miércoles, 6 de diciembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Guerra y paz en el siglo XXI

 Ando embarcado, parcialmente, claro, en un proyecto teatral maravilloso sobre la estupidez que está desarrollando mi amiga Patricia en Sevilla. Hasta aquí, todo bien. Mi tarea está relacionada con la parte de documentación y elaboración de fichas pedagógicas, motivo por el cual he tenido que leer muchos artículos en internet. Vaya intro, seguimos. En uno de ellos, que era de un comandante o coronel o algo así (porque no os lo he dicho pero igual os imagináis que la mayor estupidez humana es la guerra), se mencionaba en la bibliografía el libro de Eric Hobsbawn. Por fin llegamos al libro. Pero ojo, giro inesperado. En su momento no le di mayor importancia, aunque el nombre lo conocía por mi profesor de historia contemporánea (Ángel Baamonde) que nos lo citaba con asiduidad. Otro desvío, ¿aterrizamos? A los dos o tres días, repasando la pequeña biblioteca que tenemos en la habitación me encontré el título entre La Colmena de Cela y La Red de Juan Luis Cebrián y aquí estamos.

 La guerra (o más bien las guerras), el fin del orden la globalización, el terrorismo, los discursos de odio, las estrategias de pacificación, la exportación de la democracia (Nota: aquí dejé parado casi dos meses este borrador, supongo que porque se me acabaría la batería del ordenador y luego se perdió en el túnel del tiempo) y otros temas relacionados son los contenidos de estos varios ensayos que además comencé a leer con la triste noticia de la invasión perpetrada por el ejército de Israel en Gaza tras los terribles atentados de Hamás.

Me ocurre muy a menudo con el ensayo que se me despierta el tertuliano que llevo dentro y me surge la sana e inevitable necesidad de dar mi opinión y en este punto recuerdo las palabras de Desmond Tutu sobre la neutralidad. Preferiría que no hubiera lados para no ponerme de un lado, pero mientras la aceptación pasiva siga defendiéndose como neutral, uniré mi voz a las oprimidas. Porque el poder que es además asesino y pretende legitimar su ruindad, no está reconociendo la responsabilidad que tiene en el conflicto. Es, a mi juicio, el poderoso estado de Israel quien más debería buscar la negociación y el acuerdo, precisamente por ser quien más poder ejerce.

Hobsbawn podría estar de acuerdo con esto, aunque también aporta una visión interesante, que es la caída del viejo modelo de Estado-Nación, del patriotismo y de prácticas como el servicio militar obligatorio, que indicarían una desafección social por la resolución violenta de conflictos internacionales.

Quizá no seamos un clamor de 7.000 millones de personas a diario en las calles pidiendo el fin del ataque israelí, pero somos muchas, en muchas naciones de todo el mundo. Incluso dentro del propio estado de Israel. Que lo resuelvan, sin violencia. Y con urgencia, pero sin prisas, porque hay mucho dolor que escuchar. Quizá si las noticias y las palabras las sustituyéramos por los gritos, nuestros corazones sólo podrían pensar en la paz desde la noviolencia. Quizá

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