martes, 21 de diciembre de 2021

Comentarios - Elogio de la locura

 Un clásico de la filosofía en una de sus obras más ligeras (si es que un filósofo puede ser ligero) y entretenidas, eso es el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam.

Un ensayo que ya arranca con un juego; será la Locura quien hable y haga un elogio, que podría ser de cualquier virtud, defecto o, en fin, característica humana, pero que decide elogiarse a sí misma. Sencillamente genial.

Aunque es cierto que Erasmo mezcla o atribuye a la Locura otras cualidades y tonos como la estupidez, la ignorancia, la juventud, o la ingenuidad que emplea para llamarnos locos y locas a todas las personas, hasta las aparentemente sabias y eruditas, como el propio Erasmo al que citará la Locura en algunos pasajes.

Y desde luego, mejor leerlo a que yo lo cuente por aquí. No estoy tan loco.

Dejo, eso sí, algunos pasajes en los que el tacto del autor brilla por su ausencia (misoginia delirante a lo largo de todo el texto) y su ácida lengua critica sin discriminar a creyentes y paganos:

Porque a los hombres, ¿de dónde les viene esa fealdad, esa piel tosca y esa barba poblada, signos claros de vejez sino de la sensatez? Por el contrario las mujeres, con sus mejillas lisas, con su voz delicada, con su piel tan suave dan la impresión de conservar la viva imagen de la juventud. Además ¿qué pretenden en esta vida sino gustar a los hombres, y cuanto más mejor?

Y de la plebe creyente del medievo señala algunas locuras como por ejemplo la fe supersticiosa que ya viene de tradiciones politeístas:

¿Y es que hay algo más insensato - o mejor, más feliz - que lo de esos que por haber recitado todos los días los famosos siete versículos de los salmos están convencidos de que alcalzarán la mayor de las dichas? (...)

Y es más o menos lo mismo cuando cada región alardea de su propio santo, y cuando a cada uno se le atribuye sus poderes especiales y se les rinde a cada uno un culto particular, de manera que está el que alivia el dolor de muelas, el que ayuda a las parturientas, el que devuelve lo que ha sido robado, el que aparece como salvador en los naufragios... 

Como es lógico, no iba a dejar a la iglesia sin crítica mordaz. Así se despacha con los cardenales:

Algo parecido ocurriría con los cardenales, si pensaran que han sucedido a los apoóstoles en su puesto y que se espera de ellos lo mismo que hicieron sus antecesores, y que no son señores, sino administradores de dones espirituales de los que tendrán que rendir justas cuentas sin tardar mucho. Podrían incluso, reflexionar un tanto acerca de sus vestimentas y atributos... Si se pararan a pensar en todo esto no ambicionarían tal dignidad y la abandonarían con todo gusto o si no, llevarían una vida sin duda llena de trabajo y preocupaciones como la que llevaron los antiguos apóstoles.


sábado, 18 de diciembre de 2021

Dulce o picante

Desnuda sobre el suelo fresco del salón, yazgo estirada y paciente. A mi lado se desparraman un montón de lápices, una goma blanca y un sacapuntas de plástico amarillo. Por fin ha llegado el momento. Una brisa ligera se cuela por debajo de la puerta del salón y me estremece. Se posan sobre mí muchos dedos; los suaves dedos de Alicia, los de Miri y los de Leo, que me sujetan firmes. Observo como la corteza anaranjada del lapicero cae sobre mí y disfruto justo después del cosquilleo de su filo, que me recorre en todas direcciones, dibujando un sol de atardecer y unas estrellas. Luego, el gris con su puño cerrado me tatúa formas redondeadas, que encienden una lista infinita de deseos, los borran y los vuelven a alumbrar. A mi alrededor todo es juego, calor, insaciables ganas de más... 

Llevamos casi una hora y el culmen está muy cerca. Quiero saltar y gritar. De pronto, descubro junto a mí una mirada infantil con la boca manchada de turrón. Es Dani. Sus ojos me dicen que me van a estropear, que me van a poner perdida. 

¿Cómo pueden dejar a ese pequeño monstruo suelto tan cerca?, pienso con angustia. Lucho por vencer mi miedo y quiero liberarme, pero estoy bien sujeta. Vamos, no pasa nada, me digo con falso aplomo. Total, por un borrón dulce no irán a descartarme. No ahora.

A mi izquierda, sobre la mesita, reposa una pila de folios. Sé lo que aguardan. Quieren, no, ansían verme rasgada en cuatro al fondo del cubo de la basura: su oportunidad buscan, la misma que yo he tenido. La de convertirse este año en la carta de Alicia a los Reyes Magos.

 

lunes, 13 de diciembre de 2021

Comentarios - El bosque de los cuatro vientos

 Me apunté al club de lectura de la Escuela Oficial de Idiomas para leer libros en gallego y el primero sólo lo he encontrado en castellano. En su descargo, el del libro, que no tiene culpa ninguna evidentemente, diré que tampoco lo he buscado en muchas bibliotecas.

La novela recorre una leyenda famosa en Galicia, la de los nueve anillos milagrosos del Monasterio de Santo Estevo de Ribas do Sil, que es actualmente un parador. Con esta excusa, la autora viaja entre el siglo XIX y el XXI entrelazando dos historias; la de su propia búsqueda de los anillos personificada en el detective Jon Bécquer y la del momento en que los anillos se perdieron, protagonizada por la farmacéutica Marina Vallejo y ambientada en los últimos y turbulentos años del reinado de Fernando VII.

Con un manejo extraordinario del misterio, la trama avanza entre descripciones sensoriales de la vida gallega que casi obligan a visitar el monasterio y respirar sus alrededores:

La primera noche en el parador la disfruté especialmente, porque descubrí la existencia del bosque privado tras la cafetería, algo que inexplicablemente me había pasado desapercibido en mi primera visita. Las ruinas de la vieja panadería, edificada a finales del siglo XVII, eran maravillosas. Ya no quedaban techos ni apenas paredes, pero sí la gran chimenea y varios hornos. El paseo por aquella espesura amurallada era breve pero delicioso: robles y castaños antiquísimos se retorcían sobre la tierra buscando el cielo, al que siempre llegaban antes los centenarios y señoriales abedules.

Y no sólo en las descripciones del detective, sino también en las que reconstruyen la vida durante el primer tercio del siglo XIX:

Descendieron un camino boscoso, con el sendero bien marcado por las ruedas de los carromatos y las pisadas de los caballos. "Mire, por ahí se va al molino del monasterio. No, no, los monjes tienen dos, uno para el trigo y otro para el centeno." En los márgenes del camino, florecillas silvestres salpicaban sus pasos, como si estuviesen dentro de un cuadro.

Además, la novela presenta otra característica significativa, el juego de narrador omnisciente-subjetivo: comienza casi como el Quijote con un monólogo del detective y luego emplea al narrador omnisciente casi todo el tiempo. Sin embargo el relato que hace el investigador a los miembros de la policía se extiende hasta más allá de la mitad del libro, por lo que la impresión subjetiva perdura mucho más y ayuda a contrastar con el tono de la historia de Marina.

Por último, me ha llamado la atención, no sé si para bien o para mal, la insistencia de la autora por explicar los latinajos y galleguismos que salpican las páginas de la novela. Reconozco su utilidad y la capacidad para integrarlos casi de forma natural en el discurso, pero algunas veces me han parecido morcillas adosadas un poco al tuntún.

- Ahí abajo había pinturas, muebles, cruces, manteles... Pero ya le digo que ahora está vacío. El tiempo todo se lo queda, ¿verdad? ¡Ay! -suspiró mirándome con cordialidad-. Xente nova, leña verde, todo é fume -exclamó, aludiendo a un dicho popular gallego conforme al que la gente joven era leña verde y, por tanto, solo humo-. Tome -añadió rebuscando en su bolsillo-, aquí tiene la llave. Puede bajar si lo acompañan Amelia y Pablo. Yo los espero aquí.

 No he destacado el costumbrismo que se desborda en cada capítulo y que me ha hecho pensar en esa tradición tan genuinamente española de buscar lo auténtico entre la cada vez más asumida normalización y uniformidad de pensamientos y estilos de vida. Un soplo de vida que a veces resulta tan reconfortante como salir de excursión al monte un domingo. 

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Vecindad

Seleccionado para publicación en la Antología del III Concurso de Microrrelatos Camp del Túria

No me gusta mi vecino Rubén. Me molesta esa manía suya de agradarme cada vez que me ve. Sube la compra, baja la basura, barre la escalera, trae el periódico, me cede el sitio en el ascensor cuando va lleno…

No paro de preguntarme para qué lo hace. Ni que yo fuera un cobrador de impagos, o peor aún, inspector de hacienda. Sabe de sobra que no puede conseguir nada de mí y me coloca en la difícil tesitura de declinar sus invitaciones a cenar fuera cada jueves. Entendedme, no quiero parecer descortés teniendo en cuenta cómo se porta conmigo.

Al final las acepto y a la vuelta del restaurante procuro bajar la basura, subir la compra, barrer la escalera o dejarle el periódico. Ah, y el próximo día pago yo.

 

sábado, 20 de noviembre de 2021

Comentarios - Temblor

 Rosa Montero escribió esta novela fantástica en 1990. Lo más característico para mí de estos mundos paralelos, que son tan comunes en la ciencia ficción o las novelas futuristas, es su inexcusable parecido con la realidad. Por ello creo que es esta una novela sobre la decadencia barroca de una sociedad, que podría muy bien ser esa España de los 90. Ebria de los excesos democráticos que no fueron capaces de abandonar el sistema anterior y abocada a repetir los mismos errores una y otra vez.

Agua Fría entró corriendo en el recinto de los Grandes; era un atardecer de otoño tan hermoso que se había entretenido en el camino y ahora el corazón le brincaba dentro del pecho, alborotado no sólo por la fatiga sino también por el temor a llegar tarde. Sus pasos resonaron en la vacía penumbra de los corredores; el sudor de sus sienes se enfrió desagradablemente. Tiritó un poco y añoró el cálido exterior del edificio. Generalmente la Casa de los Grandes le parecía un lugar hermoso, con sus paredes blancas, sus suelos de colores brillantes, sus patios llenos de frutales y flores. Pero hoy se le antojaba insoportablemente desolado, con todas esas puertas siempre cerradas y esos interminables e inútiles pasillos por los que nadie deambulaba. 

Pero esta no es más que una interpretación muy personal de un texto que me ha resultado difícil al inicio pero cuyo ritmo va creciendo a medida que la peripecia de la heroína avanza. Un libro que rezuma ecos y referencias finiseculares, desde Defoe hasta Conrad, pasando por El Señor de los Anillos o Un mundo feliz. Una apuesta muy arriesgada y valiente en la que recorre caminos ya bien conocidos de la literatura universal desde un personaje femenino, reivindicando otra mirada. 

Agua Fría entreabrió los dedos; contempló, justo ante ella, los sucios pliegues de la túnica del sacerdote, sus pies asomando bajo el vuelo. Tiene que ser ahora, ahora o nunca. Alzó la cara bruscamente y clavó sus ojos en los ojos del Hermano. El hombre se echó hacia atrás como si hubiera sido golpeado por una piedra; el tazón resbaló de sus manos y se hizo añicos contra el suelo. Estaba atrapado. El Poder funcionaba, ¡funcionaba! Agua Fría se puso en pie; el sacerdote permanecía paralizado y sólo sus ojos desencajados daban cuenta de su lucha interior.

La historia se construye desde el paradigma del viaje del héroe (heroína en este caso) a través de áridos desiertos, escarpadas montañas, gélidos inviernos y páramos secos. No es de extrañar que el temblor sea la reacción física más común y repetida en todos los personajes llevados a estos extremos. Todo ello con la inquietante e invasiva presencia de la niebla, un velo de olvido que borra toda memoria del pasado (excepto la que ha sido digna de conservarse). Muy evocador todo ello, más en estos tiempos de disputa por el relato y barreras a la memoria histórica.

La protagonista es una joven aspirante a sacerdotisa en un mundo extrañamente religioso y adorador del Cristal. Agua Fría se revela contra este mundo jerarquizado en el que tendría un lugar de poder garantizado y escapa en busca de respuestas a los grandes misterios de la Fe, consciente de no poder sustraerse del todo. Por supuesto aparecen personajes masculinos (buenos y malos) pero son las mujeres quienes llevan el peso de la novela y descolocan todo el rato al lector de aventuras, acostumbrado por el canon a héroes y antagonistas despiadados.

Y por cierto, muy interesante la reflexión sobre la violencia que esconde la novela: denostada como algo indigno (propio de hombres) al tiempo que presente en cada episodio con lo que ello implica de conflicto en la protagonista, y en quien lee. ¿Podemos imaginar una crisis (o una pandemia) exenta de violencia entre seres humanos?

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Comentarios - Dende o conflito

 Vuelvo a lecturas en galego para no perder impulso en la preparación del examen y elijo esta, que fue premio Xerais 2014. Una novela a lo Kapucinski desde el feminismo de la escritora y traductora luguesa María Reimóndez.

La novela recrea la historia de Saínza R. Combarro, una periodista gallega que trabaja como reportera de guerra para la BBC. Una reflexión sobre el desarraigo, la injusticia, el dolor, la familia o la amistad con la fragmentación propia de la vida posmoderna.

De la estructura también cabe decir que se construye con fragmentos (de cartas postales, correos electrónicos, citas de libros -reales o inventadas- y narración). Un estilo que me recuerda el ensayo El entusiasmo de Remedios Zafra, comentado este año. 

Se distingue la gran maestría de María Reimóndez para conjugar en el relato lo personal y lo profesional siendo a la vez todo ello político, en una reivindicación del lugar de la mujer en el periodismo de guerra, no exenta de crítica al eurocentrismo colonialista (ella es europea, la BBC tiene su sede en Londres y los destinos son Afganistán, Iraq, Haití o Etiopía).

É aí, nesas cidades, onde comezan as exclusións, primeiro contra as persoas que viven nelas pero non dan o ritmo de vida (ese refugallo, oíralle dicir a unha vella gloria londiniense na redacción), logo contra o rural (como unha secretaria que non saía de Londres porque lle daba noxo o cheiro a campo) e finalmente contra todo o que estivese fóra dos límites do seu concepto de "civilización", eses lugares nas marxes, eses vertedoiros de todo o que naquelas cidades noxentas sobraba: os soldados descerebrados contentos de ir matar civís a Iraq, as fames, os países "sen futuro". A carraxe da Saínza colle novo pulo con cada pedalada.

Y esa mirada política sobre la actualidad y las dinámicas geoestratégicas también se agarra a la prosa de Reimóndez con dureza y ternura, entre intentos de coherencia y eventos desestabilizadores (amistades que se deshacen, amores que traicionan, desencuentros familiares), todo en un marco que claramente pasa del segundo plano al primero conforme avanza la novela. Un camino claramente en sintonía con la ética de los cuidados que la autora hace suyo a través de una serie de encuentros con personajes secundarios que la protagonista se esfuerza en conectar, reivindicando la bondad humana allá donde se encuentre.

Cando entra no bar, Emilia ten ao seu carón unha bolsa chea de salchichón e latas de atún. Sabe que a Saínza moito lle prestan tales viandas. Co tempo aprendeu a non opoñerse a tales mostras de cariño, que recoñece en tantos outros lugares, nas xentes que por veces pouco máis teñen ca o seu bo corazón. A muller que lle dá auga da súa bañeira para lavar a cara ou o home que lle tende un anaco de torta nunha estrada perdida de Iraq. Hai un fío que tece esa parte da humanidade, tan invisible e da que tantas veces tenta falar porque por debaixo do horror e da violencia segue perdurando algo humano e cálido que fai que o mundo non se mate xa definitivamente e sen remisión.

 En la parte más íntima es dónde la protagonista encuentra mayores dificultades: gestionar sus relaciones familiares, sus amistades más largas y las más recientes, una relación de pareja igualitaria y respetuosa. Y, sobre todo, el abandono de una postura de superioridad o paternalismo para reconocernos como seres humanos.

Una novela dulce y dura, como la realidad, fieramente humana.


viernes, 22 de octubre de 2021

Comentarios - Ela, maldita alma

 Pues he vuelto a clases de galego y a leer en galego. Esta vez a Manuel Rivas en su colección de cuentos que ya me leí en castellano de chico, cuando salió El lápiz del carpintero e hice una pequeña inmersión que también incluía ¿Qué me quieres, amor?

Ya es un clásico eso que se dice sobre releer libros de adolescencia y descubrir nuevos significados así que no añadiré nada más. De hecho ha sido casi un descubrimiento porque al leerlo en su lengua original no he caído en el recuerdo de pasajes o episodios.

El libro consta de 13 cuentos, la mayoría de aire costumbrista, mágico y con cierto sabor a elegía. La prosa es tremendamente poética y clara con ecos del mar y de la tierra (pero sobre todo del mar) y sus personajes son sencillos y cercanos con almas puras, en su mayoría, pese a estar rodeadas de muerte, dolor, venganza o abandono.

Recupero algunos fragmentos con metáforas y comparaciones que serán una constante entre sus líneas:

Ela notou axiña o cambio de carácter pero atribuíuno ao tempo, a aquela primavera entolecida con luares tan luminosos como un día amarelo, que facían cantar aos galos de noite.

Eloy tardou un pouco en entender. Mirou as brasas como se lese unha historia antiga e logo escachou a rir.

Ata os ollos das árbores parecían mirarme con desaprobación e unha pomba baixou a contar os anacos de vidro.

Y cierro con una pequeña reflexión sobre el mar que pronuncia el protagonista del relato Xinetes na tormenta, que es el décimo relato del libro y uno de los más duros, quizá reforzado por esta dureza del mar:

Os de terra teñen unhas ideas moi peregrinas sobre o mar. Fanlle poemas e cousas así. Pero eu, co mar, nin fala. El, aí, e eu, aquí. Cando traballas, hai que vixialo de esguello, facendo que o ignoras, con todos os sentidos ao axexo (...)

Neses versos de señoritos, tratan ao mar de amante e cousas así. Parvadas. E afirman eses entendidos do carallo que os pescadores témolo por femia e que sempre dicimos a mar. ¡E unha merda! O mar é un cacho cabrón. O mar é un cárcere. Nin sequera hai bis a bis.

sábado, 2 de octubre de 2021

Callejón con salida

Lázaro se dirigió a la puerta y un escalofrío recorrió su cuerpo al agarrar el pomo helado. Con la mirada herida por una luz blanca y dura, se detuvo un instante. El hall de entrada (¿o eran sus ojos?) parecía cubierto por una tela blanca que lo iluminaba todo. Observó a lo lejos una silueta que le sonreía desde el mostrador de información. Sonrió de vuelta. Antes de franquear la puerta hizo visera con la mano libre y salió como un viandante más. Hacía calor. Su rostro recuperaba lentamente el tono y la temperatura. Nadie en el Instituto Anatómico Forense echó en falta el cadáver.

viernes, 1 de octubre de 2021

El día D

D. no se llamaba así porque fuera detallista, más al contrario, solía distraer su atención a la hora de los remates. Por ejemplo, se vestía, eso sí, y no olvidaba ninguna prenda, pero elegía sin quererlo aquellos pantalones de pana color beige con un cerco de vino a la altura de la rodilla izquierda, o la camisa de rayas agujereada por el tabaco que consumía por las noches, o las sandalias cangrejeras impolutas que no combinaban con las demás prendas. Con semejante atuendo, y una capa o sombrero en caso de lluvia, se hacía a la calle.

Cualquiera podría pensar en D. como en un pobretón (o pobretona, que en la descripción no hemos determinado su sexo) de escasos recursos y formación limitada pero de nuestro imaginario brota al mismo tiempo un sinfín de personas sabias (hombres seguramente, vaya usted a saber por qué) que son descuidadas o desaliñadas, o desordenadas al tiempo que geniales.

Evidentemente, D. entraba en ese panteón de sabios (y alguna sabia) y tenía reservado un lugar preferente, cercano a AC, un travieso jovenzuelo de sonrisa cautivadora y lengua descarada que cuidaba de su lozanía tanto como le era posible y guardaba un parentesco no muy lejano con nuestra protagonista

Tras seis días desaparecida, D. regresó a su casa con más arrugas que de costumbre, tanto en la ropa como en su avejentado cuerpo de sabia. Traía también pocas ganas de hablar. AC, que había permanecido ocioso durante todo ese tiempo, la interceptó con un entusiasmo desmesurado:

– Pero ¡qué alegría verte! –le espetó alargando su mano derecha hasta la de ella y sacudiéndola repetidamente como se agita la palanca de una máquina tragaperras–. Supongo que habrás viajado muy lejos en estos seis días. Cuéntame, por favor, con todo detalle en qué has ocupado tu valioso tiempo.

La pegajosa mano ya envolvía las estrechas y cansadas espaldas de D., que suspiró y se acomodó en el banco de madera que gobernaba la calle. El desinterés por cuanto le rodeaba sorprendió al joven, que holgazaneaba orgulloso por el barrio a todas horas y ya estaba asomándole un reproche a los labios cuando la sabia fijó su mirada en él y comenzó a hablar:

– He tenido unos días muy intensos, me dediqué a crear el Mundo, yo creo que ya es hora de descansar. Y no es por presumir, pero creo que me ha quedado muy bonito –aquí D. apartó la mirada y frunció el ceño–, con su Luz y sus Aguas, sus Vientos y sus Montañas, sus seres vivos… Muy bonito el Mundo, sí.

– Vaya, vaya… así que creando el Mundo –el breve soliloquio encontró al efebo frotándose las manos con insistencia–. Y ¿no te has dejado nada por hacer? ¿Quieres que le eche un vistazo? Bien conozco tus carencias y podría incluso mejorarlo si me lo permites.

– Ni se te ocurra acercarte al Mundo –respondió D. con voz grave, la mirada fija en los baldosines de la acera–. Está bien como está y no necesita nada más. Es una obra de arte y quiero que la autoría sea toda mía. Llámame egoísta, o ególatra si quieres, o egocéntrico. Lo que quieras, pero el Mundo es mío.

En vista de su fracaso y aprovechando el descanso de D., el joven tramposo se dejó caer por el Mundo a hurtadillas para tomar nota de sus fisuras. Allá donde veía un prado, sembraba malas hierbas, en las montañas practicaba pequeños agujeros que permitieran salir al magma del interior, en los mares y océanos agitó las aguas creando temibles mareas y entre los seres vivos plantó el rojo fruto de la violencia. En apenas veinticuatro horas había logrado completar el Mundo a su antojo.

No del todo satisfecho, se dirigió a casa de D con pasitos cortos y alegres, culeando cuanto su espinazo le permitía y al llegar declamó ante su ventana con patetismo:

– ¡Oh, Señora, de alta gracia y sabiduría! Escucha las humildes súplicas de tu fiel servidor. En ellas hallarás con gran presteza el paso postrero hacia la eterna gloria. Sal pues, y asoma tu noble cuerpo a la ventana que AC tiene grandes noticias para ti.

– Mira que eres rimbombante –contestó D. apática–. Suéltalo cuanto antes y lárgate ya, que es domingo.

­– Te falta la Literatura –y se cruzó de brazos.

D. estaba apoyada sobre el herrumbroso balcón, de no haber sido así se habría precipitado al suelo desde aquellos veinte metros de altura que separaban su tercer piso del asfalto. El maldito AC tenía razón, había olvidado la Literatura. Quiso aparentar desprecio.

– Bah, y ¿de qué me serviría la Literatura en el Mundo? Si ya es perfecto como es, ¿quién va a querer contar historias, con o sin moraleja?

– Tú –contestó malicioso–. Querrás que se cuente tu historia, ¿no es así? La fabulosa historia de D. que hizo el mundo en seis días. Y para ello te hará falta la literatura, porque una crónica no recogería el heroísmo que tu gesta merece.

– Está bien –concedió D. algo irritada y con los pómulos encarnados–. Pero de eso te ocupas tú. Yo no pienso volver al Mundo. Ah –dijo alzando el dedo índice y sonriéndose–, y nada de manzanas, odio las manzanas.

El ardoroso joven asintió enigmático y se despidió del vecindario:

– Señoras y señores, me voy al Infierno, no tengo nada más que hacer aquí y D. no me va a aceptar cuando vea cómo ha quedado el Mundo.

Y con una ceremoniosa reverencia partió. 

Poco ha cambiado el barrio tras su marcha, aunque dicen en el vecindario que un par de meses atrás, D. preguntó a su hijo si le apetecería conocer el Mundo.


jueves, 30 de septiembre de 2021

Antes de que se fuera una vez...

 El gato, con las uñas desgastadas de tanto trepar las cortezas de los árboles, hubiera agradecido un buen par de guantes pero aquella estrafalaria idea no encajaba en los planes del viejo Perrault.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Comentarios - Fariña

 Me prestó mi padre el libro del que se habló tanto en su momento (por aquella polémica prohibición que lo convirtió en superventas) y que me he leído después de haber visto la serie, magnífica por cierto.

De Fariña se puede decir que sería muy ameno si no fuera cierto todo lo que cuenta. Es una bofetada en toda regla a un sistema que ignora, permite, negocia e incluso apoya ciertas actividades ilegales. Mejor dicho, a ciertas personas que realizan dichas actividades.

No es nada nuevo, y tampoco causará un terremoto político (aunque un poco lo causó en el momento de su publicación creo que por las menciones directas a Feijóo, actual presidente de la Xunta) porque tenemos la costumbre de olvidar todo lo pasado e incluso lo presente, como reivindica el autor: "No se debe olvidar lo que todavía no ha terminado".

El libro es ambicioso, eso también, porque pretender contar la historia del narcotráfico en Galicia desde los 70 hasta hoy tiene mucho de empresa imposible. Nacho Carretero lo consigue, creo yo, por dos razones, por ser gallego y por desearlo muy fuerte. De tono periodístico y en ocasiones novelesco, teje su historia sobre las diferentes operaciones y juicios, con numerosas entrevistas a personas implicadas directa o indirectamente en la lucha contra las drogas y con citas de las declaraciones de los narcos (los supuestos y los declarados).

Una de las más geniales ideas es el cuento del principio:

Todavía cuentan la historia los viejos de a raia

Un vecino mayor cruzaba a diario la frontera entre Galicia y Portugal en bicicleta, cargando siempre un saco al hombro. Cada vez que atravesaba a raia, la guardia civil le daba el alto y le preguntaba qué llevaba en el saco. El hombre paciente y educado, mostraba siempre el contenido: "es solo carbón", explicaba. Y los agentes mosqueados lo dejaban pasar. (...)

Era un contrabandista de bicicletas.

Con este relato subraya las principales líneas de su tesis: que el contrabando es parte de la historia de Galicia (desde los naufragios de naves romanas a la Guerra Civil Española), que los contrabandistas son "gente común" incluso simpática y que la droga al principio entraba como la bicicleta porque nadie sabía qué era exactamente.

Claro que, según avanza el relato y se observa la toma de conciencia mundial, los problemas son otros: un sector económico muy asentado, y aceptado, en la zona, una estructura muy desarrollada, con varios pasos de ventaja sobre Policía y jueces y por supuesto una serie de conexiones a todos los niveles (infiltrados en la policía, jueces sobornados, políticos conniventes...)

La primera mitad del libro, más o menos hasta la Operación Nécora (que curiosamente es donde termina la serie) se lee con la misma trepidante atención con que se sigue una final de un Mundial o se corea el bis en un concierto. Luego, la intensidad baja un poco porque los grandes protagonistas se diluyen y borbotean muchas pequeñas organizaciones que convierten el libro en un jardín inmenso con todas las flores posibles dentro. Con todo, merece mucho la pena acercarse a los testimonios que recoge Nacho Carretero.

Y cierro con un párrafo de los muchos (aunque no mayoría) que le dedica a la lucha de las Madres contra la Droga:

Después de Galicia empezaron a llamar a algunas puertas en Madrid. En 1989 las madres se reunieron con Felipe González en la Moncloa. Al año siguiente lo harían con el jefe de la oposición José María Aznar: "A Felipe González le dijimos que era imprescindible aumentar la dotación. Se mostró muy sorprendido con la cantidad de información que teníamos". Además de políticos visitaron a jueces y fiscales, entre ellos a Baltasar Garzón y Javier Zaragoza. Avendaño y el resto de madres pusieron el foco donde nunca había estado antes. La agenda política tuvo que hacer hueco a lo que estaba sucediendo en Galicia, y los medios de comunicación empezaron a dedicarles portadas de periódicos y aperturas de telediarios.

El peligro de dibujar a los narcos como héroes (o al menos protagonistas) de la historia se contrarresta con la frialdad de los datos, los testimonios de las madres de la generación perdida, los violentos relatos de los ajustes de cuentas...

En un mundo de plataformas donde la realidad acapara la ficción se esconde el peligro de leer la realidad como imaginaciones, cuentos, novelas... Pero también la otra opción, la de leer en la ficción las claves de nuestra realidad, como hizo en los 30-40 George Orwell. Sea con la fantasía o con la realidad, lo importante es que reflexionemos, para no perdernos en una sucesión vacía de imágenes o palabras.

viernes, 3 de septiembre de 2021

Comentarios - Los santos inocentes

 Septiembre es menos septiembre si tenemos a Delibes como compañía. Este quizá sea uno de sus libros más famosos (a lo que tal vez contribuyó la película de Mario Camus) y peculiares en su formato. Dividido en seis libros (capítulos), cada uno de ellos está narrado sin más punto que el final. No es solo el uso de la coma en su lugar o la ausencia de guiones en los diálogos, sino el modo en que integra estas particularidades técnicas a lo largo de la novela lo que la hace interesante. Y además no se hace pesado, a mí personalmente me pasó desapercibido hasta más allá de la mitad del libro.

He leído que Mario Camus no pudo soltarlo hasta el final y espero que copiando aquí el principio se anime más gente a leer esta narración, repleta de realismo, miseria y crítica social:

A su hermana, la Régula, le contrariaba la actitud del Azarías, y le regañaba y él, entonces, regresaba a la Jara donde el señorito, que a su hermana la Régula le contrariaba la actitud del Azarías porque ella aspiraba a que los muchachos se ilustrasen, cosa que a su hermano se le antojaba un error, que,

  luego no te sirven ni para finos ni para bastos,

pontificaba con su tono de voz brumoso, levemente nasal,

y, por contra, en la Jara, donde el señorito, nadie se preocupaba de si éste o el otro sabían leer o escribir, de si eran letrados o iletrados, o de si el Azarías vagaba de un lado a otro, los remendados pantalones de pana por las corvas, la bragueta sin botones, rutando y con los pies descalzos...

El relato está ambientado en la España rural de los años 60, en un cortijo extremeño, aunque las referencias no sean topográficas (salvo la Raya de lo de Abendújar) sino referentes a la fauna y la flora (grajillas, perdices, palomos, jaras, encinas, alcornoques...). Por cierto que el libro está dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, que murió unos pocos meses antes de que se publicara. Un homenaje que se concreta en las descripciones minuciosas del territorio que son a cada paso de la historia una compañía de realismo y claroscuro:

y a la mañana siguiente, conforme amaneció Dios, Paco, el Bajo, ensilló la yegua y a galope tendido, franqueó la vaguada, el monte de chaparros y el jaral y se presentó, escoltado por los aullidos de los mastines, en el cortijo del señorito del Azarías (...)

me voy por abono para las flores,

y, franqueaba el portón, y se perdía en la loma, entre las jaras y las encinas, buscando a Antonio Abad, el Pastor, que por la hora no podía andar lejos, así que se le topaba, se ponía a caminar parsimoniosamente tras el rebaño, agachándose y recogiendo cagarrutas recientes, hasta que colmaba las herraduras (...)

  esta dirección llevaba, luego estará en aquel chaparro y, si no, amonada en el mato, orilla del alcornoque, no puede haber ido más lejos,

y allá se iba el grupo tras Paco y, si el pájaro no andaba en el chaparro, amonado estaba en el mato, orilla del alcornoque, no fallaba, y el Subsecretario, o el Embajador, o el Minstro, el que fuera, decía asombrado,

  y ¿por qué regla de tres no podía estar en otro sitio, Paco, me lo quieres explicar? ...

La historia bosqueja la realidad rural de los años 60 y es muy crítica con el abandono del Estado, sugiriendo una sociedad feudal y muy jerárquica, con sus caciques y señoritos en sus respectivos cortijos. También está muy presente la caza, creo que como metáfora de una sociedad violenta y claramente dividida en ricos y pobres, cazadores y presas.

A este respecto es muy interesante la figura intermedia de don Pedro el Périto y doña Purita pero ni lo nombro porque creo que es una lectura muy personal.

miércoles, 4 de agosto de 2021

Comentarios - La familia Karnowsky

 Otro libro de judíos de los que me presta mi tía. Reconozco que es un mundo interesantísimo y claro, saben narrar los años 30 y 40 del siglo XX con una cantidad de detalles asombrosa. También los años previos, que son muy iluminadores sobre los orígenes de la Segunda Guerra Mundial.

En este caso se trata de un escritor judío polaco, Israel Yehoshua Singer, emigrado en los años 30, que murió en Nueva York en 1944. Además de novelista, Singer fue también corresponsal, lo que se aprecia en su estilo culto y directo, muy ameno y de lectura ágil. Características que me han permitido leer este libro en poco tiempo pese a sus 500 páginas y otros tantos personajes.

La trama consiste en seguir la vida de la familia Karnowsky, en concreto de tres varones: David, Georg y Yegor (Joachim Georg), aunque en realidad la obra trata sobre Georg, su padre David y su hijo Yegor. Cada uno de los tres Karnowsky comparte algo con sus predecesores (tanto físicamente como en carácter) que lo hace incompatible con la autoridad paterna. Es muy simpático ver cómo funciona el mismo recurso a lo largo de toda la novela sin hacerse pesado o reiterativo. De hecho el libro comienza así:

Los Karnowsky de la Gran Polonia eran conocidos como hombres obstinados y polemistas, aunque también estudiosos y cultivados, sin duda unas mentes de hierro.

En su despejada frente de estudiosos y en sus ojos negros como el carbón, hundidos e inquietos, llevaban inscrito su genio. La obstinación y el espíritu polemista se reflejaban en sus apéndices nasales: unas narices poderosas, de gran tamaño, que sobresalían como un asomo de burla e insolencia de su enjuto y huesudo semblante...

Ya desde el principio vemos que el autor no le va a dedicar mucho protagonismo a las mujeres, aunque aparezcan muchas a lo largo de toda la novela. Y evidentemente, el lugar será el clásico de la Biblia (o la Torá, supongo) donde la mujer o bien es una madre abnegada, fiel y cumplidora o bien una mujer fatal que solo trae consigo perdición al hombre. Mención aparte merece Elsa Landau, una mujer poderosa que hace carrera política (socialista) e intenta enfrentar al nazismo en el propio Parlamento alemán. Pero incluso Elsa en un momento de debilidad se plantea si no hubiera sido más feliz casándose y de este modo entra de nuevo en la categoría de abnegada:

Pero no era feliz. Durante el día se sumergía en su trabajo y se animaba Pero en las largas noches de soledad le sobrevenían todas sus debilidades de mujer. Echaba de menos un hogar, las comodidades, el sosiego y el amor. No podía olvidar a Georg. El tenía esposa, un hijo y un hogar. Llevaba años sin verle pero estaba al tanto de su carrera. Había llegado a ser un médico distinguido. ¡Qué feliz habría sido viviendo con él, siendo su esposa, escuchando su voz, obedeciéndole, sí, incluso obedeciéndole con tal de no verse sola, con tal de no vivir en esa soledad lacerante!

Y en toda la novela se repiten estas escenas de hombres hablando de cosas de hombres y mujeres de cosas de mujeres que contrasta con las ideas progresistas, incluso socialistas que promueven los judíos (aquí me acuerdo del ensayo Sapiens: de animales a hombres, donde su autor, también judío dejaba caer que tenía que existir alguna justificación para que el patriarcado haya pervivido).

En fin, la novela recorre la Alemania (más bien prusiana) de la Primera Guerra Mundial y el periodo de entreguerras con la masiva llegada de inmigrantes judíos hasta la primera victoria de Hitler y su partido (que llama "de las botas altas") y la consiguiente persecución y huida de los judíos a Nueva York. Es curioso ver descrita en Nueva York la misma desconfianza hacia los inmigrantes incluso entre los propios judíos.

Sólo después de años de esfuerzos y duro trabajo, de integración y de logros, habían conseguido escalar las elevadas orillas del Hudson. Además, ellos se habían mostrado agradecidos a los vecinos judíos que los recibieron entonces con cariño y los guiaron en los senderos del nuevo país. Por consiguiente, sintieron rencor hacia esos nuevos inmigrantes, tanto por su elegante vestimenta y sus valiosas posesiones, y por su desembarco directo en la mejor zona de la ciudad, como por su dominio del inglés, por su rechazo a condenar a los perseguidores que los habían expulsado, y sobre todo por ese silencio y distanciamiento que manifestaban hacia ellos y hacia su yiddish.

Los personajes están muy bien construidos y su evolución, desde la fiel observancia de los preceptos judíos del abuelo David hasta el violento rechazo hacia su "raza" del joven Yegor, nacido de un matrimonio "mixto" entre un judío y una alemana. Toda la familia es tratada con cariño y la mayoría de secundarios judíos también. Sin embargo el autor no puede tratar del mismo modo a los alemanes, que acaban siendo caricaturas del mal, la ignorancia y la perversión, pero si uno recuerda que el libro se escribió en 1943, en plena Guerra, se comprende la influencia de la propaganda.


viernes, 30 de julio de 2021

Comentarios - Una mujer en la garganta

Este y otro poemario, que me leeré y comentaré próximamente, del cantante Marwan me los ha dejado mi suegra, que sabe de mi gusto por la poesía y la música de cantautor. No había escuchado mucho a Marwan y en las dos o tres canciones que pusimos me recordó inmediatamente a Ismael Serrano.

El poemario es tradicional en la temática (amor, intimismo, poesía y denuncia social), juguetón en la métrica (combina prosa poética con sonetos endecasílabos clásicos, aforismos con largos romances) y moderno en el lenguaje (salpicado de likes, app's, tinders y demás actualidades 6.0... o 7, que ya no sé por dónde iremos).

Homenajea a Sabina por su cumpleaños y se nota la influencia del jienense en uno de sus textos amorosos, donde narra un desencuentro con una mujer fatal: "Sí, estaba loca, lo sé. Pero mírenme a mí. Me amaba, pero no me quería; me buscaba, pero realmente deseaba no encontrarme al otro lado, con el amor y las preguntas saltando entre las manos (...) Se iba para volver. Perdón lo dije mal. Delete. Se iba para volver a tener ganas de volver. Viajaba al barrio de la calma para recordar..." Yo en estas líneas he visto ecos de al menos 4 o 5 grandes canciones de Sabina (Calle Melancolía, Y sin embargo, Pero qué hermosas eran, Peor para el sol y 19 días y 500 noches).

Tiene un endecasílabo que me ha gustado mucho casi al final de un poema en el que reflexiona sobre los enfrentamientos entre poetas que dice: "verdaderamente no es la incultura". No es fácil, y menos cuando uno es leído, sustraerse a la tentación de llamar a los demás incultos y da verdadero placer observar como la cultura queda a un lado y la responsabilidad verdadera recae en las personas.

Mis poemas preferidos son precisamente los que tienen un contenido más social y los que hablan de qué es la poesía. Se destacan frente al resto por desvelar un corazón que quiere convertir la rabia en comprensión y que ve al poeta como a un mago atormentado (en ocasiones como a un atormentado mago).

El primero, que abre el poemario, es "Sobre ese momento"

Y digo yo

que alguno de esos hombres

que lucharon en cualquier bando

de cualquier guerra

tuvo que sufrir un acceso de compasión

teniendo frente a sí

a un hombre desarmado del bando enemigo

y no disparó.

Todos los libros,

canciones

y películas del mundo

deberían tratar

sobre ese momento.

viernes, 23 de julio de 2021

Comentarios - La insolación

La primera parte de la trilogía inacabada de Carmen Laforet es una maravilla. Una oda al verano y a la libertad... y a la juventud efímera, porque no hay mejor momento para hablar del verano que la juventud. Nada que ver con la noche toledana del segundo tomo Al volver la esquina, que transcurría en calles frías y lluviosas.

Me ha gustado leerlo así, al revés de cómo los publicó. Le da otro sentido al título genérico Tres pasos fuera del tiempo. Y sobre todo, me ha descubierto a Martín Soto, el personaje de origen enigmático que ahora comprendo mucho mejor:

A ninguno de estos grupos pertenecía Martín. En ninguno podía entrar. Entre las mujeres y los niños se sentía asqueado y los hombres le rechazaban. No podía hacer otra cosa que dibujar, dibujar siempre.

Martín dibujó hasta el jueves. El jueves, día marcado para aquella discutida recepción de Eugenio y Adela, la vida de Martín tuvo un giro imprevisto y se salió de aquel interés de las caras de los hombres y de las mujeres, de la vida del pueblo que comenzaba a adivinar, y hasta de su necesidad de dibujar continuamente.

En la novela se recorren los tres veranos de adolescencia que Martín pasa junto a los hermanos Corsi con los que se reencontrará diez años más tarde en una situación muy diferente y al mismo tiempo muy parecida. Un encuentro cuya nostalgia ya impregna las páginas del primer libro, aunque el chico no sepa aún la dimensión de su melancolía:

Fue quedándose atrás en la carrera que llevaban Anita y Carlos hacia la plaza del Casino. En un momento determinado los vio desaparecer al volver una esquina y entonces la calle, con su cielo azul, los cables de la luz sobre las azoteas blancas, los pájaros sobre los alambres, las ventanas, el empedrado, los niños que jugaban junto a una puerta, todo le pareció enormemente melancólico. Echó a correr de nuevo y encontró en la plaza a sus amigos.

Con la abundancia y la tranquilidad de los largos y calurosos días del verano transcurre la novela. Se mueve en lo sutil bajo formas bruscas o bruscamente con situaciones simples, igual que juegan los niños. Y lo hace siempre en esa atmósfera seca que te obliga a leer con una botella de agua cerca para enjuagarte el polvo de los caminos de la España de posguerra.

Termino con el primer párrafo que me parece una fotografía social del secarral que por aquel entonces debía ser todo el país.

Era como viajar hacia el centro mismo del sol. Pasaban pitas, chumberas, pueblos como muertos. A veces, naranjeros, huertos grises, filas de palmeras quemadas. Todo el color lo comía la luz.

A veces se detenían en un poblado para repostar agua y entonces acudían chiquillos medio desnudos, morenos, desgreñados. Brotaban de pronto entre una calle vacía. Moscas, infinitas moscas asaltaban el vehículo. Aparecían guardias civiles. En otros sitios, falangistas, soldados también. Saludaban al padre de Martín. Luego, la carretera.

miércoles, 21 de julio de 2021

Golpe de calor

 Es con estas pequeñas desgracias como los niños se van haciendo adultos.

Quim Monzó

El hombre de la camisa harapienta está postrado de rodillas junto a un banco de la calle. Son las ocho de la tarde y es domingo, pero nadie sale, por la calor. El hombre, que además de llevar una camisa harapienta huele a vómito y a sudor, se agarra a las maderas anaranjadas del asiento para incorporarse. No sabemos si será el alcohol o la desconsiderada temperatura de estos primeros días del verano. Lo que sí sabemos es que necesita agua y no hay un alma, ni una tienda abierta y tampoco una fuente. Ya no hay fuentes en los pueblos, son peligrosas: por la sequía y por los contagios.

Vamos a dejar al hombre que huele a vómito y tiene los ojos azules descansar unas horas junto al banco, porque aún no ha llegado la hora de que los jóvenes alegres paseen por allí. Es una lástima que los jóvenes alegres, que visten chaquetas vaqueras por si refresca a la mañana, no se acerquen al banco hasta bien pasada la medianoche. Quizás si hubieran salido antes de casa (maldito calor) o dejado el último bar antes del cierre, quizás, el hombre de la camisa harapienta y barba descuidada seguiría vivo. Deshidratado, pero vivo.