jueves, 23 de febrero de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Azul

Tres visitas después por fin encontré un rato libre en Madrid para entrar en una tienda de libros de segunda mano y acabar llevándome un par de títulos. Como dicen en Twitter, abro hilo.

Desde Bruselas, donde me aficioné a esas librerías repletas de tomos usados, no había vuelto a disfrutar de un par de horas de mariposeo alrededor de escritos organizados temáticamente de forma bastante inconstante.

Supongo que no es comparable a las librerías de viejo, o a los puestos de la cuesta de Moyano (o del Rastro, si es que aún quedan), pero no puedo evitar ser hijo de mi época, una de prisas, inmediatez y sobreabundancia en la que poco se valora lo único (para lo malo, pero también, ahí lo dejo, para lo bueno).

Tampoco me siento capaz de reivindicar el único acceso al libro usado, porque también compro, y además ahora tengo una librería de confianza (y de proximidad) con la que me siento comprometido. Para habitantes y viandantes, Libraría A Escolma, en O Carballiño.

Diversificar, esa encumbrada palabra del sistema económico actual, me ha permitido toparme con Rosa Regás y su premio Nadal de 1994, Azul. El segundo Nadal de esa década que leo, tras el imborrable relato de Millás: La soledad era esto.

Azul me ha insuflado como el viento henchía las velas del barco protagonista ganas de viajar a Grecia, pero en tren, siquiera por ver los colores del atardecer desde la playa entre el murmullo acogedor de un idioma ancestral y moderno.

También me ha hablado de la tristeza, del paso del tiempo, ese que dicen inexorable, de la vida en Nueva York y del Bocaccio, un garito que apenas conocía hace unos meses y ya lo he visitado en tantas páginas que casi podría decir que yo también me llevé de allí un taburete.

Y así, enrollado sobre sí mismo, envuelvo este hilo entre las páginas virtuales del cuaderno hasta la próxima visita.

miércoles, 8 de febrero de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Los dioses de cada hombre

 Me compré el libro de Jean Shinoda Bolen por motivos laborales y a la vez creo que es una motivación personal la que me llevó a terminarlo una vez que el trabajo saltó... Tirando de lugares comunes, es difícil que los hombres nos apuntemos a un taller de teatro, más aún que lo hagamos a un círculo de hombres, pues la combinación de grupo no mixto de hombres que trabaja a través del teatro...

Eso que en mi cabeza es algo similar a la cuadratura del círculo ha surgido de forma natural y sin promocionarlo, ni tan siquiera impulsarlo, aquí mismo, en las comarcas alrededor de Ourense y O Carballiño. Total, que esta misma tarde nos reunimos para arrancar este viaje, quizá tan mitológico como el que propone Jean Shinoda Bolen para recorrer y reconocer nuestros arquetipos de comportamiento y quién sabe si crear uno propio, sano y justo.

Abandonar la privilegiada senda de la masculinidad que, según Shinoda Bolen, se configuró en la época grecorromana, exige un esfuerzo de renuncia que además de equitativo es liberador. Liberador del miedo a ser derrocado que empujaba a Zeus a comerse a sus propios hijos, o del miedo a no ser lo que se espera que dejó cojo a Hefesto.

Nos ofrece además una oportunidad de cambio que desde el anquilosamiento sedentario de la situación privilegiada se puede ver como amenaza o pérdida, pero que a los fans del progreso quizá seduzca, siempre y cuando su objetivo no sea prevalecer sobre el resto sino construir colectivamente un mundo más igualitario.

Vamos a necesitar nuevos arquetipos, o cuanto menos, mezclar de otra manera las características de los dioses griegos. Y por supuesto, cambiar de narrativa (aunque sobre esto tengo pendiente el libro de Campbell sobre el monomito). Esperemos que muchos más se unan, con el teatro o con cualquier técnica, a este movimiento.