miércoles, 22 de noviembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: 4 en 1

 Otra vez se me acumulan las lecturas sin pasar por este blog. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que prácticamente cada día entraba a colgar cualquier texto, o aquellos otros, poco después, en los que a cada semana le correspondía un relato breve y, ya más cercanos, los que permitían dedicar a cada libro una reseña, copiando además algunos párrafos.

Temo concluir que en estos 4 años la tendencia a la baja se impone de manera inversamente proporcional al volumen de trabajo en otros campos (incluido por supuesto el más agrícola de ellos). Últimamente leo más. Quiero creer que voy reequilibrando pero me parece que es el frío y la falta de luz. Ya veremos.

El caso es que llevo desde que me terminé el libro de Hobsbawn, otras cuatro lecturas, de las que 1 es un audiolibro (Cuentos de Virginia Woolf), otra una novela (Todos nuestros ayeres, de Natalia Ginzburg) y las otras dos son ensayos (El deseo de cambiar de Bell Hooks y Un hombre que se parecía a Cunqueiro de José Besteiro).

Excepto el último de la lista, todos escritos por mujeres. Deliciosa y certera la prosa de la Ginzburg (la menos feminista, aunque lo fuera sin presumir) me invadió con sus imágenes como hizo el Macondo de G. Márquez y a la vez me recordaba recurrente la actual guerra en Gaza. Y en general todos los sinsentidos de la guerra, que son uno, como ya hemos hablado con relación al proyecto por el que me leí el de Hobsbawn, la estupidez humana.

Es curioso cómo la estupidez humana no discrimina y cambia de raza a placer según le conviene, aunque reconozco que hay niveles. En esto ayuda Bell Hooks. Puede que la estupidez humana sea infinita pero también es infinitamente mayor en el hombre con poder frente a la mujer desfavorecida (y racializada, claro). El deseo de cambiar, un libro dedicado a los hombres, quizá nazca o nos debería nacer de esa necesidad de dejar de ser estúpidos. Pero es tan fácil permanecer...

Hay bastante estupidez en los cuentos de Virginia Woolf a la que imagino doblada de la risa sobre su escritorio mientras construía a engreídos y mediocres aristócratas ingleses. Las pequeñas revanchas que esconden las moralejas son fabulosas.

El último de los libros, terminado ayer, revisa la figura de Álvaro Cunqueiro, un escritor gallego de pasado falangista y algo olvidado, por supuesto injustamente. Nadie se hubiera molestado si fuera justo. Sin haber leído nada, me recuerda a las películas de José Luis Cuerda. ¿Quién sabe?

Ha sido muy curioso dar de nuevo con la frase "Todos tenemos tres vidas, la pública, la privada y la secreta" que aparecía en labios de un personaje de Vagalume y que parece ser de Gabriel García Márquez, escritor que propuso a Cunqueiro para el Nobel.

Indagaré en la obra de Cunqueiro y seguro que leo más novelas de Natalia Ginzburg, que me ha entusiasmado. Lo de los audiolibros... está por ver si es buena idea y en cuanto a Bell Hooks, tendré que comprarme el libro, que era prestado y seguir deseando y recorriendo el cambio.

Del blog, ¡ay! Eso es ya otro publicar.

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