lunes, 13 de abril de 2020

Escritos I

Ayer me propuse escribir un poco cada día y a falta de libreta, bueno es este cuaderno telemático.

Es curioso que ayer, en medio de la naturaleza (bien entendida), el piar constante y armonioso de los pajaritos me animaba a la escritura mientras hoy, releyendo la última publicación de este blog (del lejano 2016) me inspira la alquitranada respiración de la ciudad, de otra naturaleza.

Entonaba entonces con mis afinadas cuerdas vocales un réquiem por el teléfono móvil (uno más) que era y es símbolo aún hoy de la ubicuidad en la que frenéticamente pastamos. Ayer disfrutaba lejos de ese práctico cacharro de una relajada meditación bañado por el sol de primavera, que aprieta pero no ahoga.

En estos años la transición ha sido/es (y posiblemente será) de lo urbano a lo rural. Lenta, incompleta, paradójica, intermitente.

Lenta como el pasar de las horas contemplando la hierba de los campos mecida por el viento, en una de esas estampas nostálgicas de una época que jamás vivimos y que tanto nos gusta leer calmadamente sobre nuestros sofás bajo una lámpara de intensidad regulable, pero no tanto vivir con la constante visita de los mosquitos a nuestros flojuchos brazos de oficinista bajo un sol intermitente que les ilumina sus mordiscos más apetitosos.

Incompleta como cada proceso vital que no se sabe muy bien cómo ni cuándo ni dónde empieza y al que por lo tanto raramente se le puede vislumbrar un final cualquiera, aunque no sea feliz. Aunque hilando se pueden encontrar sus orígenes en la búsqueda de algo diferente que lo mismo te lleva a aprender francés en Bruselas que a reinventarte como marketing strategist en Baños de Montemayor, a conocer mil y un detalles sobre el anarquismo español en los archivos de la Resistencia Italiana o a preparar conservas de tomate frito y mermelada con la sombra mohosa del botulismo como inseparable compañera.

Paradójica como venir al campo a trabajar con el ordenador, gastar más dinero en gasolina que nunca pretendiendo ser más ecológico, aprenderlo todo sobre plantar hortalizas a través de videos de internet o descubrir influencers de la vida retirada que publican en instagram sus trucos para reutilizar, reducir, reciclar, revisar, reponer y hasta reescribir la historia ancestral de tantas vidas unidas al campo en la satisfacción y en el sacrificio.

Intermitente, no por falta de ganas, sí para mantener el vínculo. A fin de cuentas, tal vez el desarraigo se sufra igual en la ciudad aunque el hormigón espeso no nos deje en apariencia echar raíces. Trasplantar, ahora lo sé, requiere de muchos cuidados iniciales pues el cambio de la tierra y las condiciones atmosféricas es un momento crítico para el arraigo. Tras ello, quizá, las hojas, flores y frutos broten cada año con la naturalidad con la que este teclado, también intermitente, hace brotar estas palabras.

Mañana más.

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