viernes, 30 de abril de 2021

Comentarios - La guerra de los mundos

Hace al menos 20 años que me leí La máquina del tiempo. No recuerdo mucho de aquella lectura, si acaso que me costó más que las novelas de Julio Verne, de las que era admirador y coleccionista. Con La guerra de los mundos me he reencontrado con ese sentimiento de "preferir a Verne" sin saber muy bien por qué (tendré que releer al francés). 

Más allá de ello creo que la proliferación de la sci-fi en literatura y cine ha hecho daño a las detalladas descripciones de Wells que, leídas hoy, no parecen muy originales. Sin embargo, el libro ofrece una mirada muy actual sobre la sociedad, más si cabe con el contexto de pandemia, pese a tener sus escritos más de un siglo de antigüedad: un mérito de difícil valoración pues no sé si es acierto de un escritor visionario, tristeza de una sociedad incapaz de evolucionar, ambas cosas o ninguna.

Tres apuntes formales: uno es la enorme cantidad de páginas que se suceden sin diálogos. Tiene una enorme dificultad construir una novela así, aunque el abuso de las descripciones y los monólogos filosóficos yuxtapuestos generan ese incontrolable deseo, tentación de mal lector, de saltarse los párrafos o leer diagonalmente.

Estilo de diario en primera persona, el propio autor lo interrumpe durante unos capítulos en los que narra las peripecias de su hermano. Un truco que llama la atención y que visibiliza Wells, salpicando de referencias metanarrativas su texto:

En el primer libro me he alejado mucho de mis propias aventuras para contar las experiencias de mi hermano, mientras durante todos los últimos capítulos el párroco y yo permanecíamos escondidos en una casa vacía en Halliford, en nuestra huida del Humo Negro, Ahora reanudaré mi propia historia.

Por último, en lo que destaca Wells como un verdadero maestro, a mi juicio, es en el lenguaje catastrofista con muchas acciones en la misma frase y palabras aterradoras. Algunas de las descripciones son actuales hoy y podemos identificarlas con cientos de películas apocalípticas y post-apocalípticas, lo cual es un enorme mérito para un libro que tiene casi 125 años.

A las tres la gente era pisoteada y aplastada en Bishopsgate Street; a un par de cientos de metros o más de la estación de Liverpool Street se dispararon revólveres, fueron apuñaladas varias personas y el policía que había sido enviado para dirigir el tráfico, agotado y furioso, se dedicaba a partirles la cabeza a la gente que se suponía que debía proteger.

La novela es famosa por la adaptación a la radio que haría 40 años más tarde Orson Welles y que provocó un pánico similar al que se describe en la novela. Fuera la imaginación desbordante o el realismo más intuitivo, lo que pone de sí mismo H. G. Wells es un cierto desprecio por la iglesia (en concreto a través de un párroco poco preparado para la vida y la muerte. El personaje protagonista, sin embargo, da gracias a Dios o reza a Dios por la salvación propia y de la humanidad, algo que hoy permanece en los cientos de títulos cinematográficos hollywoodienses relacionados con las invasiones.

Para terminar, lo mejor del libro para mi gusto es su mirada filosófica y el reflejo de su tiempo. El contexto de la novela (publicada en 1898) es seguramente la carrera colonial de los grandes imperios, así como el desarrollo de los medios de locomoción adaptados a la guerra (aviones de los marcianos vs tanques de los humanos). Pero la mirada social es bastante escalofriante en párrafos como este que pone en boca de un personaje secundario:

Toda esa gente, el tipo de personas que vivían en esas casas, todos esos malditos empleados insignificantes que acostumbran a vivir así... no sirven. (...) Todas las mañanas dirigiéndose a su trabajo, los he visto a centenares, con su desayuno en la mano, corriendo locamente para alcanzar el tren correspondiente a su abono trimestral, por temor a ser despedidos si no llegaban a tiempo; (...) Y los domingos, el temor a la otra vida. Bueno, para ellos los marcianos serán una bendición. Hermosas y amplias jaulas, cebados de comida, una cuidadosa selección de la descendencia, ninguna preocupación. Al cabo de una semana o así de ser perseguidos por los campos se dejarán atrapar alegremente.

Todo un tratado sobre el miedo y la manipulación que ejercen los poderes (aquí religiosos y políticos) sobre los súbditos o esclavos y una crítica también a ese conformismo o aceptación del poder como "el mejor de los mundos posibles". 

Me suena de algo, ¿no creéis?

viernes, 23 de abril de 2021

Comentarios - El entusiasmo

Precariedad y trabajo creativo en la era digital. Así reza el subtítulo de este brutal ensayo de Remedios Zafra que fue premio anagrama de ensayo en 2017.  Y de eso va, de precariedad (en concreto laboral), de trabajo creativo (especialmente en el ámbito universitario) y por supuesto de la era digital como marco actual en el que se perpetúan dinámicas sociales previas y propias del capitalismo neoliberal.

Es un ensayo muy interesante por la forma y por el fondo, y no es una casualidad, porque ella misma reivindica la forma como parte del fondo, casi como la primera revolución necesaria en esta era:

No está claro en qué momento cercano la academia sucumbió al mercado y ofreció la cultura en trozos aptos para la circulación rápida y posicionable; exigentes con la forma y el peso - homogeneizados-, pero descuidando - y a veces denostando - riesgo creativo, subjetividad y sentido. Cegada por el espejismo de exactitud y de predecibilidad estadística y matemática, la academia parece haber sucumbido a una inquisitoria racionalidad apoyada en tres pilares: precariedad, burocracia y objetivación numérica.

Ya aquí, y durante todo el texto, va a profundizar en los mecanismos que construyen al mercado en la era digital: la prisa, la construcción de la imagen-máscara, las redes sociales como espacios virtuales de convivencia entre imágenes no personas... Y lo cuenta a través de la historia de Sibila, una doctoranda que se entusiasma con el trabajo creativo. Por ahí empieza con una reflexión muy aguda sobre la creación y la pobreza. Pongo algo muy breve (creo que en este comentario me voy a pasar de citas):

En algún momento de nuestra historia hablar de dinero cuando uno escribe, pinta, compone una obra o crea se hizo de mal gusto. Como si la creación habitara esa dimensión donde el pago ya se presupone suficiente en el ejercicio creador...

Esto se conecta directamente con los ejes de precariedad y pobreza que impide o dificulta el título de su primer capítulo: Los pobres crean. Dice Zafra que una persona entusiasta se lanza al trabajo creativo pero recibe un mensaje del sistema: prepara tu vida para poder hacer ese trabajo más adelante. Ahí entraría lo que ella define como el entusiasmo fingido, que no es otra cosa que la conciencia de que mañana nunca llega y que la rutina no te acerca a ese deseo creativo.

Hablando de deseo, también de precariedad y también de cuidados, introduce la feminización de la pobreza, la paradoja de la imagen y la supuesta libertad de esta era digital, que no lo es debido a la imposición de una máscara/imagen propia que sustituye al ser:

... "en teoría" hoy las diferencias físicas y sus variables se podrían difuminar mediante la ocultación de los cuerpos...

Enfatizo "en teoría" porque si bien esta potencia late en Internet, lo que hoy advertimos es la presión por huir de la fantasía y evitar la máscara propia de todo juego identitario. A ello apunta el marco neoliberal que rentabiliza y gestiona las herramientas y recursos de visibilización identitaria online.

(...)

Esto acontece además por la colonización y dominio privado de los espacios de interacción social en Internet. De hecho las redes sociales donde habitan los entusiastas son espacios con apariencia pública pero bajo control e ideación privada.

Y ya en concreto desde una mirada feminista narra la circunstancia de Sibila, que tiene una beca insuficiente para una estancia en el extranjero y recibe la llamada de su casa para regresar a cuidar de su madre enferma. Haciendo de lo personal algo político y trascendiendo la circunstancia individual hasta el nivel social, la autora se pregunta con ganas de incomodar y cuestionar el sistema:

¿Por qué cuanto más pobre es un contexto, más responsabilidades individuales y menos autonomía personal tienen quienes cuidan? ¿Por qué cuanto más abdica la política en su responsabilidad social (educación, sanidad, dependencia e igualdad), menos garantías de justicia social? Cuantas más estructuras sociales y de asistencia desaparecen basándose en razones económicas y derivando a la privatización de servicios, más precariedad y angustia sobre el futuro, tanto de los enfermos, niños, ancianos y dependientes como de quienes se sienten empujados a abandonar sus trabajos (actuales o por venir) para suplir la dejadez social y la irresponsabilidad política... es un fracaso social.

Todo el libro sin olvidar en ningún momento el entusiasmo y a los entusiastas como piezas de este motor que mueve el mundo (y cuyos ingenieros por cierto siguen siendo los mismos).

Parece que no nos quedan muchas ganas de "tener a Dios dentro de uno mismo" como se define la palabra griega entusiasmo... o a lo mejor es precisamente que se nos ha metido algo dentro y nos han dicho que es Dios... y además nos lo hemos creído.

También habla de los neorrurales como gente que puede (podemos) permitirnos volver al pueblo como opción no como obligación, pero que cae(mos) en el error de presuponer que también quien regresa obligada debería entusiasmarse. Buen toque de atención para no perder de vista otras miradas (la diferencia de Lévinas).

En fin, muy recomendable la lectura de este ensayo y en general de la obra de Remedios Zafra, que nos sitúa siempre en la incomodidad que suele caracterizar al/la artista y no al entretenimiento.

Debates, política, amenazas, democracia y odio

Breve resumen: en la Cadena SER, horas después de que tres personalidades políticas fueran amenazadas de muerte, ha habido un debate entre los partidos candidatos a gobernar la Comunidad de Madrid. Al tratarse de uno de los candidatos presentes, la periodista Angels Barceló pregunta sobre ello a los partidos. Se da un encontronazo entre la candidata de VOX y el candidato de Unidas Podemos, éste último se marcha y el debate continúa.

Todo esto genera una gran reflexión sobre la democracia, el miedo, el odio, las amenazas, las líneas rojas, las fake news, el fascismo, etc... Evidentemente, se cae en el juego político de la instrumentalización, como ha ocurrido en la historia de la democracia con las víctimas del COVID, las víctimas de ETA, las víctimas del 11-M, las víctimas del GAL, etc.

Como partidos políticos, se les presupone el interés partidista por arrimarse a todo posicionamiento que les dé votos, pero la tendencia, creo yo, es inquietante. Porque la democracia es un marco, un marco tan amplio que acoge, como hizo en su momento, al partido nacionalsocialista alemán, y si lo acoge, puede ser votado y puede llegar a ganar, como hizo Hitler, y gobernar y convertir una democracia en una dictadura.

Pero ese partido, esos dirigentes, no pueden llamarse demócratas, porque no lo son (de hecho implantan una dictadura). Son tan poco demócratas, que si no llegan al gobierno a través de las urnas, dan un golpe de estado y toman el poder por las armas (como es el caso de Franco). Y pueden hacer muchas cosas buenas, como los pantanos, la seguridad social o lo que ellos quieran. Pero nunca se podrá decir que son demócratas. Precisamente porque harán lo que ellos quieran.

Si la democracia es el marco que deseamos, si nos consideramos demócratas, no votaremos a estos partidos antidemocráticos aunque algunas de sus propuestas puedan convencernos (aunque sean los únicos que hagan esa propuesta), porque tendremos la capacidad de exigir un mínimo democrático a nuestros partidos.

Y ya puestos a soñar, sería maravilloso que la educación recibiera la atención que merece y pudiéramos crecer en la salud democrática y en el pensamiento crítico. Hasta entonces, sería muy de agradecer que los partidos políticos y los medios de comunicación facilitaran la democracia, en lugar de enfangarla con comentarios pasionales.

Debe ser muy duro recibir una amenaza de muerte. Debe ser muy tentador utilizarlo políticamente. Debe ser muy ruin provocar gratuitamente al amenazado. Y sería maravilloso que los partidos aprendieran de la sociedad la capacidad de sustraerse al fango y defender la democracia por encima de los partidos y sus guerrillas de votos. 

Porque millones de personas nos manifestamos cuando murió Miguel Ángel Blanco, millones cuando USA, Reino Unido y España iniciaron la Guerra contra Irak que provocó alrededor de 30000 muertes entre civiles y militares, millones cuando murieron 191 personas el 11 de marzo de 2004. Y si la gente corriente somos capaces de repudiar la violencia, aunque estemos de acuerdo con el ideario político de quien las ejecuta, entonces la democracia sobrevivirá al fango político. Si no, quizá tenga sentido el miedo a la posibilidad de una nueva guerra civil que tanto utilizan electoralmente.

viernes, 16 de abril de 2021

Comentarios - Los hermanos Karamazov

 Bueno, bueno, bueno... Menuda sorpresa ha sido abrir el libro de Dostoievski y encontrarme con el starets Zósimo. Y eso que alguien ya me lo dijo en su momento (o sea, en el momento de conocerme). En fin, de un alquimista que ayudaba al gitano Melquíades a convertir la paja en oro a un monje ruso que tiene un papel quizá igual de breve pero bastante importante en la trama.

Lo mejor es arrancar con el primer párrafo del libro. Un ejemplo maravilloso de cómo empezar una novela y atrapar desde el principio:

Fedor Pavlovich Karamazov era un terrateniente de escasa importancia social, pero muy conocido en su distrito a causa de las misteriosas circunstancias que rodearon su trágica muerte. (...) Era un redomado gorrón, un perfecto parásito.

Con este inicio ya sabemos de qué va la novela, que nos contará la muerte de este hombre y sus circunstancias, pero también sabemos que no es el verdadero protagonista y, por decirlo suavemente, que no le tomaremos cariño durante la lectura. Conste que no copio el párrafo entero para evitar las demasiadas pistas sobre la historia y su desarrollo.

Se dice de Dostoievski y de la novela rusa de aquellos tiempos (mediados y finales del siglo XIX) que representan el realismo psicológico, o algo así. Y es verdad que los personajes están construidos y mostrados en todas sus contradicciones, sus cuerpos y sus voces se agitan tanto o más que sus mentes y cambian de estado a la velocidad del rayo, por ejemplo en esta discusión entre padre e hijo (Fedor Pavlovich y Dimitri Fedorovich, cariñosamente llamado Mitia):

-¡Cállese! -exclamó Dimitri Fedorovich-. Espere que yo me haya marchado. Tenga cuidado con no manchar en mi presencia a la más noble de las jóvenes... Es ya una vergüenza para ella que se haya atrevido a aludirla... ¡No lo toleraré!

-¡Mitia! ¡Mitia! -gritó Fedor Pavlovich sujetándose las lágrimas-. ¿Qué has hecho de la bendición paternal? ¿Qué te ocurrirá si te maldigo?

-¡Hipócrita desvergonzado! -rugió Dimitri Fedorovich.

-Así trata a su padre, ¡a su padre! ¿Qué no hará con los demás?

Gritos, rugidos y exclamaciones, mezclados con lágrimas y sentimientos "nobles" en los que yo veo algo de crítica al romanticismo, pero  suave, ya que el propio Dostoievski era una contradicción en sí mismo. Todo un personaje el propio autor, tanto que necesita desdoblarse en seis o siete para contar su historia.

Si atendemos a la biografía, casi todos los personajes de la novela tienen algo de su autor (el starets Zósimo sus ideas religiosas y políticas, el hijo Dimitri sus sentimientos de culpa, el supuesto hijastro Smerdiakov su epilepsia, el hijo ateo Ivan su éxito de escritor...

La novela va de hombres, claramente: el padre y sus cuatro hijos, de modo que a los personajes femeninos les queda reservado un cliché que el autor explora, el de la mujer fatal. Tanto Katerina Ivanovna como Gruchineka se muestran frívolas y calculadoras, pero también enamoradas y arrepentidas. Les incorpora el análisis de clase y quizá tenga más afinidad con la aristocracia por su trato hacia la noble Katia, por ejemplo aquí hablan de ella Alexei (Alioscha) e Ivan:

-Katerina Ivanovna te ama, hermano- dijo tristemente Alioscha

-Es posible; pero ella no me gusta a mí.

-Ella sufre. ¿Por qué decirle entonces... a veces, palabras que le dan esperanza?- prosiguió tímidamente Alioscha-. Sé que lo has hecho. Perdona que te hable así.

Para concluir, diré que juega maravillosamente con el dinero - la historia está salpicada de dotes y herencias pendientes, regaladas o no cobradas - y el amor, situando a los personajes con frecuencia en esa disyuntiva, en esa pregunta fatal:

Gruchineka abrió un cajón, tomó su portamonedas y sacó de él un billete de veinticinco rublos.

-Toma Rakitka, ya estoy en paz contigo. No lo rechaces porque tú mimso lo pediste. -Y le arrojó el billete.

Rakitine, visiblemente confundido, se esforzó por guardarlo.

-Tú no nos quieres, Rakitka.

-¿Y por qué tengo yo que quereros?- dijo brutalmente. El había contado con que le pagarían sin que se enterara Alioscha, cuya presencia le avergonzaba y le irritaba.

viernes, 9 de abril de 2021

Comentarios - Soledades. Galerías. Otros Poemas

Machado con sus cantares

te invita a versar la prosa

y recorrer los caminos

de agua, de tierra y de moscas.

 

Si a algún lugar el poeta

de los que pueblan su mente

regresa mucho es sin duda

a su infancia y a la fuente.

 

Tiene el agua su poesía

la sed y el sonido revuelto

la monotonía aquella

y el temblor de lo que es cierto.

 

El arte mayor también lo domina

y le da el aspecto de la tarde clara

que endulza el sabor del fruto prohibido

bajo el ritmo lento de viejas campanas.

 

Aunque luz alumbren y brote el agua

no todos sus versos son la primavera

también los secos campos de Castilla

los vientos de otoño, los fríos, la hoguera.

 

La sabiduría del tiempo que la tierra

esconde en los jazmines

y la verdinosa piedra,

que brotan con su pasajera vida

que cubren el camino de su muerte lenta

espejan soledades del poeta.

Galerías. Recorridos de ida y vuelta.

 

Y no quiero por odiosa que sea la comparación, dejar de compartir un fragmento de un poema. Elijo uno de los suprimidos de Soledades (la primera edición), por no caer en los clásicos ya de sobra conocidos y porque me parece que el segundo verso es maravilloso.


Siempre que sale el alma de la obscura

galería de un sueño de congoja,

sobre un campo de luz tiende la vista

que un frío sol colora. 

Surge el hastío de la luz; las vagas,

confusas, turbias formas

que poblaban el aire, se disipan,

ídolos del poeta, nebulosas

amadas de las vísperas carmíneas

que un sueño engendra y un oriente borra.

(...)

¡Criaderos de oro lleva

en su vientre de sombra!...


viernes, 2 de abril de 2021

Comentarios - Lo raro es vivir

 En esta aventura, reto, juego, o como quiera llamarse la excusa que he encontrado para escribir seguido, tiene mucho que ver Carmen Martín Gaite. En concreto uno de sus cuentos, leído hará cerca de un año como parte de un curso de escritura creativa en pdf. Desde entonces nada más suyo. Hasta ahora, claro, que me cruzo en el catálogo online de la biblioteca con su novela Lo raro es vivir. Y aún tardo un poquito más en enterarme de su vida, y lo hago brevemente y a través de la wikipedia. Me basta para encontrar una conexión, que su familia materna es de Orense y que veraneaba en Barbadás. Pues eso, que lo raro es vivir.

Es esta novela uno de sus últimos libros y de alguna manera creo que hace las paces con la muerte, tan protagonista como la voz narradora, que es la de una mujer joven en dos momentos muy concretos de su vida, el abandono de la adolescencia y la bienvenida a la vida adulta. Que sabiamente no son el mismo espacio temporal aunque los hilos del recuerdo acerquen sus vivencias remotas hasta casi confundirlas con el presente.

Un viaje que ya en su primer capítulo contiene casi todos los argumentos que desarrolla:

Me subió desde los pies como una ola de fuego que me desentumecía. Hojas secas y papeles de archivo se consumían en aquella hoguera.

  –Llevo mucho tiempo sin jugar a nada. ¿Qué hay que hacer? –pregunté–. Tendrá que ponerme en antecedentes.

  –Por supuesto. Y usted a mí. No nos conocemos apenas. Pero nos convendría, de entrada, fiarnos uno de otro al menos un poco.

Le alargué la mano

  –Puede darlo por hecho en lo que a mí respecta

Un poco de Goethe, otro poco de Dante y mucho del universo mágico de Carmen Martín Gaite pasado por el tamiz de unos años 80 y 90 en los que sexo, drogas y rock'n'roll ayudaban a escapar tramposamente al paso de los años, detenidos, acaso criogenizados y al mismo tiempo acelerando la carrera hacia la muerte.

Me fascina este párrafo en el que refiere su gusto por la literatura juvenil y quién sabe si también por el engaño, para el que utilizará a un curioso personaje del siglo XVIII, del que no se sabe si fue primero loco o mentiroso.

Me senté en la terraza de un bar, pedí una cerveza y saqué del bolso la hoja de bloc. Debajo del itinerario tachado con una equis roja decía: “Pista engañosa. Por ahí te pierdes seguro.” Bueno –suspiré–, me había metido por la pista engañosa, no es una situación desconocida para mí y tiene su aliciente porque invita a reflexionar. En todos los juegos infantiles, en los cuentos de hadas, en las adivinanzas, hay una o varias pistas engañosas. Y más tardes también en las novelas policiacas y en la investigación judicial y en las conjeturas sobre la conducta sospechosa de un amante. Contraponer la verdad al engaño es el juego por excelencia, aunque difícil: o nos engañamos o nos engañan.

Ha sido muy curioso, al googlear el título del libro, encontrar varios blogs que reseñan esta novela de manera parecida a la mía, pero mucho más profesional. Tienen más recorrido también y una selección envidiable, en la que seguramente pescaré algún título futuro.

Si es verdad que tras leer a Pavese la Ginzburg da continuidad a ese hilo literario italiano de mediados del siglo XX, no lo es menos que Martín Gaite, que tradujo y conoció a la italiana, conecta con esa corriente. 

En sus cuentos encuentro ecos de ambos.

Una aliteración que me recuerda también al personaje de Magda, que lee a San Juan de la Cruz y cita precisamente este verso genial: "Un no sé qué que queda balbuciendo"