viernes, 3 de septiembre de 2021

Comentarios - Los santos inocentes

 Septiembre es menos septiembre si tenemos a Delibes como compañía. Este quizá sea uno de sus libros más famosos (a lo que tal vez contribuyó la película de Mario Camus) y peculiares en su formato. Dividido en seis libros (capítulos), cada uno de ellos está narrado sin más punto que el final. No es solo el uso de la coma en su lugar o la ausencia de guiones en los diálogos, sino el modo en que integra estas particularidades técnicas a lo largo de la novela lo que la hace interesante. Y además no se hace pesado, a mí personalmente me pasó desapercibido hasta más allá de la mitad del libro.

He leído que Mario Camus no pudo soltarlo hasta el final y espero que copiando aquí el principio se anime más gente a leer esta narración, repleta de realismo, miseria y crítica social:

A su hermana, la Régula, le contrariaba la actitud del Azarías, y le regañaba y él, entonces, regresaba a la Jara donde el señorito, que a su hermana la Régula le contrariaba la actitud del Azarías porque ella aspiraba a que los muchachos se ilustrasen, cosa que a su hermano se le antojaba un error, que,

  luego no te sirven ni para finos ni para bastos,

pontificaba con su tono de voz brumoso, levemente nasal,

y, por contra, en la Jara, donde el señorito, nadie se preocupaba de si éste o el otro sabían leer o escribir, de si eran letrados o iletrados, o de si el Azarías vagaba de un lado a otro, los remendados pantalones de pana por las corvas, la bragueta sin botones, rutando y con los pies descalzos...

El relato está ambientado en la España rural de los años 60, en un cortijo extremeño, aunque las referencias no sean topográficas (salvo la Raya de lo de Abendújar) sino referentes a la fauna y la flora (grajillas, perdices, palomos, jaras, encinas, alcornoques...). Por cierto que el libro está dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente, que murió unos pocos meses antes de que se publicara. Un homenaje que se concreta en las descripciones minuciosas del territorio que son a cada paso de la historia una compañía de realismo y claroscuro:

y a la mañana siguiente, conforme amaneció Dios, Paco, el Bajo, ensilló la yegua y a galope tendido, franqueó la vaguada, el monte de chaparros y el jaral y se presentó, escoltado por los aullidos de los mastines, en el cortijo del señorito del Azarías (...)

me voy por abono para las flores,

y, franqueaba el portón, y se perdía en la loma, entre las jaras y las encinas, buscando a Antonio Abad, el Pastor, que por la hora no podía andar lejos, así que se le topaba, se ponía a caminar parsimoniosamente tras el rebaño, agachándose y recogiendo cagarrutas recientes, hasta que colmaba las herraduras (...)

  esta dirección llevaba, luego estará en aquel chaparro y, si no, amonada en el mato, orilla del alcornoque, no puede haber ido más lejos,

y allá se iba el grupo tras Paco y, si el pájaro no andaba en el chaparro, amonado estaba en el mato, orilla del alcornoque, no fallaba, y el Subsecretario, o el Embajador, o el Minstro, el que fuera, decía asombrado,

  y ¿por qué regla de tres no podía estar en otro sitio, Paco, me lo quieres explicar? ...

La historia bosqueja la realidad rural de los años 60 y es muy crítica con el abandono del Estado, sugiriendo una sociedad feudal y muy jerárquica, con sus caciques y señoritos en sus respectivos cortijos. También está muy presente la caza, creo que como metáfora de una sociedad violenta y claramente dividida en ricos y pobres, cazadores y presas.

A este respecto es muy interesante la figura intermedia de don Pedro el Périto y doña Purita pero ni lo nombro porque creo que es una lectura muy personal.

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