viernes, 16 de abril de 2021

Comentarios - Los hermanos Karamazov

 Bueno, bueno, bueno... Menuda sorpresa ha sido abrir el libro de Dostoievski y encontrarme con el starets Zósimo. Y eso que alguien ya me lo dijo en su momento (o sea, en el momento de conocerme). En fin, de un alquimista que ayudaba al gitano Melquíades a convertir la paja en oro a un monje ruso que tiene un papel quizá igual de breve pero bastante importante en la trama.

Lo mejor es arrancar con el primer párrafo del libro. Un ejemplo maravilloso de cómo empezar una novela y atrapar desde el principio:

Fedor Pavlovich Karamazov era un terrateniente de escasa importancia social, pero muy conocido en su distrito a causa de las misteriosas circunstancias que rodearon su trágica muerte. (...) Era un redomado gorrón, un perfecto parásito.

Con este inicio ya sabemos de qué va la novela, que nos contará la muerte de este hombre y sus circunstancias, pero también sabemos que no es el verdadero protagonista y, por decirlo suavemente, que no le tomaremos cariño durante la lectura. Conste que no copio el párrafo entero para evitar las demasiadas pistas sobre la historia y su desarrollo.

Se dice de Dostoievski y de la novela rusa de aquellos tiempos (mediados y finales del siglo XIX) que representan el realismo psicológico, o algo así. Y es verdad que los personajes están construidos y mostrados en todas sus contradicciones, sus cuerpos y sus voces se agitan tanto o más que sus mentes y cambian de estado a la velocidad del rayo, por ejemplo en esta discusión entre padre e hijo (Fedor Pavlovich y Dimitri Fedorovich, cariñosamente llamado Mitia):

-¡Cállese! -exclamó Dimitri Fedorovich-. Espere que yo me haya marchado. Tenga cuidado con no manchar en mi presencia a la más noble de las jóvenes... Es ya una vergüenza para ella que se haya atrevido a aludirla... ¡No lo toleraré!

-¡Mitia! ¡Mitia! -gritó Fedor Pavlovich sujetándose las lágrimas-. ¿Qué has hecho de la bendición paternal? ¿Qué te ocurrirá si te maldigo?

-¡Hipócrita desvergonzado! -rugió Dimitri Fedorovich.

-Así trata a su padre, ¡a su padre! ¿Qué no hará con los demás?

Gritos, rugidos y exclamaciones, mezclados con lágrimas y sentimientos "nobles" en los que yo veo algo de crítica al romanticismo, pero  suave, ya que el propio Dostoievski era una contradicción en sí mismo. Todo un personaje el propio autor, tanto que necesita desdoblarse en seis o siete para contar su historia.

Si atendemos a la biografía, casi todos los personajes de la novela tienen algo de su autor (el starets Zósimo sus ideas religiosas y políticas, el hijo Dimitri sus sentimientos de culpa, el supuesto hijastro Smerdiakov su epilepsia, el hijo ateo Ivan su éxito de escritor...

La novela va de hombres, claramente: el padre y sus cuatro hijos, de modo que a los personajes femeninos les queda reservado un cliché que el autor explora, el de la mujer fatal. Tanto Katerina Ivanovna como Gruchineka se muestran frívolas y calculadoras, pero también enamoradas y arrepentidas. Les incorpora el análisis de clase y quizá tenga más afinidad con la aristocracia por su trato hacia la noble Katia, por ejemplo aquí hablan de ella Alexei (Alioscha) e Ivan:

-Katerina Ivanovna te ama, hermano- dijo tristemente Alioscha

-Es posible; pero ella no me gusta a mí.

-Ella sufre. ¿Por qué decirle entonces... a veces, palabras que le dan esperanza?- prosiguió tímidamente Alioscha-. Sé que lo has hecho. Perdona que te hable así.

Para concluir, diré que juega maravillosamente con el dinero - la historia está salpicada de dotes y herencias pendientes, regaladas o no cobradas - y el amor, situando a los personajes con frecuencia en esa disyuntiva, en esa pregunta fatal:

Gruchineka abrió un cajón, tomó su portamonedas y sacó de él un billete de veinticinco rublos.

-Toma Rakitka, ya estoy en paz contigo. No lo rechaces porque tú mimso lo pediste. -Y le arrojó el billete.

Rakitine, visiblemente confundido, se esforzó por guardarlo.

-Tú no nos quieres, Rakitka.

-¿Y por qué tengo yo que quereros?- dijo brutalmente. El había contado con que le pagarían sin que se enterara Alioscha, cuya presencia le avergonzaba y le irritaba.

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