Por
otro lado, hice un curso hace unas semanas de esos que sirven para potenciar la
efectividad y cuya base se puede resumir en tres palabras: piensa, organízate y
actúa.
Bien,
pienso que Tinder no es lo que se escucha, sino que son más bien las actitudes de
quienes se descargan esta app las que hacen que se gane la fama que tiene (el
motivo es tan sencillo como numerosas son las agencias de este estilo que
proliferan por la web (badoo, meetic, happn, bueno, vale, sólo he nombrado 3,
pero hay muchas más)
Me
organizo pues, descargando la app y, con la ayuda de experimentados colegas,
seleccionando las fotos de mi perfil, en las que por cierto, descubro que hay
todo un arte:
-
“Pon esta de la playa, que ahora es verano” (¡pero si tiene 8 años esa
foto!)
-
“¿No tienes una con perros o gatos? Las mascotas suman” (vale, pero es
el perro de mi hermana…)
-
“Esta de la bici, que dice de ti que eres un deportista” (llevo sin
usarla desde aquella vez)
-
“¿Y ésta?” – ¡No, por favor, mira qué cara tengo! – “Mejor, así
demuestras que sabes reírte de ti mismo y no tienes complejos” (parece
razonable, ¿no?)*
Y ya
está, ya tengo mi perfil. Bueno, y ahora ¿qué? Pues ahora empieza la acción. De
momento mis “ayudantes” empiezan, monopolizando el teléfono, a deshojar la margarita: esta sí, esta no,
esta no, esta sí, esta… ¡Eh, ésta a mi no me ha salido nunca!
El
mecanismo es simple, de igual modo que yo, otras personas suben sus fotos a una
gigantesca base de imágenes que, mediante un sistema de geolocalización y según
los parámetros que se indican a priori (creo por cierto, que son sólo edad y proximidad geográfica), las envía y distribuye a personas
potencialmente interesadas.
Uno
recibe en su Smartphone las imágenes de esas personas (en la playa, con
perritos, haciendo gimnasia, un selfie frente al espejo… todas más o menos
iguales) y decide si le gustan o no. A ver, esto es como cuando uno entra en un
bar y echa un vistazo de esos de “como quien no quiere la cosa” para observar
lo que se cuece.
Es
criticable el sistema, por simplista, de acuerdo, pero tampoco es que nosotros
seamos mucho más refinados en ciertas ocasiones. Aún así, estoy de acuerdo con
un amigo, ajeno a estos experimentos, que señala que la elección mediada por una pantalla no deja
de ser artificiosa.
“Bueno,
y aún queda la descripción”, me dicen misteriosos antes de marcharse. Pero esto
ya será kilobyte de otro post.
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