miércoles, 5 de marzo de 2014

Australia en el corazón

Australia en el corazón tiene un marcapasos que sobresale aproximadamente 350 metros, llamado Uluru por los aborígenes y conocido y popularizado como Ayers Rock por las compañías turísticas que empezaron a explotarlo.
Para llegar hasta allí me subí en un avión directo a Alice Springs. Uno ve el mapa de Australia y piensa que eso queda cerca pero hay unos 600 km, lo que supone, si se contrata un tour organizado,  tres dias y dos noches de viaje en autobus con parada en Kings Cayon, Ayers Rock y Las Olgas.
¡Qué bien! Pese a no tener el carnet voy a poder cruzar el desierto en vehículo (un minibus de 20 plazas). Y así pasa la primera hora, o mejor dicho, el primer cuarto de hora y a la excitante experiencia le sucede la majestuosa monotonía del paisaje.


Me han dicho muchas cosas sobre este viaje,  que si no te lo pierdas, que si total para qué, que si es muy caro, que si te marchas sin verlo te arrepientes, en fin, de todo. Pero yo me quería venir al desierto desde que llegué o incluso desde antes, así que me vine porque sí.
Quizá porque uno es muy viajado, o muy romántico,  tiene una idea del desierto que se parece más al Sáhara o al Wadi Rum, y cuando observa la vegetación que rodea las llanuras australianas se pregunta la razón del término.  Pero está desierto, vacío,  salvaje.  O casi, porque la mano del hombre llega a todos lados y más en este país (aunque sorprende que el parque se lo devolvieran a los aborigenes y se planteen cerrar la escalada de la roca por respeto, pero de eso ya hablaremos en otro momento).


Y después de varias horas, estratégicas paradas para tomar un helado o beber agua, la visita a kings canyon, una noche en swag (saco de dormir con colchoncito interior la mar de cómodo) y quemaduras de decimotercer grado en la piel, el guía nos anuncia que nos acercamos.
Y de repente a uno se le olvidan las horas en estrecho e incómodo minibus, las hordas de moscas que inoportunan al turista (y lo alimentan a la fuerza) o los 400 grados a la sombra de la región y se pega a la ventana del autobusete para registrar el momento.


Pero lo mejor está por venir, cuando cae la noche y el atardecer muestra la mejor cara de Uluru, a lo lejos, porque estamos en el camping, preparados para comer salchichas de camello y carne de canguro fresquísima. O a la mañana siguiente, cuando hacemos bueno el dicho de que al que madruga dios le ayuda y  nos levantamos a las 4.30 para ver el amanecer y los espectaculares cambios de color de la roca.


Luego llega la graciosa experiencia de comer a las 10 de l a mañana (y la consiguiente cena a las 3 de la tarde) para llegar a Cairns, donde la vida mochilera ofrece pizza gratis a una hora decente, las 9.30 de la noche.
Por el camino, una experiencia única,  compartida con 20 extraños, que son 20 amigos, con historias, viajes y proyectos diversos. Y una común pasión por las fotos de grupo.
The Rock Tour team

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