miércoles, 29 de abril de 2020

Valiente tú



- Abuela, ¿qué tal estás?
- Hola hijo, pues muy bien. Aquí. Bailando una sardana ¿cómo quieres que esté?

Me encanta seguirle el juego a mi abuela, desde siempre. Ni demencia, ni confinamiento, ni tercera guerra mundial nos lo podría impedir. Desde pequeñito nos fuimos creando una realidad paralela que revivimos y alimentamos un poco en cada encuentro y en cada charla.

- Pues no te he visto yo nunca bailar una sardana, eres toda una caja de sorpresas
- Ah, yo, siempre. He sido muy catalana. Porque mi madre era de Navarra, yo me apellido Yrayzoz, nada menos ¿qué te parece, eh?
- Pues un apellido muy catalán, claro que sí
- De Navarra, porque es el apellido de mi madre, que era de Navarra

La sonrisa se me congela en la boca mientras siento como la saliva sube hasta los ojos y los nubla. Palidezco imaginándola al otro lado del aparato, arrugadita, con la melena casi blanca tras dos meses sin ir a la peluquería. Reacciono tan rápido como puedo y le pido que me cuente aquella vieja historia de cuando era pequeña, que me lleve de vuelta a nuestra realidad.

- Estábamos con mi madre en casa y atamos una moneda a un hilo de pescar, una de esas monedas de 25 céntimos, y nos salimos a la terraza para tomarle el pelo a los peatones. Descolgábamos la moneda desde el balcón hasta que apoyase sobre el suelo y cuando veíamos que alguien se agachaba a recogerla tirábamos del hilo rápidamente y nos reíamos de sus caras, mi madre la primera. Era muy gamberra.
- Anda, ¡qué mala!
- Calla, calla, era una broma de nada. Total, que aparece un guardia con su chambergo gris y su tricornio negro, se acerca a la moneda y mi hermano tira de ella hacia arriba. Empezamos a reírnos y a gritar "guardia, guardia" y él mira hacia el balcón con una cara de mala leche que redobla nuestras risas.

Estoy convencido de que le hubiera propuesto a mi abuela hacer el juego de la moneda y la cuerda si nos hubiéramos quedado juntos en su antigua casa. Hubiéramos visto partidos de tenis grabados de Nadal, Federer, Garbiñe y hasta VHS de Arancha Sánchez-Vicario. Nos despertaríamos con la sintonía de Luis del Olmo a desayunar en su cocina, con su mesita blanca estrecha y su alicatado verde brillante y saldríamos a regar las plantas al balcón. Pero no se me ocurre decírselo, en esa realidad me he quedado solo. Y vuelvo a la nuestra:

- Y ¿qué pasó con el guardia? Porque con esos es mejor no meterse, que te multan
- ¡Que si te multan! ¡Como que se subió el tío a casa! Entramos al salón despúes de recoger la moneda y suena la puerta y allá que va mi madre con mis hermanos y yo detrás de sus faldas, que siempre eran de colores vivos y tacto suave. Abre la puerta y aparece el guardia.

Me encanta esta parte de la historia, cuando interpreta personajes. Casi puedo imaginármela al otro lado del teléfono, irguiendo la cabeza, frunciendo los labios y apretando el mentón contra el pecho para que la voz le salga más grave y luego estirándose digna y severa para hacer la voz firme de una madre defensora no solo de su familia, sino del derecho infantil a la risa

- Buenos días.
- Buenos días, señor guardia, ¿qué desea?
- Señora sus hijos me han insultado y se han reído de mí.
- No señor, los niños estaban jugando en el balcón y riéndose pero no han insultado a nadie.
- Sí, señora, me han llamado "guardia"
- Y, ¿no es usted un guardia?

Con nuestras risas entremezcladas, la respiración al galope y las lágrimas que recorren mis mejillas, solo puedo decirle que su madre fue muy valiente al enfrentarse así al guardia y ella instantáneamente regresa a Navarra y a su apellido mientras tres palabras se me congelan en la garganta cuando nos despedimos.

Abuela, ¡valiente tú! 

4 comentarios:

  1. De todos los relatos que he leído para el concurso de Zenda, es el primero que me hace reír, lo cual es de agradecer. A mi también me gustan las historias graciosas, aunque me presento con una “seria”

    https://elpedrete2.blogspot.com/2020/05/zenda-el-ritual.html

    Suerte.

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    1. Muchas gracias! El amor y el humor son parte fundamental de la relación con mis mayores.

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  2. Me encanta, muchísimo. Y me encanta aún más porque ese uno de sus hermanos, era mi maravilloso padre al que echo de menos todos y cada uno de mis días! Que maravillosa la tía nena!!!

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