martes, 20 de septiembre de 2022

Comentarios - Un caballero en Moscú

Segunda novela del estadounidense Amor Towles, que debutó con la aclamada Normas de cortesía en 2011. Ésta es de 2016 y si ha tardado cinco años en escribirla está perfectamente justificado por la monumentalidad de la tarea. Una novela de más de 500 páginas que recorre tres décadas largas de la historia de Rusia/Unión Soviética a través de la vida del conde Aleksandr Rostov, un aristócrata amante de la poesía que es condenado a vivir en arresto domiciliario en el Hotel Metropol de Moscú.

De hecho, así comienza la novela, con la supuesta transcripción de la comparecencia del conde ante el secretario Ignatov y el fiscal Vyshinski en un diálogo que marca el tono de la novela:

F.V: Diga su nombre.
A.R: Conde Aleksandr Ilich Rostov, condecorado con la Orden de San Andrés, miembro del Jockey Club, Jefe de Cacería.
F.V: Puede quedarse sus títulos, no nos interesan para nada. Limítese a confirmarnos si es usted Aleksandr Rostov, nacido en San Petersburgo el veinticuatro de octubre de mil ochocientos ochenta y nueve.
A.R: Sí, soy yo.
F.V: Antes de comenzar, permítame observar que no recuerdo haber visto jamás una chaqueta adornada con tantos botones.
A.R: Gracias
F.V: No era ningún cumplido.
A.R: En ese caso, exijo una satisfacción en el campo del honor.
(Risas)
S.I: Silencio en la sala.

Un tono que es de una ironía simpática y antigua, gracias al cual nos transportamos directamente al siglo pasado, hace 100 años exactamente. En 1922 comienza esta historia que nos llevará hasta 1954, resaltando más la historia (y la intrahistoria) rusa que los eventos mundiales que tuvieron lugar durante ese periodo. Por ejemplo, aquí resume los primeros años de la Rusia bolchevique desde la voz narradora, que es bastante parecida a la del conde:

La historia se dedica a identificar los acontecimientos trascendentales desde un cómodo sillón. El historiador, que cuenta con la ventaja del tiempo, mira hacia atrás y señala una fecha como un canoso mariscal de campo señala un meandro del río en el mapa: "Ahí está -dice-. El punto de inflexión. El factor decisivo. El día fatídico que alteró por completo todo lo que vino a continuación".
El 3 de enero de 1928, nos cuentan los historiadores, se puso en marcha el Primer Plan Quinquenal, la iniciativa que daría comienzo a la transformación de Rusia y convertiría una sociedad agraria y decimonónica en una potencia industrial del siglo XX. (...)
Sin embargo, los acontecimientos que sucedieron en cada una de esas fechas no produjeron ningún levantamiento en la ciudad de Moscú. Cuando arrancaron esa página del calendario, las ventanas del dormitorio no brillaron de pronto con la luz de un millón de lámparas eléctricas; aquella mirada paternal no estaba colgada sobre todos los escritorios ni se colaba en todos los sueños; ni los conductores de un centenar de furgones policiales giraron la llave de contacto para desplegarse en abanico por las calles oscuras.

Y es en esa intrahistoria donde el conde Rostov, que para la mayoría de la gente del Hotel Metropol sigue ostentando su título, despliega todo un manual del siglo diecinueve para mostrar el contraste que debió suponer para un aristócrata ruso pasar de Dostoievsky a Gorki (y de ahí a trabajar y dejarse de literaturas). Un Rostov que acaba trabajando en el hotel y lleva una vida apacible hasta...

Pero no adelantaremos acontecimientos, sino que aprovecharemos la última cita del libro para mencionar un gracioso juego del autor, que realiza a lo largo de la novela tres o cuatro notas al pie que son, por supuesto ineludibles aunque no afecten en nada al desarrollo de la misma. Aquí un ejemplo:

*Sí, ese individuo gris sentado detrás de su mesita gris no sólo era el encargado de grabar la información que obtenían las camareras, sino también de asegurar la participación voluntaria de las jóvenes recordándoles el deber que tenían contraído con su país, insinuándoles lo fácil que sería que perdieran su empleo y, cuando era necesario, insinuando cualquier otra amenaza. Pero no nos precipitemos condenando a ese individuo.(...)
Hay que reconocer que se tomaba muy en serio su trabajo y que, en su departamento, incluso se lo consideraba una especie de prodigio. Porque no había nadie en todo Moscú capaz de redactar un informe con una precisión tan monótona.

En fin, a pesar de algunos tramos más lentos, la novela transcurre con agilidad a caballo entre el homenaje a la novela psicológica rusa, la intriga y la comedia familiar, con aventuras para todos los públicos y, al parecer, un futuro cercano como serie, protagonizada por Kenneth Branagh. Y si eso no sale, ya me la he leído.

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