lunes, 6 de julio de 2015

Match, o la nueva compatibilidad

Parecía que no iba a llegar nunca, a pesar de la inestimable colaboración de colegas (por supuesto sin cuenta propia) que concienzudamente daban su visto bueno (llámalo like) a todas y cada una de las fotos (que no personas) propuestas por la pantalla, pero héte aquí que el otro día saltó la notificación de "match".
Y eso, ¿qué es? Sencillamente que el mismo like que tu otorgas has recibido de la otra persona. Así es como este juego entiende el consentimiento para violar los datos de privacidad. En realidad cada vez que aceptas una foto le estás diciendo a Tinder algo así:
"Esta chica me gusta, y me gustaría conocerla/encontrarnos/follar (póngase aquí lo que proceda). Entiendo que para lograr mi objetivo tengo que renunciar a mi privacidad y permitir, en caso de que a ella también le guste yo (aunque luego no sepa si lo que quiere es conocerme/encontrarnos/follar/o lo que proceda) que pueda escribirme mensajes. O más "importantemente", que yo pueda escribírselos a ella."
Esta app lo envuelve en papel de caramelo con la consabida "compatibilidad", en este caso basada en una imagen, eso sí, que vale más que mil palabras. Como veréis, todo muy bonito y muy romántico, creo que no se veía nada igual desde que Jesús Puente dejó de hacer "Su media naranja".
En fin, que uno da like a una persona y esa persona da like a la misma que ya lo hizo antes y entonces Tinder te avisa automáticamente: Tienes un match. Y por supuesto, te sugiere que hables con ella y que compartas tus "momentos"
Eso tiene su miga, porque uno habla: Hola que tal, de donde eres, cuanto mides, te gusta la comida china... en fin, lo típico; o comparte sus momentos, que, por lo que yo he entendido, son fotos (más bien autofotos o selfies) cuya única finalidad, intuyo, es mostrarse al mundo tinderiano por poseer o requerir una dosis de autoestima, por aburrimiento o por estrategia (y ésta sería la más interesante, pues añade un punto de Risk al tema, una nueva dimensión de conjeturas, maniobras envolventes, de contención o acumulación de tropas, contraataques y demás sorpresas).
Si la cosa cuaja, he oído que se intercambian números o cuentas de facebook o algo así; más o menos como ocurría con los míticos chats en los que indefectiblemente se pedía el messenger (MSN) para "intimar".
Digo que lo he oído, porque, como en el dicho; "del match al chat hay un trech"

martes, 23 de junio de 2015

Ponerle vallas al mar

Una vez dentro del océano, no me culpéis por usar la aburrida metáfora de los peces que a millares pueblan el mar de las relaciones, con una herramienta gratuita que aglutina tantos usuarixs (tantos como peces) parece necesario preguntarse por el aspecto más prosaico de todos: el dinero.
Lejos de mí la intención de señalarlo como único aspecto prosaico, los hay a porrillo en una app que se cataloga de buscador de relaciones de usar y tirar, sexo esporádico o, más elegantemente, para conocer gente a tu alrededor; y de la que ya hemos comentado algunos de los contenidos en las anteriores entradas.
Volvamos al dinero: ¿dónde?¿cómo?¿cuánto?
Bien, no se hace desde luego con la descarga del programa, que es gratis, a no ser que Tinder tenga participaciones en Telefónica y Vodafone, pese a lo cual tampoco es de las que más datos absorben (ese privilegio se lo guardan las apps de videollamada) sino con la célebre "versión premium", el gran truco del siglo XXI.
No descubre uno la versión premium de Tinder hasta que le deja el smartphone a los colegas, tan novatos como uno mismo, que sistemáticamente le aplican a Tinder la estrategia número tres (ver post anterior) y a una velocidad de vértigo comienzan a lanzar hacia la derecha todas las fotos y perfiles que aparecen en la pantalla sin detenerse más de 3 segundos en cada uno (total, el contenido es lo de menos, van a decir que sí igualmente).
Al cabo de un par de minutos sonríen sonoramente, saltando su sentimiento entre la malicia y la flojera antes de afirmar: "Bueno, en 12 horas volvemos". Ocurre que los "likes" tienen un límite (cifra que desconozco pero que echando cálculos, 2 minutos a 3 segundos por perfil, puede rondar los 300 o 400) y una vez alcanzado, se debe esperar durante 12 horas antes de volver a jugar.
Como dicen los colegas, con mayor sorna incluso: "No tienes por qué esperar, puedes seguir viendo perfiles, claro, siempre que digas que no a todos los que aparezcan en las próximas 12 horas". Y aquí entran dos elementos clave para hacer dinero: la inmediatez y la avaricia.
Decir que no a una foto de tinder significa su desaparición total (o eso creo, tendré que preguntar a los expertos si teniéndolo muy trabajado la app les llega a reproponer a la misma gente por evitar el vacío), mientras decir que sí deja abierta la puerta al match.
Suspender el juicio, que podría ser nuestra favorita, te obliga a permanecer en estado de éxtasis: sin poder ver el siguiente perfil hasta que te pronuncies sobre el actual.
Si fuera un juego de cartas, sería el solitario, en el que se van descubriendo las cartas una a una para colocarlas en su correspondiente palo. Tiene sentido porque se supone que a Tinder se juega solo.
No estaría mal crear una app un poco más social, que fuera algo más como el chinchón o la canasta para jugar en grupo y hacer parejas, tríos y escaleras... Ahí lo dejo.

lunes, 15 de junio de 2015

Ser o no ser...

Más o menos expliqué en el anterior post  cómo funciona Tinder a nivel de usuario: Se te aparece en la pantalla del móvil una serie infinita de gente cercana, de la que puedes ver fotos, descripción, última conexión y, (ojo a esta) ¡amigos en común de facebook!).
Ya me avisaron mis "asesores" de que esa parte de los amigos de facebook era controvertida, pero yo creí que había sido más listo, pues al descargar la app me preguntaron los permisos y no di ninguno. Parece, sin embargo, que se pasan la privacidad (parafraseando a mi finísimo y elegante profe de literatura) por el arco de triunfo.
Un día hablaremos de las personas que se pueden encontrar aquí... o de las que te pueden encontrar (que dicen que ahí está el problema). Hoy me limito a hablar del proceso de selección (o elección) que rige en este programita.
Premisa-mentira: lista infinita de gente: en realidad a mi me lo parece ahora porque acabo de empezar (y porque me han configurado la app para que me salga gente en un radio de 150km  o alguna burrada similar) pero mis asesores no opinan lo mismo...
Contexto: acceder cada 5 o 6 días igual tampoco ayuda al avance, en cualquier caso, para "conectar" lo primero es "darle al like"(que aquí es muy sencillo; deslizar la foto a la derecha es "ok" y deslizarla a la izquierda es "no, gracias"), y luego esperar a que la otra persona también le dé a "like" y entonces es un "match" que en este caso no tiene nada que ver con Roland Garros.
Opciones: decirle a todo que sí, decirle a todo que no, elegir o no acceder.
1ª No acceder; sería muy del gusto del solipsista wittgensteiniano que suspende el juicio, pero aquí la descartamos por evidentes razones; no te descargas la app para no acceder, si juegas, lo haces con todas las reglas.
2ª Decirle a todo que no: también la descartamos porque sería como no acceder, ya que se bloquea la interacción. Si eres de la cuerda de "solteros exigentes" me ha parecido ver anuncios con ese artificioso slogan.
Estas dos opciones son admisibles en el célebre caso de "no sabía, era joven inexpertx y necesitaba el dinero" pero poco más.
3ª Decirle a todo que sí: hay teorías que afirman que eso es lo que se hace cuando no se quiere "cerrar ninguna puerta", para mi que decirle a todo que sí es como decirle a todo que no, pero da más juego y desde luego más opciones de match (el 100% del 50% que corresponde a la persona en cuestión).
4º Elegir: De manera natural, la opción utilizada por la mayoría de usuarixs. He aquí la cuestión, Hamlets del mundo...
Ahora bien, la vorágine de elementos que se vierten en este punto es inmensa: ¿con qué criterio tomar esta decisión? ligereza, seriedad, subjetividad, sinceridad, apariencia, interés... Parece que las opciones se disparan.
Y eso que una breve descripción y 4 o 5 fotos parecen poca cosa para decidir si te gusta o no alguien... Al final va a ser mejor decirle a todo que sí, o que no, o suspender el juicio.

jueves, 11 de junio de 2015

Empieza una nueva aventura...

Me he descargado Tinder. Esa app para smartphones que es en realidad la versión originaria de facebook (o al menos eso dice la película) y que consiste en una lista casi infinita de gente con la que potencialmente puedes ligar a través de sus fotos y las tuyas.


Por otro lado, hice un curso hace unas semanas de esos que sirven para potenciar la efectividad y cuya base se puede resumir en tres palabras: piensa, organízate y actúa.

Bien, pienso que Tinder no es lo que se escucha, sino que son más bien las actitudes de quienes se descargan esta app las que hacen que se gane la fama que tiene (el motivo es tan sencillo como numerosas son las agencias de este estilo que proliferan por la web (badoo, meetic, happn, bueno, vale, sólo he nombrado 3, pero hay muchas más)

Me organizo pues, descargando la app y, con la ayuda de experimentados colegas, seleccionando las fotos de mi perfil, en las que por cierto, descubro que hay todo un arte:
-          “Pon esta de la playa, que ahora es verano” (¡pero si tiene 8 años esa foto!)
-          “¿No tienes una con perros o gatos? Las mascotas suman” (vale, pero es el perro de mi hermana…)
-          “Esta de la bici, que dice de ti que eres un deportista” (llevo sin usarla desde aquella vez)
-          “¿Y ésta?” – ¡No, por favor, mira qué cara tengo! – “Mejor, así demuestras que sabes reírte de ti mismo y no tienes complejos” (parece razonable, ¿no?)*

Y ya está, ya tengo mi perfil. Bueno, y ahora ¿qué? Pues ahora empieza la acción. De momento mis “ayudantes” empiezan, monopolizando el teléfono, a deshojar la margarita: esta sí, esta no, esta no, esta sí, esta… ¡Eh, ésta a mi no me ha salido nunca!

El mecanismo es simple, de igual modo que yo, otras personas suben sus fotos a una gigantesca base de imágenes que, mediante un sistema de geolocalización y según los parámetros que se indican a priori (creo por cierto, que son sólo edad y proximidad geográfica), las envía y distribuye a personas potencialmente interesadas.

Uno recibe en su Smartphone las imágenes de esas personas (en la playa, con perritos, haciendo gimnasia, un selfie frente al espejo… todas más o menos iguales) y decide si le gustan o no. A ver, esto es como cuando uno entra en un bar y echa un vistazo de esos de “como quien no quiere la cosa” para observar lo que se cuece.

Es criticable el sistema, por simplista, de acuerdo, pero tampoco es que nosotros seamos mucho más refinados en ciertas ocasiones. Aún así, estoy de acuerdo con un amigo, ajeno a estos experimentos, que señala que  la elección mediada por una pantalla no deja de ser artificiosa.

“Bueno, y aún queda la descripción”, me dicen misteriosos antes de marcharse. Pero esto ya será kilobyte de otro post.

  *No incluyo aquí las fotos por mantener el experimento. Pero vamos, que están en Tinder...