viernes, 1 de mayo de 2020

A mi yo del futuro



Querido yo,

Ocurren ciertas crisis en la vida de una persona y del mismo modo periódicamente las viven las sociedades. No sé si la hiperconectividad o la aceleración del siglo XXI las multiplican, pero en los primeros veinte años, sólo en España podemos encontrarnos cinco o seis episodios críticos.

Es un bello ejercicio de memoria repasarlos y también de alguna forma una vana intentona de que perduren más allá de las páginas (digitales o físicas) de los libros de texto, que a estas alturas llegarán al final de XX. Espero además que la perspectiva de su lectura, ya mediado el tiempo de esta centuria, sea de alguna utilidad, aunque la desconozca ahora.

Los convulsos inicios de siglo son agitados por la natural esperanza humana de cada inicio. Que comience algo nuevo. Ha sucedido en el pasado y no lo iba a ser menos ahora solo porque conozcamos los resortes de la historia, más al contrario, esa difusión del saber tal vez los haga concentrarse en un periodo breve.

El vacío que el pasado (según muchos el breve siglo XX) nos dejó en su última década casi obligó a restablecer la bipolaridad, complicándola sobremanera con la deslocalización que propuso el terrorismo internacional desde aquel septiembre de 2001. Geopolíticamente creo que la seguridad es la palabra que define estos primeros decenios, con todas las necesidades, justificaciones y perversidades que el significado del concepto ofrece.

Por obvio que sea, la guerra inmediata (2003), demostración de músculo militar de la supremacía, no es tal vez la siguiente crisis del siglo pero no se comprenderían los sucesos posteriores sin incluir algunas al menos de las causas más significativas. Así serán Irak, Afganistán o Siria intentos (no tan) vanos de localizar geográficamente el mal fuera de las zonas de confort occidentales.

A concluir el decenio bajo la poderosa influencia de la crisis contribuye la que tal vez muchas gentes consideren la Crisis, por ser económica y global. Y tal vez no les falte razón, por cuanto desplace el eje de la batalla occidental terrorista hacia un nuevo equilibrio de fuerzas del que surge, con todo tipo de connotaciones monstruosas, el Gigante asiático. Un ser mitológico asociado, siempre desde nuestra mirada eurocéntrica, a los malvados cíclopes y centauros de la Antigüedad.

Y, causa o efecto, es inherente a las crisis la respuesta social de rechazo que toda revolución muestra. Así comienza la segunda década, con una revolución atómica y global, una revolución de revoluciones que el individualismo generalizado, no exento del discurso de seguridad arraigado ya, ayudará a controlar.

Humildes y a la vez conscientes de su fuerza surgen los movimientos de la primavera para situar el amor en el corazón del cambio. Latido que impulsa a transformar hacia afuera con ecos que se propagan como ondas sobre el agua. Latido redirigido que olvida las flores y recurre a las alergias para que el 2011 permanezca como ilusión y todo continúe, con aún mayor seguridad. (Permíteme aquí la poesía pues la alegría, la fe, la melancolía y la tristeza de entonces no creo encuentren otro modo de expresarse). 

Toda una década pasa en consumistas esfuerzos de crecer. Usar y tirar es el lema, vuelta la seguridad a establecer las luchas por el control: político, social, económico. El primero con falsos partidos, promesas y bulos, el segundo con sonrojantes decisiones antihumanas, más mortales que cualquier guerra. Y en cuanto a lo tercero, como justificación última de toda atrocidad: cuando en un mercado libre y perfecto irrumpe la humanidad, protegerla es cuestión de ilegalizarla, condena a un delito inexistente.

Y cuando el planeta comenzaba a encontrar los ecos de su lamento en la juventud y ese divino tesoro dejaba de serlo, llegó la pandemia. Y ahora, querido yo, estamos en una paradoja. Obedeciendo por seguridad, el planeta vuelve a respirar. Viviendo con "lo justo" (en todos sus sentidos) la economía se encuentra en crisis. Alargando la alarma se adormecen nuestros principios. Solo pensamos en salir de aquí (también esto en todos sus sentidos). Y parece que la salida será a su vez la entrada en un oscuro túnel de obediencia por seguridad y consumo por recuperación.

Aguardo sin ansias y esperanzado, tus noticias del 2050.

Te quiere

Tu yo

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