jueves, 30 de abril de 2020

Tres días

Tres días vive una mosca
Distraída la mirada persigo su vuelo hasta perderla
Ligereza y vaivén
Confundida su negrura entre las teclas
se desprotege caminando sobre el papel blanco iluminado
Pícara insiste en la supervivencia
cerca de la montaña diaria de los deshechos
Y aún no ahíta de insidiosas interrupciones
se acerca al cabello y me enreda la mente
con su zumbido.
Escapa de noche a la ira frenética y desnortada
mientras el sueño ronca sobre la ventana limpia.

Dos días vive una mosca
Acompañada e insolente persigue ahora mis pasos
Desequilibrio y ruido
En cada rincón vacío de la jornada
En cada mecánico acto cotidiano
Insiste ubicua
Y embiste
(o son, en plural)
escapistas de ramplones trucos y distracciones
frente a su experta pericia.

Un día vive una mosca
Sin la fuerza bruta
ira y violencia descargada
con un zas en un tris al que sigue el silencio
triste del silbido roto
en la mano cuadriculada de amarilla piel
Nos decimos flexibles, resilientes
con grandes palmadas en férreos hombros
y sin embargo

Ni tres días vive la mosca
en nuestro corazón

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