miércoles, 22 de abril de 2020

Escritos IX

No es que sea yo un gran amante de la actualidad, de hecho me considero bastante desconectado de todo lo que acontece en el mundo. Aun así, acudo puntual a mi cita con las noticias cada dos o tres semanas y me sorprendo de cuántas historias nuevas aparecen y qué pocas siguen en el candelero pasados sus quince minutos de fama.

Debo reconocer que en estos tiempos de pandemia y confinamiento, por incertidumbre o aburrimiento, acudo más  a la prensa y me leo los artículos de cabo a rabo, sorprendiéndome en esta ocasión de la consistencia e insistencia en la misma historia, como si no sucediera nada más que la cuarentena y la célebre “guerra al bicho”. Ansío ver cuánto quedará del virus en un par de meses.

Entre la mucha hojarasca política que se puede leer, también hay en ocasiones artículos interesantes y estampas humanas que nos acercan y universalizan sentimientos y vivencias comunes a muchas de las personas que nos encontramos encerradas solas o acompañadas en nuestros hogares grandes o pequeños.

Una de mis historias favoritas, que ya he visto aparecer en varias ocasiones, es la del mito del autoconocimiento confinado. Hay numerosísimas propuestas y ejemplos de la utilidad de este momento de reclusión obligada para realizar un barrido no solo de la casa sino del cuerpo, hogar del alma, en busca de esa chispa que nos responda a las célebres preguntas (¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿existe la felicidad?, etc).

Por supuesto, cualquier momento es bueno para hacer un ejercicio de autoanálisis que ayude a conocerse y comprenderse mejor, si bien las situaciones críticas deberían poner este ejercicio en cuarentena de fiabilidad, creo yo, por dos razones fundamentales: en primer lugar porque se trata de un contexto extraordinario y en segundo lugar porque no creo que se haga sinceramente.

Empezaré por la segunda. En incontables artículos, cadenas de mensajes y memes he leído de alguna manera la frase: “aprovecha el confinamiento para dedicarte tiempo y descubrirte, déjate sorprender por quien eres y otras sentencias inspiradoras”, pero nadie comparte ese proceso. Me pregunto si la invitación la hacemos para evitar el enfrentamiento y si tan poco queremos a nuestros semejantes como para desearles algo que no estamos haciendo.

En cuanto al contexto, es evidente que la crisis es oportunidad, como ya nos han repetido hasta la saciedad los miles de ponentes de Ted Talks que se multiplican por el mundo a tanta velocidad como las teorías conspiranoicas sobre el origen del coronavirus; pero no solo. La crisis, también es peligro.
Y en momentos de peligro nuestras tendencias suelen ser más conservadoras, lo cual es lógico y funciona porque, por ejemplo, si corro peligro de contagiarme, mejor me quedo en casa (si salir a pasear me puede implicar una multa, mejor me quedo en casa). Por ello, cualquier análisis o revisión profunda que se quiera hacer, no va a ser lo que se dice “un paseo” ya que nos invita a reconocer todos los obstáculos que nuestro miedo al peligro nos ponga en el camino.

Eso sí, habrá muchas cosas que desde el primer día que nos confinamos prometimos que cambiaríamos en cuanto esto terminase. Yo creo que esas tardaré más en cambiarlas que aquellas que ya he empezado a cambiar durante el proceso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario