jueves, 18 de abril de 2013

Animaladas

Pajaritos por aquí #fotosquenovienenacuento
Bajo el influjo de la marcha de Mariana y Aleksandra (vecinas y compañeras de aventuras canguras) decidimos que con los inquietantes marsupiales no habíamos tenido bastante y que había que pasar a la siguiente fase. El koala. Y no me refiero al hortera ese que cantaba, sino al tierno y dormilón osito de peluche que tan famoso se hizo gracias a Mofly.
Podíamos haber ido al zoo, pero eso sería trampa (demasiado fácil y demasiado caro para mis expectativas y mi presupuesto) así que decidimos ir a una reserva natural que salía en la guía. Se trata de un parque nacional situado un poco más allá de Morisset, siempre dirección Newcastle (de la serie “si algo sale bien, para qué cambiarlo”).


Donde está Wall(ab)y 
Pues claro, como diría Pumares, segundas partes nunca fueron buenas (por eso no se hizo la del Rey Pasmado) y lo que nos encontramos en Blackbutt Reserve fue lo siguiente: una especie de zoo en pequeñito y en gratuito (por lo menos era gratis) con todos los animales enjaulados y lo que es peor, generalmente escondidos, dormidos o, como mucho, comiendo de modo que verlos de frente es casi imposible y no os quiero contar ya si queremos sacarles una foto.

Y aunque el protagonista debería ser el koala, no quiero dejar de hablar del esquivo ualabí (o wallabi) que es como un canguro pero en pequeño y por supuesto de mi superfavorito: El desafortunado y nunca bien ponderado wombat.
Wombat persiguiendo al pavo real (uh pavo real!)
El pobrecito es una especie de jabalí chiquitito más feo que todas sus muelas y que debe ser primo hermano del diablo de Tasmania. Pero claro, le pasa lo que al patito feo, que como es feo, a nadie le interesa y nosotros acabamos encontrándolo de casualidad cuando ya nos marchábamos de la reserva. Y será que uno le coge cariño a los marginales o que la visita no fue lo esperado, el caso es que tengo más fotos del wombat que de la Ópera de Sydney (y ya es decir).

Volviendo a Blackbutt Reserve, podemos decir que es un entorno idílico, en medio de la nada (es decir, que no había nada más que hacer y al cabo de una hora habíamos terminado) y además estábamos rodeados de toda la chavalada, porque parece ser que es el lugar perfecto para celebrar cumpleaños y fiestas varias. Y los australianos, preparadísimos, con tartas, canapés, empanadas y kilos de carne para hacer una barbacoa, su deporte favorito.

El consuelo de los pobres, léase estudiantes, es pensar, bueno, por tan solo 4,50 dólares (en el zoo de Sydney cuesta 20 o 30) podemos acariciar a un koala, y por supuesto hacernos una foto para el recuerdo. Una de esas fotos que le vienen muy bien a uno, por ejemplo para poner en el blog.
Otros elementos accesorios fueron el clima (regular, llegó a chispear), los horarios de los trenes (no los miramos bien y nos tocó esperar una hora al tren de vuelta) y el picnic (muy completo y bien organizado, dos bocadillos por cabeza, fruta, zumo, patatas fritas...) Igualito que en Morisset. 

1 comentario:

  1. Cuando regresas de Tasmania? Avísame e imagino que escribiras tus tribulaciones en el blog. Abrazos y besos.

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