miércoles, 9 de noviembre de 2022

Comentarios - Como polvo en el viento

 Con la aparición de la novela gráfica se me ha ocurrido incorporar a partir de ahora la portada del libro para acompañar el texto. Seguro que ya lo habíais pensado, pero cada quién tiene su propio ritmo. El mío me ha traído aquí y ahora a hablar de nuevo de Leonardo Padura.

Esta historia de casi 700 páginas, cortesía de nuevo de mi tía y proveedora número uno de novelas, recorre las vidas de un grupo de amigos que convivían en La Habana de los 90. Se hacían llamar el Clan, tenían veintipocos años y eran gente universitaria, eso sí, de diferente procedencia social.

La novela arranca con un parrafito breve y cotidiano que señala el sendero intimista con el que Padura aborda el relato:

Adela Fitzberg escuchó el toque de trompetas que hacía de alarma para las llamadas familiares y leyó la palabra Madre en la pantalla del iPhone. Sin darse tiempo para pensar, pues la experiencia le advertía que resultaba más saludable no hacerlo, la muchacha deslizó el tembloroso auricular verde.
- ¿Loreta? -preguntó, como si pudiera ser otra persona y no su madre quien la llamaba.

 Aunque no va a ser esta una historia familiar, o un conjunto de ellas. Como gran experto que es Padura en la creación de tramas policiacas, no faltará la intriga. A ella dará pie, según se va desarrollando la introducción, la premisa de una foto antigua del Clan, la última foto en que salía completo, antes de que la mayoría escapara de Cuba. Salpicado, sin exagerar, de muertes, secretos, traiciones y huidas, el autor aprovecha para dibujar el panorama de la isla tras la caída del muro de Berlín, sin evitar las miserias de la vida en La Habana ni las inconsistencias ideológicas de los personajes más aburguesados:

Clara podía entender las motivaciones de cada uno de ellos, incluidas las posibles aspiraciones a la riqueza económica. Conocía muy bien las razones personales de Darío, empujado por su visceral necesidad de alejarse de lo que había sido. 
(...)
En cambio, la otra cara de la pregunta también la obsesionaba, a veces más, y venía a complicar sus conclusiones: ¿y por qué otros se quedaban? ¿Por qué mientras tantos se iban muchos cientos de miles permanecían? ¿Por qué Bernardo? ¿Por qué ella y otros como ella?(...) Tenía ante sí todos los colores del espectro, los visibles y los invisibles, los verdaderos y los falsos.  

Volviendo al tono íntimo, Padura aprovecha a sus personajes para hablar de las constantes vitales que siguen dominando a la humanidad, que seguimos sin comprender del todo y que buscamos o sufrimos por lo menos una vez en la vida: el amor, el miedo, las dudas, el instinto de supervivencia... Y todo ello, a veces en relación con la vida pública, el sistema político o las instituciones. Otras, en cambio, con el recurso a los afectos, a lo más genuinamente político, a lo personal. 

En este punto quizás Padura sea conservador y no arriesgue demasiado, o tal vez sea solo consecuente con una realidad vivida o experimentada en ese momento histórico, en ese espacio geográfico ¿quién sabe? De alguna manera, quiere incluir la diversidad sexual en el relato precisamente, o al menos eso me parece a mí, por su componente político:

Y ahora, al borde de los cuarenta años, después de tanto tiempo mintiéndose sola, abandonada, cansada, confundida, luego de haber dudado tanto de su sexualidad y sus reacciones eróticas, Clara por fin descubría donde menos lo habría esperado veinte, quince, diez, cinco, un año atrás, la mina dorada del amor más pleno y satisfactorio, el que se suele calificar como el amor de la vida: ese que se da y se recibe en las mismas proporciones... Dos personas que se creían vencidas y que, en la complicidad y la cercanía, descubrían que todavía podían luchar y desandar un camino.



 


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