miércoles, 27 de febrero de 2013

Riassunto mensile


Agli amici e le amiche

Dovuto alle innumerevoli richieste, (cioè, 1), mi sembra opportuno raccontare alcune delle mie avventure in italiano… Ora non avete più scuse per non leggere il blog, ¡ha ha ha!

Inanzitutto, devo dire che non sono mai stato uno che l’ingegno ce l’ha molto, anche se devo, hmrrrr, ammettere, che in spagnolo i post vengono simpatici e divertenti. Proverò a farvi ridere... da dove cominciare? Ad esempio, da quà:
-          Ma, tu, come mai sei partito per l’Australia?
-          Non lo so, sará la crisi dei 30 anni o che mi sento come Peter Pan e voglio viaggiare ma non crescere, o semplicemente, un giorno ho detto me ne vado e così ho fatto.

Sono a Sydney. A saperlo prima sarei andato a Melbourne, o a Perth, o ancora più probabilmente in un altro paese, perché qui la vita non è económica. A cominciare dal cibo (persino la pasta ha dei prezzi proibitivi). Meno male che non ho perso il naso per cogliere le occasioni di scroccare in grandi e piccoli evento.

Anche perché in Australia non ci posso andare con la magica Working holiday visa (un visto di lavoro-viaggio che permette di lavorare qui con certe restrizioni) benché con una più cara Student visa (visto ottenuto dopo essere iscritto in un corso qualunque tra quelli approvati dal Ministero, cioè di un minimo di $3500, e che permette di lavorare con maggiori restrizioni della WHV).

“Gli australiani sono simpatici e vedrai che l’accento si capisce benissimo, non sono mica come gli inglesi” dicevano per incoraggiarmi. Ma soltanto per quello. Come immaginate, non ho capito più del 25% delle cose che mi hanno detto durante i primi 20 giorni. Ora sto migliorando, però… sono quasi al 30%.

Siccome i prezzi degli affitti sono assurdi quanto gli altri, abito in un’appartamento di due stanze con altre 6 persone (le sardine nella lattina ci possono nuotare in confronto) che perlomeno sono molto simpatiche e poco spagnole. 5 francesi ed una bengalese. I vicini (perché il palazzo sembra un collegio universitario francese) sono a casa la maggior parte del tempo, per cui non ci sentiamo mai soli e se non fosse  perché sono venuto a imparare l’inglese una volta per tutte oramai scriverei come Sartre o Molière (il che, se ci pensi, non sarebbe male…)

E in questo mese, cosa ho fatto?
  1. Iniziare il corso, “Event management” molto interessante
  2. Trovare casa (il più economico possible/vivibile)
  3. Cercare lavoro (se credevate che qui il lavoro c’era e potevi prenderlo come la frutta degli alberi non è così. Comunque rimane sempre più semplice e decisamente meglio pagato di quanto non lo sia in Europa)
  4. Fare volontariato in tutti gli evento possibili (se tanto il lavoro non c’è, almeno così posso ottenere esperienza)
  5. Creare un blog per raccontare l’esperienza (che non è forse così diversa dagli altri luoghi in cui sono stato, ma permette di recuperare quelle vecchie storie e metterle a confronto con quelle nuove.

Così, mi sono reso conto che non ho imparato nulla e continuano a fregarmi come vogliono (anche se per il momento non ho incrociato nessun Carlo Rossi pugilista di fama mondiale… E invece si che ho trovato un’agenzia di attori e modelli che mi sembra molto adatta per rinnovare il mio book (la melanzana non è più di moda).

sábado, 23 de febrero de 2013

Mil playas en una, la de Bondi


A mi abuela, por sus excursiones

Aprovechando que hoy llueve a mares, voy a hablaros de la playa:

Con casa, curso y comida resueltos solo me quedaba hacer lo que primero quise y tuve que dejar para el final.
Como le comenté a varias personas, mi primera idea era de una originalidad máxima: pensaba irme a la playa nada más llegar y colgar una foto de mí mismo tomando el solecito en pleno invierno (vamos, lo que haría cualquiera). 
Aunque me encanta que los planes salgan bien, las cosas a veces se tuercen y uno llega el lunes 28 de enero, que resulta ser fiesta nacional porque el 26, que cayó en sábado, era el día de Australia y el lunes debían tener resaca hasta los canguros.
Y habrá quien se diga, “¿qué tendrá que ver que fuera lunes y fiesta nacional para no ir a la playa?” Pues nada, la verdad, era sólo una introducción. Lo malo no es que fuera lunes, ni que fuera fiesta, ni que llegara al albergue antes de la apertura y me tuviera que quedar en la puerta esperando a que alguien abriese.

Lo malo fue el tiempo: Si apenas 5 días antes de irme se quemaban los bosques y Australia hervía, mis 48 primeras horas en el país aussie no pude ver la luz del sol. Y la playa no merece la pena cuando llueve, sobre todo con los precios que tiene el transporte público.

En azul, el camino de google. En rojo el mío
Pero me desquité, y llegué a Bondi Beach, la playa más cercana al centro. Llegué como soy yo, a mi manera; entré en google maps por la mañana y le eché un vistacillo rápido: vale, cojo el tren hasta Bondi Junction, luego me bajo, giro a la derecha, sigo Oxford Street y después de 15 o 20 minutos giro a la derecha, pero vamos, que digo yo que estará indicado…


¿Adivinas, Claudia? Me perdí. Bueno, en realidad llegué a la playa por otro sitio (es decir, dando un rodeo de una hora y pico porque a la imagen hay que añadirle unos cuántos cambios de dirección). Pero como tenía tiempo de sobra y nadie que se quejara porque el muro blanco parecía no tener fin, seguí adelante, sin rectificar ni arrepentirme.
Y la verdad que toda esa zona tiene muy buena pinta; es como uno se imagina un típico barrio residencial como los que salen en las películas (pero con mucho más tráfico, quizá porque era sábado y hacía tiempo de playa).

Y tras este preámbulo infinito (como me pasa en todas las entradas, llego al tema sin ganas de seguir escribiendo, menos mal que eché unas fotillos pa poner relleno), tan infinito como mi propio periplo, llegué a Bondi Beach. Y descubrí que hay 4 playas:

Una para surfear, como no podía ser menos en el país más surfero del mundo. Los entendidos dicen que Bondi en realidad es una mierda de playa para surfear, que las mejores están más alejadas de Sydney y son más salvajes. A mi, que no tengo pensado aprender a surfear por el momento, me parece muy bien. No me voy a enfadar por un quítame allá esa tabla.




 Otra para bañarse y tomar el sol, en fin, los usos comunes que se le dan a la playa: un paseíto por la arena (llena de algas, como veréis en la foto) un tenis con las míticas paletas de madera, una serie infinita de niños haciendo castillos, agujeros inútiles en la arena para llenarlos de agua, familias con la tortilla de patatas y la mesa plegable...
Bueno, yo sólo vi a la gente paseando y tomando el sol, pero eso es porque no saben hacer tortilla de patatas.



Una para no llenarse el culo de arena; que me parece sin duda la mejor invención de la playa de Bondi. Una praderita la mar de agradable a pie de playa donde los más asquerositos encuentran un lugar privilegiado para gozar del sol y la calma de la playa sin la gente que te tira la arena encima cuando camina cerca, el viento que te mueve la toalla cada dos por tres o el olor de la tortilla de tus vecinos que te recuerda que cometiste un error imperdonable al venirte solo con la crema solar y una botella de agua.


Una para los coches y sus inteligentes propietarios, porque hay un horroroso parking, rigurosamente a pie de playa, que afea increíblemente el paisaje y deja una sensación un poco amarga al visitante, un regusto de gasoil y alquitrán, podría decir. Por no hablar del atasco que había montado también cuando me volvía para casa.
Y hasta aquí Bondi Beach.




Bueno, algo más, tuve la suerte de llevar deportivas y pantalones cortos, en vez de chanclas y bañador, porque entre la cámara de fotos y el “camino alternativo” no tenía ningua gana de bañarme y el camino habría sido mil veces más incómodo.

El regreso, claro, fue por la vía rápida, la de google maps, mucho más fea e insípida sin ninguna duda.

domingo, 17 de febrero de 2013

Desde mi ventana


A Víctor


Para quien aún no lo sepa, ya tengo casa, y lo mejor que tiene es el balcón.
Desde mi ventana, que da a la terraza, se ve el Hotel Mercure, que está justo enfrente, y la estación central de trenes, a la izquierda. Esto, que por sí mismo no quiere decir nada, significa que vivo en el centro, o bastante, aunque en realidad lo que más cerca me queda es Chinatown. Pero no adelantemos acontecimientos y veamos adónde nos lleva este post: 

El Hotel Mercure, a la izquierda, en un día nublado
Vivo en el 11ª piso, creo que es la primera vez que vivo tan arriba, y la sensación es curiosa, da un poco de vértigo “tener la ciudad a tus pies” y creo que a cualquiera se le haría raro si ve los sofás que tenemos en la terraza, que son de todo menos glamourosos.
Por dentro está bien, dos habitaciones, dos baños, una cocina-salón-comedor alargada y 7 personas viviendo “oficialmente” (me refiero a que uno de mis compis en realidad casi no viene nunca y en su lugar todos los vecinos nos visitan a cualquier hora).

Central Station desde mi ventana, el mismo día
Mis compis de cuarto son dos franceses, en la habitación de al lado duermen 3 chicas francesas y una bengalí y los vecinos son todos franceses. No os hago el porcentaje, porque creo que está claro. Menos mal que todavía recuerdo algo del francés del interraíl (Oh, Nice! Oh Madrid!), de las míticas clases al lado del burguer, de esa introducción a la civilización francesa con Imbert (aunque la hiciera en castellano), de los meses en Tetuán (hablando español casi siempre) y por supuesto de los casi dos años en Bruselas (ojo, que allí me saqué el Delf). Aun así no me entero de todo, y he conseguido mantener el inglés como lengua de comunicación.

Os preguntaréis, ¿cómo lo ha hecho? Encontrar casa, y encima con terraza, y compartiendo piso con franceses, y pagando nada más que (bueno, mucho dinero, que aquí es tó mu caro) y todo en una semana…

La entrada de Paddy Market. La fruta está en el sótano
Pues lo que hice fue cruzar la calle. La casa está enfrente del albergue y por lo tanto a 5 minutos de la escuela y 20 del centro. Primera buena noticia: me ahorro el transporte. De momento camino, la bicicleta vendrá después; si es que me acostumbro a conducir por la izquierda.

A toda la familia, que siempre se preocupa porque se piensa que cuando salgo de España no como, les digo que tengo uno de los mercados más famosos a 5 minutos, el Paddy Market, con frutas y verduras de todo tipo. Aún tengo que cogerle el aire a las temporadas, porque claro, como aquí es verano, ahora los melocotones y las nectarinas están muy bien de precio, (oyes, merienda una fruta), mientras que las naranjas que compré el otro día las tuve que tirar de secas que estaban.

El albergue, visto desde mi ventana
Bueno, Víctor, pues aquí estoy utilizando las imágenes; ¿qué tal me ha salido? Creo que ya te comenté que eres una de mis fuentes de inspiración para el blog, de hecho te dedico esta entrada.

En fin, voy a dejarlo, porque creo que me he ido del tema principal del post. Y nada más, que las vistas están muy bien y que comáis mucha fruta que es muy sana y equilibrada.

domingo, 10 de febrero de 2013

Un país seguro

A mis padres

No sé si las entradas de los blogs se dedican pues no son novelas ni poesías, pero quiero aprovechar para hacerlo por si acaso nunca escribo un libro (algo por cierto bastante probable).
Y he pensado en vosotros, porque todas las veces que me he ido os habéis preocupado. Por ejemplo, cuando volví de Guinea Bissau y fuimos a hacernos todas aquellas pruebas de corazón, o cuando antes de ir a Senegal me aconsejabas, papá, desde la experiencia, que no tomara bebidas con hielo ni agua del grifo. 
O como aquellas sentencias míticas cuando anuncié (o el pobre Manu lo hizo por mí) que me iba a Camerún: 
- Así que tú eres el culpable de que mi hijo se vaya a Camerún - o algo parecido le comentó dulcemente mi madre a Manu (pero ya te ha perdonado, gracias a que regresamos, milagrosamente pese a todo, sanos y salvos).
- Y no prefieres hacer el camino de Santiago - fue la ocurrencia de mi padre. Buen intento, casi cuela.

El caso es que Australia no ha provocado ninguno de estos miedos, es un país seguro y civilizado. Aunque leyendo el libro de consejos que nos repartieron el día de la orientación nadie estaría muy tranquilo; resumo algunos fragmentos: 
"Serpientes: no son muy comunes en Sydney y solo hay dos tipos de mordisco mortal. Se recomienda si te muerde una serpiente que vayas inmediatamente al hospital y en la medida de lo posible la lleves contigo para identificar el tipo de tratamiento"
"Arañas: en general son bastante inofensivas aunque el picotazo de una puede causar la muerte. Conviene estar atento a los síntomas y recurrir al doctor en caso de peligro"
"Sydney es una ciudad segura, pero de todas formas, no caminéis solos con los cascos puestos, mirad siempre a la gente a la cara para que vean que los reconocéis y no saquéis vuestros móviles de última generación en transporte público abarrotado o similar".
¿A que ahora estáis más tranquilos? Pues unid eso a los consejos: "come bien", "bebe mucha agua", "ten cuidado al cruzar que conducen al revés"...

Por cierto, a propósito de cruzar, he hecho un vídeo que os dejará todavía más tranquilos


miércoles, 6 de febrero de 2013

La Odisea (o de cómo llegar a Australia creyendo que vas a hacer un curso y acabar haciendo otro)


En resumen, aquí está la aventura épica de lo que me ha ocurrido en mis primeros días aquí.
Uno, que es por naturaleza ingenuo y vive en un país multicolor como la abeja maya (por no hablar de los mundos de yupi) se podría imaginar que al pasar todos los trámites burocráticos a través de una agencia iba a ser todo coser y cantar, pero no.

No, amigo mío, porque aquí también se equivocan (estarán al otro lado y caminarán boca abajo pero son humanos como nosotros, quizá un poquito más surferos) y como en tantas ocasiones, la fortuna se alía con el destino y por una extraña conjunción astral te acaba tocando a ti.

Claro que le pasan estas cosas a la gente que más las busca: como aquella vez que estuve en Croacia y el primer día me perdieron el macuto con todas mis pertenencias o la de olvidarme el pasaporte para salir de Marruecos justo el día antes de actuar en el Festival de Almagro, o el retraso del vuelo a Lisboa que me hizo perder la conexión con Senegal, o la nieve que me dejó tirado unas navidades en Bruselas o la más reciente vez en que perdí en un mismo día el autobús y el tren para ir a Baños.

Como de todas aquellas, de ésta también se sale, con buena voluntad y con optimismo (y según el caso, con una variable cantidad de dinero, que nada de esto es gratis).

El caso es, para dejarme en paz de mapas conceptuales, que yo mandé una petición para hacer un curso, alguien que no tenía potestad para ello la aceptó y a mi llegada, las responsables del curso se pusieron en contacto conmigo para comunicarme que no cumplía los requisitos que permiten el acceso a dicho curso.

La odisea de cambiar de curso, presentar documentación que acreditara mi formación para dicho diploma y demás aún continua, pero si hay algo que veo claro es que, no como Ulises 20 años, pero uno me parece a mi que no me lo quita nadie.


domingo, 3 de febrero de 2013

Conectando blogs, o bloges

Después de esta presentación, que habrá generado una expectación fuera de lo normal, lo que os cuente no va a estar a la altura nunca (una overpromise, que diría Pepe).
Pero vamos a intentarlo:

Para re-inaugurar este blog que me duplica el trabajo (no te lo tomes a mal, Sandra, que te lo agradezco;)  porque ahora a ver quién es el bonito que le dice a Victor que ya no le publico más en Hambredeescritos.blogspot.com, lo mejor es repetirme sin cansar, o sea, volver a hablar de esa canción de Krahe que me ha acompañado en mi llegada.

Dice la primera estrofa:
En las antípodas, todo es idéntico
Tienen teléfonos, tienen semáforos…


De la primera parte ya hablé en ¿es todo idéntico? Y ahora voy con la segunda: a los dos días de llegar ya me había comprado una sim australiana para poder iniciar la búsqueda de piso y cuál sería mi sorpresa al enterarme de las condiciones. Aquí tienen teléfonos, de prepago o de contrato, pero yo creo que son lo mismo.
Resulta que un contrato te ofrece una tarifa fija mensual a cambio de unos servicios (si estáis familiarizados con las compañías telefónicas, es decir, si tenéis que llamar a menudo para quejaros o si os dan la vara para que os cambiéis no creo que os descubra nada nuevo), mientras que el prepago es un número al que tú le cargas el dinero que quieras y lo vas gastando con una tarifa menos conveniente. O eso creía yo.
Llego a Vodafone, porque la agencia tiene un convenio y no sé qué rollos, y me dice la dependienta: Si quieres un número te recomiendo nuestros planes de 30$ o de 35$, que consisten en un gasto fijo mensual del 30 o 35 (que te cargamos directamente a cuenta), a cambio del cual tienes nosecuántos minutos de llamadas y megas de conexión, mensajes gratis y todo lo demás. Y si te pasas, no te preocupes, que eso también te lo cobramos (por supuesto a precio de oro).
Llamadme loco, pero eso en mi tierra es un contrato.
-          - La diferencia es la permanencia, que el prepago no la tiene.
-          - Ah. Pero, yo no podría hacerme un contrato porque me voy en 6 meses…
-          - Claro, por eso te ofrecemos el plan
-          - Y, ¿si yo quisiera pagar solo por lo que llamo?
(De repente el edificio entero empieza a parpadear en rojo y se escucha el ruido de una alarma como si hubiera que evacuar el país inmediatamente)
-          - ¡No! Eso no te conviene, aquí la recarga mínima es de 30$ y tienes que consumirlos en 28 días.
-         -  Vale, pues hazme el plan. El más barato.

Conclusión, si las condiciones del prepago son tan parecidas al plan que al final te compensa más el plan, y las condiciones del plan son tan parecidas a las del contrato que al final (si te quedas un par de años) te compensa más el contrato no entiendo por qué dicen que hay dos modalidades (prepago y contrato). Para hacerlo un poco más claro: Si en Madrid te dicen que puedes elegir quién gobierne el ayuntamiento y quién gobierne la comunidad y a los cuatro días esa gente que ha sido elegida se marcha, uno podría pensar que en realidad no puede elegirlo, sino que se eligen entre ellos, ¿no?
En fin, será que la ciudad no es para mí.