jueves, 28 de marzo de 2013

Networking



Y eso, ¿qué es? Pues algo así como una cita a ciegas con mucha gente, pero en vez de una orgía el objetivo es encontrar trabajo.

Bruselas es la ciudad del networking. No he escuchado esa palabra más veces al día en ningún otro sitio. En Bruselas uno (o una) va a la plaza de Luxemburgo, que está a la salida del Parlamento Europeo y se toma una cerveza en uno de los bares de la plaza con la esperanza de que algún consejero, diputado, ministro o secretario segundo del adjunto al director de publicidad del partido nosecuántos quiera escuchar su currículum (que por supuesto se ha aprendido de memoria previamente y es capaz de repetirlo igual que la tabla del 2).

Bueno, pues yo me fui a Bruselas y de networking nada (y de cervezas tampoco). Pero eso no es nuevo porque me ha pasado en otros sitios: en Italia, nada de café; en Chauen, nada de porros; en Baños, nada de cubalibres; en Sydney, nada de canguros...

Lo de los canguros lo resolveré, espero, pero lo que sí he hecho en Sydney es networking. Y dos veces, por si una no bastara. Esto se merece un capítulo aparte:

Primera sesión de networking: me entero a través de la newsletter de la Cámara de Comercio y me digo, why not? Así que me apunto. La sesión es 20 dólares y te dan un refresco / cerveza, vamos un timo.

Ahí estoy, llegando al bar, con mi traje (que ya que me lo he llevado me lo tendré que poner alguna vez) y mi aire de ¿qué pinto yo aquí? Subo, pago, me dan una ficha de poker para que la cambie por un zumo de naranja y un badge con mi primer nombre y mi segundo apellido (por cierto, recordadme que os cuente un día la historia de los dos apellidos).

El caso es que no pasan 25 segundos y ya se me ha acercado una señora japonesa para preguntarme cómo me llamo y presentarme a un grupo de gente (por la noche me dijo un amigo “¡Ah! Si ligar fuera tan fácil… Me voy a pasar al networking”. Que  tampoco es tan fácil, le contesto, porque trabajo no me ha salido).

En resumen, que le cuento mi vida a un agente migratorio australiano, unos ingenieros italianos, una ama de casa venezolana, la señora japonesa de la que ya os he hablado y una australiana que me cuenta rápidamente en lo que trabaja pero, después de preguntárselo dos veces porque no me he enterado, renuncio a descubrir. Cada uno me da un consejo y una tarjeta de visita. Todo muy profesional.

Lo que saco en claro de esa noche es:
1) que soy un muermo, porque me dicen los italianos que se van a bailar salsa a una disco y yo me vuelvo a casa porque al día siguiente madrugo
2) una invitación de la señora japonesa a su casa porque el sábado organiza una fiesta para celebrar el cambio de hora (desde luego, no faltan las excusas).

La segunda sesión es más bien un encuentro universidad-empresa. Muy bien organizado, con su inscripción gratuita por internet, su badge con nombre y apellido, sus ponentes de empresas de empleo y ex-estudiantes que cuentan su experiencia, sus stands de promoción de las empresas y un aperitivo típico de Malasia que consiste en unos crêpes doblados sobre sí mismos con una salsa al curry que pica como los demonios.

Unos días antes me escribieron una serie de correos para participar en la mesa redonda de los estudiantes pero se quedó en nada; supongo que no tenía mucho que contar, ya que sólo llevo 2 meses aquí ( 2 meses, Tempus fugit, claaaaro).

Como evento (ahora que estoy en la industria), mucho mejor montado el segundo, pero también mucho más serio e institucional. A efectos prácticos, me pareció más útil el primero, que también era más caro, claro.

Por cierto, estoy aprendiendo un montón de inglés: badge, stand, networking... No sé si se nota.

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