miércoles, 20 de mayo de 2020

Puro teatro

- ¿Qué te ocurre?
- Nada.
- No me vengas con nadas, algo te pasa
- No, estoy bien, algo cansado.
- Mira, no hace falta tener un doctorado para darse cuenta de que piensas en algo
- No, bueno, lo normal, ya sabes que en época de exámenes me tenso y me estreso.
- Sí, pero no es eso, noto una energía diferente... ¿estás bien?
- Por enésima vez, sí, estoy bien. No tengo muchas fuerzas últimamente porque ya sabes que ahora con mis abuelos en casa no cabemos y son un poco cascarrabias y, bueno, eso no te interesa a ti.
- Es verdad, eso no me importa mucho, lo que sí me importa es saber qué te pasa conmigo.
- Que te he dicho que nada.
- Miguel, no me mientas.
- A ver, ¿no querrás que te cuente mi razón secreta?

Aquí el profesor de improvisación interrumpió la escena hecho una furia y calmadamente, como solo él sabía enfurecerse, le dijo a los actores:

- Marchaos, no respetáis la técnica y no habéis preparado el ejercicio. Llevamos 6 meses y no os he visto implicados ni una sola vez. No lo voy a repetir. Esto es un insulto.

El silencio apagó cualquier rescoldo de empatía. Aquella exposición clara y contundente no estaba abierta a debate, así que Miguel y Mario se marcharon. El resto del grupo permaneció en el aula, cada cual intentando elegir el pensamiento menos controvertido de los que revoloteaban en la sala, mientras el profesor con una sonrisa estirada preguntaba por la siguiente pareja como si nada hubiera ocurrido.

Una tímida voz se irguió intermitente, como una llama intentando prender de nuevo el fuego:

- Yo... eh... creo que ahora mismo estamos un poco en shock y tal vez, eh... no sé... deberíamos tomarnos un descanso.

Al tiempo que, con la cabeza agachada, aguardaban la respuesta, el deseo de un descanso fue prendiendo en todo el grupo y llenando sus cuerpos de calor, casi obligando a estirar cada músculo y levantar la vista. Entonces, el profesor, sin perder la sonrisa, dijo:

- Me he equivocado, disculpadme. Nos tomamos un descanso y retomamos en 15 minutos. Gracias Lorena.

Y añadió:

- No con Miguel y con Mario. Con ellos no me he equivocado. No se lo toman en serio.

Desde aquel día, el grupo trabajó con el doble de implicación para la muestra final. Un par de meses más tarde en la cafetería de la facultad, Miguel y Mario se cruzaron con Lorena y la ignoraron pese a los esfuerzos de ella por entablar conversación. Mientras se tragaba las últimas palabras de su boca pensó que el profesor, al fin y al cabo, había acertado. Con Miguel y Mario. Con ella, quizá, también.

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