miércoles, 12 de agosto de 2020

Videollamada

15 de junio de 2020. Ángel tiene 12 años, vive en Getafe y estudia en Villaverde. Antes del confinamiento su abuelo, que vive en Leganés, iba a recogerlo al colegio y casi siempre lo acompañaba caminando hasta la panadería del barrio para comprarle de merienda un croissant relleno o una palmera de chocolate. Desde el 13 de marzo de 2020, Ángel y su abuelo pueden verse solo por videollamada. Alrededor de las seis de la tarde conectan sus dispositivos electrónicos y la cara del otro aparece en pantalla.

- Cuando vuelvan los abrazos, ¿me rascará tu barba, abuelo? - inicia Ángel directo.

- Dependerá del día que vengas a verme - responde su abuelo, olvidado el buenas tardes y el qué tal mientras piensa que las costumbres cambian muy rápido de generación en generación. - Si es por la mañana de lunes, jueves o sábado, bien, porque esos días me afeito temprano y la sensación suave dura apenas unas horas.

- Abuelo, yo quiero verte en cuanto se pueda, ¿y si los abrazos vuelven un martes, o peor aún, un miércoles? - suplica quejoso Ángel.

- Entonces - responde curioso por saber en qué acabará el interrogatorio - supongo que te rascará mi barba.

El chiquillo no puede reprimir la contrariedad que se escapa de su mueca seria, mientras su abuelo ríe oculto por la cámara web, que lo enfoca de nariz para arriba.

- ¿Recuerdas el último abrazo que nos dimos, abuelo? - contrataca Ángel a la desesperada.

- Por supuesto, el sábado 7 de marzo, vinisteis a comer a casa con una caja de pasteles de nata y yo os había preparado un arroz con verduras que os encantó. Recuerdo además que os conté que la verdura no era de la mejor, porque hasta que llega el verano las traen del invernadero o de algún lejano país y…

- Vale, vale, te acuerdas. Era un sábado. Yo no lo olvidaré y no olvidaré ese abrazo, porque durante estos meses he temido que fuese el último, porque mamá y papá dicen que eres de la población de riesgo. Pues bien, aquel día nos abrazamos y la barba no me rascaba.

Su abuelo es una persona de férreas costumbres y no suele abandonar sus rutinas, pero la voz quebrada de su nieto lo enternece hasta casi tener que apagar la cámara, para no retransmitir sus lágrimas.

- Bueno, Angelillo, tú avísame cuando vengas, y tal vez haga una excepción.

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