viernes, 21 de octubre de 2022

Comentarios - La transparencia del tiempo

 Hablando de la Grecia Antigua aquí está mi talón de Aquiles: la novela negra. No me ha durado ni una semana completa el último tomo, de momento, de la serie detectivesca de Mario Conde, el ex-policía habanero creado por el escritor cubano Leonardo Padura.

No sabía mucho del autor hasta que mi tía me contó una tarde que se había leído toda la saga y me la recomendaba. Cierto es, me dijo, que se respira anticastrismo en todo lo que escribe. Y eso quizá sea otro de los motivos por los que tanto le gusta. Sea como fuere, Padura es un verdadero maestro de la intriga, con un estilo además muy diferente al que tal vez cabría esperar de un novelista policiaco. Escribe con frases largas y complejas, llenas de imágenes, adjetivos y reflexiones, recordándome un poco el libro de Luis Goytisolo, Los verdes de mayo hasta el mar, que leí hace poco. Así arranca:

La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared de donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una. Los espacios del calendario originalmente habían sido cromados con tonos distintivos entre el verde juvenil de la primavera y un vetusto gris invernal, un juego que solo un diseñador muy imaginativo podría asociar con algo tan inexistente en una isla del Caribe como las cuatro estaciones del año.

Por supuesto, una gran novela de detectives empieza por su personaje protagonista, el ex-policía Mario Conde, pero también por una serie de secundarios maravillosos: los amigos de siempre (Carlos, el Flaco, Candito, el Conejo), su socio Yoyi, el Palomo y, por supuesto su pareja, con la que no está casado porque quizá tuvo una esposa y la perdió o fue rompiendo corazones hasta que un día sentó la cabeza. Nada fuera del guión clásico (y patriarcal) de la tradición canónica del género. Añádase a esto la pasión por la comida y el vívido retrato social de la ciudad que tan bien han trabajado Vázquez Montalbán (Barcelona) o Camilleri (Porto Empedocle) y ya tenemos el pack redondo.

Conde lanzó por la ventana la colilla de su cigarro. Se impuso no juzgar a Bobby y sus debilidades amorosas, pues él mismo había hecho varios disparates con las suyas. O todos los disparates..., aunque siempre con mujeres, se advirtió -machista- otra vez a sí mismo.

Pero no es lo único. Hace falta un tema para que la novela se escape del simple entretenimiento e invite a la reflexión. Y ese tema, como hemos visto desde el principio, es el tiempo. El detective cumple sesenta años y parece una excusa fantástica para que el autor viaje, acercándose a la tradición del realismo mágico, por todas las eras de la historia escrita de la humanidad (Egipto, los templarios, la Guerra Civil Española...)

La extravagante experiencia de estar replicando un acto personal olvidado, con toda certeza solo soñado, le resultó tan vívida que parecía haberle ocurrido en algún momento de su vida ubicado en un tiempo ajeno a las cronologías, pues lo percibió como si estuviera fijado más allá de los espacios de su memoria. lo más inquietante, en cambio, fue que también tuvo el destello revelador de que repetiría este acto y meditación  un lejano instante futuro, (...) Pensó entonces que estaba viendo el tiempo a través de la transparencia de una gota de lluvia suspendida de una rama. O atravesando los años con la mirada puesta en la lucidez impoluta de la lágrima que un avasallante y alterado estado de ánimo había sacado de sus ojos.

Una reflexión sobre el paso del tiempo, que también recae sobre una Cuba que en 2014 ya está dejando atrás ese periodo oscuro que el protagonista se empeña en rescatar, demostrando que tal vez haya más apertura, pero sólo para quienes tengan el dinero de su lado. Ah, y sí, la novela va de la búsqueda de una imagen de la Virgen que le han robado a un amigo de Conde, quizá para venderla o quizá porque es milagrera.


1 comentario:

  1. " La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared de donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una. Los espacios del calendario originalmente habían sido cromados con tonos distintivos entre el verde juvenil de la primavera y un vetusto gris invernal, un juego que solo un diseñador muy imaginativo podría asociar con algo tan inexistente en una isla del Caribe como las cuatro estaciones del año. " 👍🏻😎

    ResponderEliminar