sábado, 6 de marzo de 2021

Comentarios - Judas

 Antes de terminar la primera página, el protagonista del libro, Shmuel Ash, es descrito como sigue:

Era un chico corpulento, con barba, de unos veinticinco años, tímido, emotivo, socialista, asmático y con tendencia a entusiasmarse fácilmente y a decepcionarse enseguida. Tenía los hombros fuertes, el cuello corto y grueso, al igual que los dedos: gruesos y cortos como si a cada uno le faltase una falange. De todos los poros de la cara y del cuello de Shmuel Ash salía sin control una barba encrespada que parecía un estropajo de aluminio. (...) Sus ojos se llenaban fácilmente de lágrimas, y eso le ponía en situaciones muy embarazosas. 

Y al final de la segunda página cierra la descripción como sigue:

En aquellos tiempos era habitual considerar que el llanto era propio de mujeres. Un hombre empapado en lágrimas provocaba recelo e incluso cierta aversión, más o menos como una mujer con pelos en la barbilla. A Shmuel le avergonzaba mucho esa debilidad suya y hacía grandes esfuerzos por superarla... se unía al desprecio que provocaba su emotividad y también compartía la idea de que su hombría estaba algo defectuosa, y, por eso, seguramente pasaría por la vida sin pena ni gloria y sin alcanzar ningún objetivo.

Podríamos jugar a adivinar en qué época está ambientada la novela, o mejor aún, a preguntarnos si ese "en aquellos tiempos" tiene sentido ponerlo, dadas las circunstancias actuales.

Esta novela del multipremiado Amos Oz es muy interesante por las figuras masculinas que analiza: Judas (Iscariote, claro) desde una particular revisión que lo situaría como el primer y único cristiano, Jesús, como el hombre e hijo del hombre, todo con minúsculas, es decir, como uno de tantos, quizá algo más carismático y Shatiel Abravanel, un misterioso judío que estaba en contra de la declaración del estado de Israel a finales de los 40.

Desde luego tienen algunas de las tradicionales características masculinas y precisamente esas son las que más disgustos les acarrean. Es interesante ver cómo modelos de masculinidad diferentes (o algo diferentes) no implican un cambio social en las relaciones de poder: en la novela los personajes femeninos, que son escasos, aparecen casi únicamente como sirvientas de las necesidades masculinas, incluso Atalia, único personaje femenino que se desarrolla atiende antes las necesidades de Shmuel que las suyas propias.

Bien es cierto que esta obra no pretende cambiar el sistema patriarcal, ni tan siquiera reflexionar sobre ello, y es precisamente por este motivo por lo que me ha generado esta reflexión. Dicho lo cual, nada tiene que ver con la calidad de la obra que es muy buena ni con los interesantes discursos filosóficos, teológicos, históricos y políticos que pone Oz en boca de sus personajes.

La visión tristemente desesperanzada sobre una posible paz en Palestina-Israel se fundamenta en varios momentos históricos clave que conectan la religión judía con la interpretación/analogía de Ben Gurión como el fracasado Mesías del siglo XX. La novela sugiere que ya a finales de los 50 se veía imposible resolver pacíficamente la cuestión israelí y por lo tanto su llamada a la concordia es de nuevo una voz en el desierto.

Personalmente, por cómo describe la llegada de judíos a Palestina, y jugando también como el autor con la reinterpretación de Judas, me imagino al pueblo árabe asustado ante una oleada de inmigrantes que llegan a sus tierras, con una cultura distinta, sin respeto alguno por lo que hay (y si seguimos por lo de robarles el trabajo, las ayudas sociales, etc ya ni te cuento). Mientras, los judíos, huyendo de un genocidio (como los sirios que han llegado a Europa) con mucho dolor y nada más que perder si no la vida que tan vagamente mantienen.

Me sorprende cómo la ONU reconoce a Israel en el 48. Me imagino, si hubieran seguido en la misma línea, que tal vez habría un estado turco en Alemania, un estado árabe en Francia, un estado pakistaní en Gran Bretaña, pero no. Curiosamente lo único que hay es un estado judío en Palestina. Entiendo que simplifico enormemente las cosas y que son mucho más complejas, sin duda. Con todo, esta novela me ha hecho imaginarme un universo paralelo, seguramente con más odio del que hay ahora, o por lo menos con más sangre.

Me pregunto cómo se hace para vivir en paz, fomentar la concordia y demás grandes palabras que tanto gustan a los políticos. Y la novela responde un poco, a través del desencantado Abravanel, o eso creo yo, cuando dice que:

Participaba en círculos privados en los salones intelectuales procedentes de Alemania, del barrio de Rehavia. Bueno, es mejor que no intentemos fundar aquí ni un Estado árabe ni un Estado judío, afirmaba: vivamos aquí los unos al lado de los otros y los unos en medio de los otros, judíos y árabes, cristianos y musulmanes, drusos y circasianos, ortodoxos, católicos y armenios, un grupo de comunidades vecinas sin fronteras separadoras.

Pero no, mucho mejor las fronteras, mucho mejor el odio, claro que sí: o España o Cataluña, no hay más opciones. Lo demás son utopías, novelas de Amos Oz. ¡Cómo no elegir la literatura!


Pd: Gracias a mi tía por prestarme el libro y recomendármelo



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