sábado, 8 de junio de 2013

Aquí se come muy bien


Echaba ya uno de menos volver a esos post primigenios que crearon mi estilo, esos post llenos de homenajes velados (como el del título de éste) o directos (como la mención directa de que el título es un homenaje velado, no sé si me explico).
Una de las cosas que más preocupa a la familia de cualquiera cuando uno se va a vivir solo al extranjero es la comida. “Tú estás más delgado, ¿seguro que comes bien?”, “¿Tienes dinero? No me vayas a pasar hambre…”
Paaanes
Creo que ya quedó claro que como, de lo que quiero hablar aquí es de mi pasión por la cocina: el otro día con mi compi de piso, estuvimos haciendo pan, y me di cuenta entonces de que soy un Arguiñano de la vida. Si me dejaran solo en una isla desierta (con cocina y despensa, claro, que una cosa es ser cocinilla y otra Cocodrilo Dundee) podría sobrevivir sin problemas y ni siquiera comería todos los días la célebre “pasta all’estudiante” (pasta con atún y tomate frito).
Todo empezó con 8 o 10 años, con el famoso bizcocho de limón que tanto revuelo causaba en casa (porque cada vez que lo queríamos hacer había que buscar la receta, que estaba apuntada a mano y corregida a base de ensayo-error de la que venía con el libro de la Thermomix), aunque creo que nunca me he atrevido a hacerlo yo solo.
La mejor experiencia de superviviente sería el interraíl, y nuestro descubrimiento generacional de las latas con ketchup, que me haría, al cabo de los años, reflexionar sobre sus posibles variantes, aplicando la mezcla explosiva de guisantes, atún y tomate triturado para crear un excelente relleno de empanadas u hojaldres que también se deja comer bien acompañado del inolvidable pan bimbo.
Del helado de queso, ¡qué decir! Me pondré mi mejor atuendo del Siglo de Oro para afirmar que quien lo probó lo sabe (y fue mucha gente porque se vendía como churros). Y también en Baños, aprendí los secretos pasteleros del abuelo, caramelo, bizcocho, tartas, profiteroles y merengues.
Luego por supuesto me apliqué a la pasta all’uovo, tanto en Turín como en Bruselas, y reconozco que no se nos daba mal, aparte algún que otro agnolotto vacío o apelotonado y de la baja productividad (hasta 8 personas éramos en Bruselas para hacer apenas una porción de pasta rellena por cabeza.
Me dejaré muchas cosas en el tintero, pero recuerdo, y aún aquí lo hago, el batido de aguacate que descubrí en Tetuán y que tanto éxito tiene allá donde se importa (en Sydney juego con ventaja, porque dos de los vecinos franceses son de origen marroquí).
Aún no me he lanzado con la paella, pero eso es porque temo el resultado, que el listón familiar está muy alto cuando hablamos de arroces. Sin embargo el risotto no tiene secretos para mi (y no los tendrá para ninguno si le añadís queso, ese es el truco).
Menos mal que este post lo he escrito a medias por la mañana, después del desayuno, y por la noche, después de la cena, que si no me entraría un hambre de esas que te hacen ver turbio.

Sé que debería hablar del trabajo, de la mudanza, del fin del semestre y de los exámenes, pero no hay prisa, tengo aún muchas semanas, y de vez en cuando le gusta a uno darse el gustazo de cambiar de tema.

3 comentarios:

  1. Pa decir esto....escribe un libro

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  2. O un recetario... esta noche quiero hacer una paella, a ver si le echo fotos

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  3. Esa paellaca! Cómo hemos evolucionado desde las latas!
    Qué tal esas vacaciones?

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