- Abuela, ¿qué tal estás?
- Hola hijo, pues muy bien. Aquí. Bailando una sardana ¿cómo quieres que esté?
Me encanta seguirle el juego a mi abuela, desde siempre. Ni demencia, ni confinamiento, ni tercera guerra mundial nos lo podría impedir. Desde pequeñito nos fuimos creando una realidad paralela que revivimos y alimentamos un poco en cada encuentro y en cada charla.
- Pues no te he visto yo nunca bailar una sardana, eres toda una caja de sorpresas
- Ah, yo, siempre. He sido muy catalana. Porque mi madre era de Navarra, yo me apellido Yrayzoz, nada menos ¿qué te parece, eh?
- Pues un apellido muy catalán, claro que sí
- De Navarra, porque es el apellido de mi madre, que era de Navarra
La sonrisa se me congela en la boca mientras siento como la saliva sube hasta los ojos y los nubla. Palidezco imaginándola al otro lado del aparato, arrugadita, con la melena casi blanca tras dos meses sin ir a la peluquería. Reacciono tan rápido como puedo y le pido que me cuente aquella vieja historia de cuando era pequeña, que me lleve de vuelta a nuestra realidad.
- Estábamos con mi madre en casa y atamos una moneda a un hilo de pescar, una de esas monedas de 25 céntimos, y nos salimos a la terraza para tomarle el pelo a los peatones. Descolgábamos la moneda desde el balcón hasta que apoyase sobre el suelo y cuando veíamos que alguien se agachaba a recogerla tirábamos del hilo rápidamente y nos reíamos de sus caras, mi madre la primera. Era muy gamberra.
- Anda, ¡qué mala!
- Calla, calla, era una broma de nada. Total, que aparece un guardia con su chambergo gris y su tricornio negro, se acerca a la moneda y mi hermano tira de ella hacia arriba. Empezamos a reírnos y a gritar "guardia, guardia" y él mira hacia el balcón con una cara de mala leche que redobla nuestras risas.
Estoy convencido de que le hubiera propuesto a mi abuela hacer el juego de la moneda y la cuerda si nos hubiéramos quedado juntos en su antigua casa. Hubiéramos visto partidos de tenis grabados de Nadal, Federer, Garbiñe y hasta VHS de Arancha Sánchez-Vicario. Nos despertaríamos con la sintonía de Luis del Olmo a desayunar en su cocina, con su mesita blanca estrecha y su alicatado verde brillante y saldríamos a regar las plantas al balcón. Pero no se me ocurre decírselo, en esa realidad me he quedado solo. Y vuelvo a la nuestra:
- Y ¿qué pasó con el guardia? Porque con esos es mejor no meterse, que te multan
- ¡Que si te multan! ¡Como que se subió el tío a casa! Entramos al salón despúes de recoger la moneda y suena la puerta y allá que va mi madre con mis hermanos y yo detrás de sus faldas, que siempre eran de colores vivos y tacto suave. Abre la puerta y aparece el guardia.
Me encanta esta parte de la historia, cuando interpreta personajes. Casi puedo imaginármela al otro lado del teléfono, irguiendo la cabeza, frunciendo los labios y apretando el mentón contra el pecho para que la voz le salga más grave y luego estirándose digna y severa para hacer la voz firme de una madre defensora no solo de su familia, sino del derecho infantil a la risa
- Buenos días.
- Buenos días, señor guardia, ¿qué desea?
- Señora sus hijos me han insultado y se han reído de mí.
- No señor, los niños estaban jugando en el balcón y riéndose pero no han insultado a nadie.
- Sí, señora, me han llamado "guardia"
- Y, ¿no es usted un guardia?
Con nuestras risas entremezcladas, la respiración al galope y las lágrimas que recorren mis mejillas, solo puedo decirle que su madre fue muy valiente al enfrentarse así al guardia y ella instantáneamente regresa a Navarra y a su apellido mientras tres palabras se me congelan en la garganta cuando nos despedimos.
Abuela, ¡valiente tú!
De todos los relatos que he leído para el concurso de Zenda, es el primero que me hace reír, lo cual es de agradecer. A mi también me gustan las historias graciosas, aunque me presento con una “seria”
ResponderEliminarhttps://elpedrete2.blogspot.com/2020/05/zenda-el-ritual.html
Suerte.
Muchas gracias! El amor y el humor son parte fundamental de la relación con mis mayores.
EliminarMe encanta, muchísimo. Y me encanta aún más porque ese uno de sus hermanos, era mi maravilloso padre al que echo de menos todos y cada uno de mis días! Que maravillosa la tía nena!!!
ResponderEliminarY qué fenómeno el tío Carlos
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