miércoles, 11 de mayo de 2016

Me doy un baño

Antes de que me vengáis con que si el blog ponmeunagua, que si trabajo en un balneario y que si ahora escribo de bañarse os aviso: esta entrada no va de aguas.

Hoy me he dado un baño. Creo que no se lleva eso, o a lo mejor es retro o poco ético. Sea como sea, me he dado un baño.

Y no es fácil, que las casas ya no las hacen con bañera, que todo son platos de ducha y además siempre con la misma coletilla: "Total, tú ¿cuántas veces te bañas al año? Ninguna, ¿verdad? Pues pon un plato de ducha".

Para darse un baño lo primero es poner el tapón de la bañera y abrir el grifo teniendo cuidado de que el agua salga más caliente de lo normal. Mientras el líquido elemento cae con un ruido infernal que casi te hace arrepentirte de lo que vas a hacer, la mente vuela y juguetea con paradojas históricas:

¡Qué curioso! Toda la infancia riéndonos de los medievales, que eran unos guarros porque sólo se bañaban una vez al mes (o al año) y nosotros ni eso. Vale, nos duchamos. Y nos afeitamos, ponemos desodorante, crema, colonia, sí, pero de bañarse nanay.

Lo mejor de estas reflexiones es que provocan un doble efecto: la risa y el paso del tiempo; así que cuando te quieres dar cuenta hay que cerrar el grifo porque se sale el agua de la bañera. Por supuesto, demasiado caliente.

Y adentro.

Supongo que la gente no se baña porque requiere mucho tiempo pero es un ejercicio muy sano cuando uno se siente proustiano o joyciano (todo lo que pueda uno ser proustiano o joyciano sin haber sido capaz de ir más allá de la página 193 del Ulises, por ejemplo) y cada pensamiento se entremezcla con la sensación suave del agua, primero muy caliente, luego agradablemente caliente, luego templada, luego tibia, luego...

Entonces, quién sabe si por el frío, la mente, que había desconectado hasta casi alcanzar el nirvana, regresa implacable para martillearte con la canción del verano (la del actual o la del anterior, supongo que depende de la época) y tomas conciencia del momento: hora de terminar el baño.

Y levantas el tapón.

De repente, la calma que envolvía el momento se vuelve opaca y el lento pero constante desaparecer transparente por el sumidero va dejando la piel húmeda cada vez más seca.

El desagüe es al principio silencioso como un duende que no quisiera romper la mágica paz anterior y, de repente, como escupido de nuevo a la realidad, cuando el nivel del agua ha bajado tanto que apenas sientes su presencia bajo el culo, inicia un ruido ensordecedor que te sustrae del éxtasis.

El éxtasis es razón y causa de que no nos bañemos más a menudo: durante la segunda mitad del vaciado de la bañera, un remolino tímido aparece sobre el sumidero. Si uno se detiene y lo observa desde la perpendicular perfecta, casi coincide con el centro mismo de la tierra y siente uno tal respeto que teme casi respirar, pues el más leve movimiento inclina el remolino. Superado el respeto o adoración, inicia el juego infantil de hacerlo más grande, o más torcido o invisible. Todo, en realidad, por no ver la inexorable llegada del final del baño.

Dicen que un sabio, dueño de una taberna, acostumbraba a despedirse así cuando, a última hora, los habituales más a su gusto se encontraban: "Señores, nada es eterno, vayan haciéndose a la idea"

Yo creo que no nos bañamos porque nos hemos hecho a la idea antes de tiempo.