miércoles, 6 de febrero de 2013

La Odisea (o de cómo llegar a Australia creyendo que vas a hacer un curso y acabar haciendo otro)


En resumen, aquí está la aventura épica de lo que me ha ocurrido en mis primeros días aquí.
Uno, que es por naturaleza ingenuo y vive en un país multicolor como la abeja maya (por no hablar de los mundos de yupi) se podría imaginar que al pasar todos los trámites burocráticos a través de una agencia iba a ser todo coser y cantar, pero no.

No, amigo mío, porque aquí también se equivocan (estarán al otro lado y caminarán boca abajo pero son humanos como nosotros, quizá un poquito más surferos) y como en tantas ocasiones, la fortuna se alía con el destino y por una extraña conjunción astral te acaba tocando a ti.

Claro que le pasan estas cosas a la gente que más las busca: como aquella vez que estuve en Croacia y el primer día me perdieron el macuto con todas mis pertenencias o la de olvidarme el pasaporte para salir de Marruecos justo el día antes de actuar en el Festival de Almagro, o el retraso del vuelo a Lisboa que me hizo perder la conexión con Senegal, o la nieve que me dejó tirado unas navidades en Bruselas o la más reciente vez en que perdí en un mismo día el autobús y el tren para ir a Baños.

Como de todas aquellas, de ésta también se sale, con buena voluntad y con optimismo (y según el caso, con una variable cantidad de dinero, que nada de esto es gratis).

El caso es, para dejarme en paz de mapas conceptuales, que yo mandé una petición para hacer un curso, alguien que no tenía potestad para ello la aceptó y a mi llegada, las responsables del curso se pusieron en contacto conmigo para comunicarme que no cumplía los requisitos que permiten el acceso a dicho curso.

La odisea de cambiar de curso, presentar documentación que acreditara mi formación para dicho diploma y demás aún continua, pero si hay algo que veo claro es que, no como Ulises 20 años, pero uno me parece a mi que no me lo quita nadie.


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