepto el último de la lista, todos escritos por mujeres. Deliciosa y certera la prosa de la Ginzburg (la menos feminista, aunque lo fuera sin presumir) me invadió con sus imágenes como hizo el Macondo de G. Márquez y a la vez me recordaba recurrente la actual guerra en Gaza. Y en general todos los sinsentidos de la guerra, que son uno, como ya hemos hablado con relación al proyecto por el que me leí el de Hobsbawn, la estupidez humana.

Es curioso cómo la estupidez humana no discrimina y cambia de raza a placer según le conviene, aunque reconozco que hay niveles. En esto ayuda Bell Hooks. Puede que la estupidez humana sea infinita pero también es infinitamente mayor en el hombre con poder frente a la mujer desfavorecida (y racializada, claro). El deseo de cambiar, un libro dedicado a los hombres, quizá nazca o nos debería nacer de esa necesidad de dejar de ser estúpidos. Pero es tan fácil permanecer...

Hay bastante estupidez en los cuentos de Virginia Woolf a la que imagino doblada de la risa sobre su escritorio mientras construía a engreídos y mediocres aristócratas ingleses. Las pequeñas revanchas que esconden las moralejas son fabulosas.

El último de los libros, terminado ayer, revisa la figura de Álvaro Cunqueiro, un escritor gallego de pasado falangista y algo olvidado, por supuesto injustamente. Nadie se hubiera molestado si fuera justo. Sin haber leído nada, me recuerda a las películas de José Luis Cuerda. ¿Quién sabe?

Ha sido muy curioso dar de nuevo con la frase "Todos tenemos tres vidas, la pública, la privada y la secreta" que aparecía en labios de un personaje de Vagalume y que parece ser de Gabriel García Márquez, escritor que propuso a Cunqueiro para el Nobel.

Indagaré en la obra de Cunqueiro y seguro que leo más novelas de Natalia Ginzburg, que me ha entusiasmado. Lo de los audiolibros... está por ver si es buena idea y en cuanto a Bell Hooks, tendré que comprarme el libro, que era prestado y seguir deseando y recorriendo el cambio.

Del blog, ¡ay! Eso es ya otro publicar.

viernes, 13 de octubre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: O traxe e Vagalume

 Hace cosa de un mes, tiempo que no parece breve aunque camine ligero ahora que los días se acortan, me recomendó una amiga la aplicación para leer libros en el móvil de las bibliotecas públicas. Con todas las cautelas del caso, me decidí a probar la semana pasada, aprovechando una inesperada aunque por fortuna intrascendente noche en urgencias.

Como no me gusta mucho leer en el móvil (ya bastante tiene uno con los mensajes de texto, los correos electrónicos, las noticias digitales...) elegí un texto breve, y como la biblioteca a la que accedí es la gallega, regresé a las lecturas en esta lengua. Por último, ya que ando cerca de sumergirme en la figura de Cunqueiro, elegí el último Premio Cunqueiro de textos teatrales: O Traxe, de José Fernando Castro Paredes.

Tiene su gracia pensar que me leí en la sala de espera del hospital un texto que arranca con un anciano saliendo de allí, especialmente por lo casual e incluso azaroso de la decisión. Además de arrancarme la sonrisa en varias ocasiones, me pareció un cuento delicioso que creo que entronca con toda una tradición gallega de humor, magia y costumbrismo (muy ligada a Cunqueiro, desde luego, y a otros como Wenceslao Fernández Flórez).

Como la nochecita fue toledana y se alargó hasta el día siguiente, busqué otro título, pero me decidí a probar con el formato de audiolibro. Es la primera vez que escucho uno, aunque tenga experiencia en ponerle voz a otros y debo decir que he disfrutado mucho su lectoaudición.

Vagalume, el último libro de Julio Llamazares, es, al igual que los otros textos que del mismo autor he tenido el gusto de leer, un prodigioso ejercicio de prosa poética en el que con la excusa de un pequeño misterio familiar, se teje una narración lenta, detallista, reflexiva y luminosa con todos los grandes temas de la literatura: el amor, la muerte, el paso del tiempo y la propia literatura.

Posiblemente esta sensación de viaje a una "ciudad de provincias" (que es cualquier cosa menos un "no lugar") se haya acrecentando con el tempo y la interpretación pausada y contenida de Fernando Soto. No sé si recomendar más la lectura o la escucha, pero sí sé que Vagalume me ha provocado y sugerido muchas ideas y reflexiones, además de regalado octosílabos deliciosos como "El alma humana es un pozo" o "Todos tenemos tres vidas"