viernes, 19 de marzo de 2021

Comentarios - A la hora en que cierran los bares

Me encuentro de viaje sin libro y selecciono uno finito porque tengo 4 días, para poder terminarlo. No me gusta dejar libros a medias ni tampoco llevármelos, que dicen en mi casa que solo hay dos clases de tontos, los que prestan un libro y los que lo devuelven.

Son ocho cuentos de la aragonesa Soledad Puértolas, en una colección, quizá de verano, que debían regalar con alguna revista. El primero de ellos da título a la recopilación y todos, menos el último están protagonizados por hombres. En su mayoría son personajes atormentados con vidas irregulares (o seres de la noche, o soldados, o mafiosos). Sólo en el último la protagonista es una mujer, destinada a Noruega junto a su reciente esposo durante un invierno.

Ahora que escribo sobre Noruega, me doy cuenta de que un hilo conductor, excepto por el primero (y el segundo, que es un viaje pero a la infancia) podrían ser los viajes: el Danubio, Italia, Marruecos. Sí, eso debe ser lo que me hace pensar en esta breve antología como un libro veraniego.

Los relatos de la noche tienen mimbres de verdad amarga y revelación casi mística. Sus personajes destilan lucidez e ignorancia a partes desiguales, como en la vida, y algunos párrafos son verdaderamente deliciosos. Aquí un pequeño botón de muestra:

"Son las once, sólo las once. Empieza la noche veladamente, mientras la gente piensa en dormir, en soñar. (...)

Las bolsas de plástico, llenas de comida, seguían en la cocina a la mañana siguiente. Mientras hacía café, fue sacando las cosas de la bolsa, guardándolas en el armario y en la nevera. No me sentía más deprimido que otras veces. El café siempre sabe a café a esas horas de la mañana."

No sé si puede haber más lucidez en otro momento porque no he pasado una noche de resaca, pero me ha parecido muy brillante el ambiente pastoso con olor a boca sedienta y humo gris de colillas encerradas.

Y otra frase pequeña, esta vez del relato que da nombre al libro y que Puértolas pone en boca de uno de sus personajes, borracho pero no demasiado, como una oda a la noche, a la brevedad y a los misterios en los que de vez en cuando juega a esconderse la vida:

"Se fue así, tranquilamente, diciéndome la verdad de tantos años de mi vida. Salí a la calle y me maravillé del fulgor del sol, del color del cielo. La verdad estaba allí, rodeándome. Apenas me podía sostener en pie"

 


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