miércoles, 24 de junio de 2020

Confinada

Soñaba desde siempre con ser una novela.

Cada día observaba con envidia la atención que recibían las obras clásicas  de bolsillo de tapa negra con una imagen enmarcada en la portada que lucían en las estanterías de la biblioteca. Suspiraba por ser manoseada por todos esos dedos curiosos, ávidos de descripciones, personajes, viajes e historias.

También le gustaba pensar que sería un libro de poemas, de esos que abres al azar por una página cualquiera y el verso huele a campo mojado y se te pega al alma de por vida. O pertenecer al caprichoso grupo de las novedades, que tenía su estante preferente justo a la entrada, rodeada cada obra de un amplio espacio blanco sobre el que resaltaba la portada.

Pero su verdadero sueño era acabar en la mochila llena de papeles arrugados y bolígrafos sin capucha de aquella estudiante de cabellos rubio oscuro que de martes a viernes se sentaba en la cabina de estudio. Acompañar sus paseos de camino al instituto con un suave balanceo, escuchar entre cuadernos las lecciones de química e historia y descansar apilada sobre la mesita de noche, junto a su diario y otras novelas.

No era muy original. Al fin y al cabo, salir de la biblioteca era el sueño de toda silla.

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