sábado, 1 de febrero de 2014

Sydney Festival


El equilibrio y la confianza, segun Ockham's razor

Cada año, del 7 al 26 de enero la ciudad se transforma. El festival de Sydney es una concentración de eventos (teatro, música, arte, cine) que desborda a los habitantes de una ciudad demasiado ocupada en ganar y gastar dinero.
Se crea una burbuja en la que por un momento uno se cree en la capital de las nuevas tendencias, y entonces disfruta de la Royal Shakespeare Company de Chicago y su versión Rap de Otelo (brutal), de la poética del equilibrio del espectáculo circense de Ockham's Razor (¡qué nombre más acertado!), de la energía musical del sexteto japonés “Soil and pimp sessions” (con un jazz que fusiona todos los géneros musicales), de la versión australiana del hijo que nunca tuvieron Gainsbourg y Lou Reed (un tal Mick Harvey con la misma pose, y puede que la misma edad, que Javier Krahe), de un concierto de música clásica al aire libre que termina con fuegos artificiales en el marco incomparable del parque del Domain, y mil otras cosas más.
MC Otelo, partiendo la pana
Todo esto lo disfruta uno porque hace de voluntario (él o su compañero de piso) y como en los mejores momentos del festival de cine de Sydney le regalan entradas gratis para todo, o casi: Porque no tienen otra forma de agradecerle a los voluntarios su esfuerzo o porque los espectáculos pese a ser de gran calidad no se llenan debido a que los cuatro gatos que tienen dinero y están interesados en el arte son, como he dicho antes, cuatro. Es fuerte, pero si lo piensas bien es bonito.
Yo, como me han dicho desde que aterricé aquí que Melbourne es diferente, europea, creativa, activa y agitada artísticamente, me voy para allá el lunes. Ya os traeré algunas fotos de sus cientos de cafés y restaurantes, o de la Great Ocean Road, la carretera que va a Adelaide y que parece ser un éxtasis visual.
Ahora que ya por fin parece que me marcho de aquí me entran las prisas por viajar, como si no fuera a volver, pero en el fondo, al mismo tiempo, esta bahía, con su puente y con su ópera y sus atardeceres rojos, me avisa de que no va a ser fácil marcharse.
Lo que no echaré de menos es trabajar todos los fines de semana y una media de 12-13 horas.


Vaya sexteto de japos locos

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