En
resumen, aquí está la aventura épica de lo que me ha ocurrido en mis primeros días aquí.
Uno,
que es por naturaleza ingenuo y vive en un país multicolor como la abeja maya
(por no hablar de los mundos de yupi) se podría imaginar que al pasar todos los
trámites burocráticos a través de una agencia iba a ser todo coser y cantar,
pero no.
No,
amigo mío, porque aquí también se equivocan (estarán al otro lado y caminarán
boca abajo pero son humanos como nosotros, quizá un poquito más
surferos) y como en tantas ocasiones, la fortuna se alía con el destino y por
una extraña conjunción astral te acaba tocando a ti.
Claro
que le pasan estas cosas a la gente que más las busca: como aquella vez que
estuve en Croacia y el primer día me perdieron el macuto con todas mis
pertenencias o la de olvidarme el pasaporte para salir de Marruecos justo el
día antes de actuar en el Festival de Almagro, o el retraso del vuelo a Lisboa
que me hizo perder la conexión con Senegal, o la nieve que me dejó tirado unas
navidades en Bruselas o la más reciente vez en que perdí en un mismo día el
autobús y el tren para ir a Baños.
Como de
todas aquellas, de ésta también se sale, con buena voluntad y con optimismo (y
según el caso, con una variable cantidad de dinero, que nada de esto es
gratis).
El caso
es, para dejarme en paz de mapas conceptuales, que yo mandé una petición para
hacer un curso, alguien que no tenía potestad para ello la aceptó y a mi
llegada, las responsables del curso se pusieron en contacto conmigo para comunicarme
que no cumplía los requisitos que permiten el acceso a dicho curso.
La
odisea de cambiar de curso, presentar documentación que acreditara mi formación
para dicho diploma y demás aún continua, pero si hay algo que veo claro es que,
no como Ulises 20 años, pero uno me parece a mi que no me lo quita nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario