sábado, 22 de enero de 2022

Comentarios - Encrucijadas

 El último libro del casi ganador del Pulitzer, Jonathan Franzen. Un ladrillo de 650 páginas ambientado en los hippies años 70 estadounidenses a través de las vivencias de la familia Hildebrandt, compuesta por seis miembros: el padre, un pastor protestante (o algo parecido, de la Primera Reformada); la madre, que está gorda y encierra un pasado turbio; el hijo mayor, que va a la Universidad y se enamora; la hija, que añora a su hermano mayor y tiene una crisis de fe; el hijo mediano, adolescente, que consume y vende drogas, aunque se plantea dejarlo; y el pequeño que es muy tierno e inocente y comparte habitación con el traficante.

Aunque no todas las tramas están igual de equilibradas, la novela es muy redonda y recorre las grandes preguntas de la humanidad en un contexto, el de los 70, en el que parecía que Dios (o más bien la espiritualidad), el amor libre y las drogas podían no sólo no excluirse sino incluso sumar.

Pese a la coralidad, el arranque del libro ya anticipa a los personajes que más van a interesar al autor, a saber, Russ, Frances y, por supuesto, New Prospect, la pequeña ciudad de Wisconsin en la que vive la familia:

El cielo de New Prospect, atravesado por robles y olmos desnudos, estaba lleno de promesas húmedas -un par de sistemas frontales sombríamente confabulados para traer una Navidad blanca- mientras Russ Hildebrandt hacía la ronda matinal en su Plymouth Fury familiar por los hogares de los feligreses seniles o postrados en la cama. La señora Frances Cottrell, miembro de la congregación, se había ofrecido a ayudarlo esa tarde a llevar juguetes y conservas a la Comunidad de Dios, y aunque Russ sabía que sólo como pastor tenía derecho a alegrarse por el acto de libre albedrío de la mujer, no podría haber pedido un mejor regalo de Navidad que cuatro horas a solas con ella.

Toda una declaración de intenciones esta pequeña muestra de su estilo barroco, adornado con largas frases subordinadas, paréntesis o explicaciones entre comas (de esas que hacen que uno se pierda a mitad de camino y tenga que volver a comenzar el párrafo varias veces) y sugerentes adjetivos para casi cada objeto.

Y llegamos a Encrucijada. El título de la novela es también, o precisamente por eso, el nombre del grupo juvenil de la Iglesia. Lo guía un joven cura, Rick Ambrose, que es el archienemigo de Russ Hildebrandt porque tiene todo lo que el viejo párroco ansía: juventud, carisma y capacidad para conectar con la gente joven (especialmente chicas) de New Prospect. A este grupo se unen los medianos del clan Hildebrandt, Perry y Becky.

Para cuando Becky se unió a Encrucijada, él ya dominaba el juego. El objetivo era acercarse al centro del grupo, formar parte del círculo más escogido siguiendo las reglas que estipulaban Ambrose y los otros consejeros. Esas normas requerían comportamientos que iban en contra de la lógica. En lugar de consolar a un amigo con memeces, le cantabas verdades ingratas. (...) En lugar de exhibir entereza, llorabas a lágrima viva. Si sus lágrimas de la noche en que bebió ginebra habían sido catárticas, el llanto acudía en adelante con más facilidad y era una moneda más corriente canjeable por el avance hacia el círculo selecto. Como era un juego, a Perry se le daba bien, y aunque era difícil sentirse de fábula por estrechar lazos usando cálculos de la teoría de juegos, se daba cuenta de que había quienes de veras apreciaban su comprensión y de veras se conmovían con sus aspavientos emocionales.

Pero las encrucijadas son todas y cada una de las elecciones a las que se enfrentan los personajes, que se debatirán entre los dictados del corazón y los cálculos mentales, el egoísmo y la bondad divina, la honestidad y los deberes morales... Todo ello aprovechando que el grupo juvenil realiza cada año un viaje a Arizona para "ayudar" a los navajos en una de sus reservas.

El autor retrata a las mil maravillas la condescendencia y el paternalismo con el que el hombre blanco ha tratado siempre a las personas que consideraba inferiores (en el libro los indios, las mujeres y los niños) y está salpicado de abundantes referencias a la filosofía de la época (Sartre en particular).

-Tienes que hacer algo -le dijo-. A partir de este verano quiero verte trabajar. Esa es la regla de esta familia: nosotros trabajamos. Quiero que te propongas como meta ganar 50 dólares a la semana.

-Becky no tenía que trabajar con mi edad.

-Becky entró en las animadoras y ahora está trabajando.

-Odia ese trabajo.

-Bueno, en eso consiste la disciplina. Puede que no te guste, pero trabajas de todos modos. No pretendo castigarte, Perry. Hago esto por tu bien.


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