miércoles, 6 de diciembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Arniches y Baroja

 La primera vez que leía algo de Arniches, la recopilación de sainetes "Del Madrid castizo" y la segunda de Baroja, tras haber leído en el cole Zalacaín el aventurero.

Leer a Arniches es como ver esta serie de televisión que ha tenido tantas vidas y tantos nombres, quizá el más famoso sea  el último: "La que se avecina". Una sucesión de enredos breves con humor, costumbrismo y mucha moralina. Es muy entretenido leer a Arniches y detenerse en los dejes y expresiones castizas que (algunas aún perviven) se han ido acuñando en Madrid. Quien sabe si dentro de 100 años estudiarán "La que se avecina" y comentarán lo mismo acerca de su costumbrismo.

Baroja es, al menos el Baroja de "La busca", primera parte de la trilogía "La lucha por la vida" también agudo observador de dichos y costumbres, pero algo menos juicioso. Deja volar a sus personajes, que son arrollados por emociones y sentimientos poco edificantes, sin juzgarlos pero permitiendo que ellos mismos se juzguen. A mí me ha parecido bastante misógino, aunque por ahí he leído que su misoginia es un mito. Desde luego, pocos personajes femeninos y de no muy buena imagen (aunque tampoco los masculinos son para tirar cohetes, pero sí más complejos o más explicadas sus aventuras y cambios psicológicos).

Me ha sorprendido mucho leer en este último algunas ideas que son hoy bandera del ecologismo (compostar, reciclar...) y que trata con mucho cariño y respeto, pese a considerar, seguramente desde una mirada acomodada, las estrecheces que implica ese estilo de vida.

También hay una ácida crítica a los toros aunque se ve que ahí el autor se guarda las espaldas, no fuera a acabar de un golpe con la imagen de España, precisamente él, uno de los principales valores de la generación del 98.

Me ha gustado Baroja, seguramente siga con la trilogía.

Diarios de un lector a tiempo parcial: Guerra y paz en el siglo XXI

 Ando embarcado, parcialmente, claro, en un proyecto teatral maravilloso sobre la estupidez que está desarrollando mi amiga Patricia en Sevilla. Hasta aquí, todo bien. Mi tarea está relacionada con la parte de documentación y elaboración de fichas pedagógicas, motivo por el cual he tenido que leer muchos artículos en internet. Vaya intro, seguimos. En uno de ellos, que era de un comandante o coronel o algo así (porque no os lo he dicho pero igual os imagináis que la mayor estupidez humana es la guerra), se mencionaba en la bibliografía el libro de Eric Hobsbawn. Por fin llegamos al libro. Pero ojo, giro inesperado. En su momento no le di mayor importancia, aunque el nombre lo conocía por mi profesor de historia contemporánea (Ángel Baamonde) que nos lo citaba con asiduidad. Otro desvío, ¿aterrizamos? A los dos o tres días, repasando la pequeña biblioteca que tenemos en la habitación me encontré el título entre La Colmena de Cela y La Red de Juan Luis Cebrián y aquí estamos.

 La guerra (o más bien las guerras), el fin del orden la globalización, el terrorismo, los discursos de odio, las estrategias de pacificación, la exportación de la democracia (Nota: aquí dejé parado casi dos meses este borrador, supongo que porque se me acabaría la batería del ordenador y luego se perdió en el túnel del tiempo) y otros temas relacionados son los contenidos de estos varios ensayos que además comencé a leer con la triste noticia de la invasión perpetrada por el ejército de Israel en Gaza tras los terribles atentados de Hamás.

Me ocurre muy a menudo con el ensayo que se me despierta el tertuliano que llevo dentro y me surge la sana e inevitable necesidad de dar mi opinión y en este punto recuerdo las palabras de Desmond Tutu sobre la neutralidad. Preferiría que no hubiera lados para no ponerme de un lado, pero mientras la aceptación pasiva siga defendiéndose como neutral, uniré mi voz a las oprimidas. Porque el poder que es además asesino y pretende legitimar su ruindad, no está reconociendo la responsabilidad que tiene en el conflicto. Es, a mi juicio, el poderoso estado de Israel quien más debería buscar la negociación y el acuerdo, precisamente por ser quien más poder ejerce.

Hobsbawn podría estar de acuerdo con esto, aunque también aporta una visión interesante, que es la caída del viejo modelo de Estado-Nación, del patriotismo y de prácticas como el servicio militar obligatorio, que indicarían una desafección social por la resolución violenta de conflictos internacionales.

Quizá no seamos un clamor de 7.000 millones de personas a diario en las calles pidiendo el fin del ataque israelí, pero somos muchas, en muchas naciones de todo el mundo. Incluso dentro del propio estado de Israel. Que lo resuelvan, sin violencia. Y con urgencia, pero sin prisas, porque hay mucho dolor que escuchar. Quizá si las noticias y las palabras las sustituyéramos por los gritos, nuestros corazones sólo podrían pensar en la paz desde la noviolencia. Quizá

miércoles, 22 de noviembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: 4 en 1

 Otra vez se me acumulan las lecturas sin pasar por este blog. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que prácticamente cada día entraba a colgar cualquier texto, o aquellos otros, poco después, en los que a cada semana le correspondía un relato breve y, ya más cercanos, los que permitían dedicar a cada libro una reseña, copiando además algunos párrafos.

Temo concluir que en estos 4 años la tendencia a la baja se impone de manera inversamente proporcional al volumen de trabajo en otros campos (incluido por supuesto el más agrícola de ellos). Últimamente leo más. Quiero creer que voy reequilibrando pero me parece que es el frío y la falta de luz. Ya veremos.

El caso es que llevo desde que me terminé el libro de Hobsbawn, otras cuatro lecturas, de las que 1 es un audiolibro (Cuentos de Virginia Woolf), otra una novela (Todos nuestros ayeres, de Natalia Ginzburg) y las otras dos son ensayos (El deseo de cambiar de Bell Hooks y Un hombre que se parecía a Cunqueiro de José Besteiro).

Excepto el último de la lista, todos escritos por mujeres. Deliciosa y certera la prosa de la Ginzburg (la menos feminista, aunque lo fuera sin presumir) me invadió con sus imágenes como hizo el Macondo de G. Márquez y a la vez me recordaba recurrente la actual guerra en Gaza. Y en general todos los sinsentidos de la guerra, que son uno, como ya hemos hablado con relación al proyecto por el que me leí el de Hobsbawn, la estupidez humana.

Es curioso cómo la estupidez humana no discrimina y cambia de raza a placer según le conviene, aunque reconozco que hay niveles. En esto ayuda Bell Hooks. Puede que la estupidez humana sea infinita pero también es infinitamente mayor en el hombre con poder frente a la mujer desfavorecida (y racializada, claro). El deseo de cambiar, un libro dedicado a los hombres, quizá nazca o nos debería nacer de esa necesidad de dejar de ser estúpidos. Pero es tan fácil permanecer...

Hay bastante estupidez en los cuentos de Virginia Woolf a la que imagino doblada de la risa sobre su escritorio mientras construía a engreídos y mediocres aristócratas ingleses. Las pequeñas revanchas que esconden las moralejas son fabulosas.

El último de los libros, terminado ayer, revisa la figura de Álvaro Cunqueiro, un escritor gallego de pasado falangista y algo olvidado, por supuesto injustamente. Nadie se hubiera molestado si fuera justo. Sin haber leído nada, me recuerda a las películas de José Luis Cuerda. ¿Quién sabe?

Ha sido muy curioso dar de nuevo con la frase "Todos tenemos tres vidas, la pública, la privada y la secreta" que aparecía en labios de un personaje de Vagalume y que parece ser de Gabriel García Márquez, escritor que propuso a Cunqueiro para el Nobel.

Indagaré en la obra de Cunqueiro y seguro que leo más novelas de Natalia Ginzburg, que me ha entusiasmado. Lo de los audiolibros... está por ver si es buena idea y en cuanto a Bell Hooks, tendré que comprarme el libro, que era prestado y seguir deseando y recorriendo el cambio.

Del blog, ¡ay! Eso es ya otro publicar.

viernes, 13 de octubre de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: O traxe e Vagalume

 Hace cosa de un mes, tiempo que no parece breve aunque camine ligero ahora que los días se acortan, me recomendó una amiga la aplicación para leer libros en el móvil de las bibliotecas públicas. Con todas las cautelas del caso, me decidí a probar la semana pasada, aprovechando una inesperada aunque por fortuna intrascendente noche en urgencias.

Como no me gusta mucho leer en el móvil (ya bastante tiene uno con los mensajes de texto, los correos electrónicos, las noticias digitales...) elegí un texto breve, y como la biblioteca a la que accedí es la gallega, regresé a las lecturas en esta lengua. Por último, ya que ando cerca de sumergirme en la figura de Cunqueiro, elegí el último Premio Cunqueiro de textos teatrales: O Traxe, de José Fernando Castro Paredes.

Tiene su gracia pensar que me leí en la sala de espera del hospital un texto que arranca con un anciano saliendo de allí, especialmente por lo casual e incluso azaroso de la decisión. Además de arrancarme la sonrisa en varias ocasiones, me pareció un cuento delicioso que creo que entronca con toda una tradición gallega de humor, magia y costumbrismo (muy ligada a Cunqueiro, desde luego, y a otros como Wenceslao Fernández Flórez).

Como la nochecita fue toledana y se alargó hasta el día siguiente, busqué otro título, pero me decidí a probar con el formato de audiolibro. Es la primera vez que escucho uno, aunque tenga experiencia en ponerle voz a otros y debo decir que he disfrutado mucho su lectoaudición.

Vagalume, el último libro de Julio Llamazares, es, al igual que los otros textos que del mismo autor he tenido el gusto de leer, un prodigioso ejercicio de prosa poética en el que con la excusa de un pequeño misterio familiar, se teje una narración lenta, detallista, reflexiva y luminosa con todos los grandes temas de la literatura: el amor, la muerte, el paso del tiempo y la propia literatura.

Posiblemente esta sensación de viaje a una "ciudad de provincias" (que es cualquier cosa menos un "no lugar") se haya acrecentando con el tempo y la interpretación pausada y contenida de Fernando Soto. No sé si recomendar más la lectura o la escucha, pero sí sé que Vagalume me ha provocado y sugerido muchas ideas y reflexiones, además de regalado octosílabos deliciosos como "El alma humana es un pozo" o "Todos tenemos tres vidas"

martes, 19 de septiembre de 2023

Diarios de un lector a tiempo perdido: 5 en 1

 Ya he perdido la cuenta de los libros que hace que no alimento este blog (que cada vez se parece más al cajón de mi escritorio, un conjunto de papeles impresos sobreescritos, tickets de compra, envoltorios de plástico y bolígrafos a medio acabar sin orden aparente), así que iré a los tres últimos con el sabor agrio de la aceptación.

Entre tanta actividad, fue mi cumpleaños y aproveché la redondez de la fecha para invitar a mi familia al completo, de la que hubo pocas bajas y muy bien justificadas. Ella, mi familia, claro, aprovechó la circunstancia para inundarme de lecturas entre regalos y préstamos. Gracias al verano y (añadiremos también algo propio) a mi pasión lectora me abalancé sobre cinco de ellos (que son los que recuerdo hasta la fecha, qué dulce el sabor del saber recordar a través de la escritura).

Los títulos: El crimen del conde Neville, Travesía del horizonte, La noche siempre llega, Corazón tan blanco y Fortuna. Tres hombres (Hernán Díaz,Willy Vlautin, Javier Marías) y una mujer (Amélie Nothomb) para tres protagonistas femeninas y cinco masculinos. Aquí va una trampa, porque el libro de Hernán Díaz, Fortuna, es una original novela compuesta por otras 4 novelas (en cada una de ellas con protagonista diferente).

Me ha gustado, pero también es la que recién termino y por ello la que más fresca tengo, Fortuna por acercarse al tema de la especulación financiera en estos tiempos de inflación. Aunque con mis limitados conocimientos de economía no era capaz de seguir el hilo al cien por cien, como me ha ocurrido con películas que en tono similar se acercaban a la crisis de 2008 (La gran apuesta, por ejemplo). Si pudiera resumirlo en una frase diría: una novela matrioska sobre el tema más omnipresente de la cultura estadounidense.

Nothomb, que era el relato más breve y más exquisito, me transportó a las lecturas contemporáneas sobre el olvidado tiempo de la aristocracia, un poco al estilo de Amor Towles, pero con su muy personal toque de ironía. Fue un auténtico regalo leerla y descodificar todos los pasos clásicos de la construcción de una historia según el arco narrativo del héroe de Campbell. Un cuento de humor negro con final feliz que además contiene toda una reflexión sobre la psique humana y las relaciones familiares.

De Marías sólo había leído Los enamoramientos y no lo recordaba tan enrevesado en su escritura como lo he visto en estas dos novelas. A la Travesía, que escribió bien joven, le apliqué todos mis recuerdos de heterodoxas lecturas de infancia y juventud, desde La isla del tesoro al Pirata Garrapata y ya no recuerdo muy bien los otros temas que se trataban durante la travesía. También puede que la confunda con El triángulo de la tristeza, una película ambientada en un barco de ricachones que recordaba mucho a la expedición que narra Marías.

La noche siempre llega es una película de acción que podrían rodar Scorsese o Tarantino (cada cual con su peculiar toque) en la que una mujer se enfrenta a todo aquello que la ha ido construyendo/enredando en una vida que no quiere llevar. De alguna lejana manera hilaría con el libro de Musso de la anterior entrada del blog, eso sí, con menos innovación estilística innecesaria pero mucha más tensión narrativa.

Para innovación estilística, la de Hernán Díaz, en su caso no sé si imprescindible, pero desde luego muy acertada.

Corazón tan blanco, un verso de Shakespeare para una novela sobre un traductor/intérprete que vive entre Nueva York, Ginebra, Londres, e incluso Bruselas. Una saga familiar, como lo son prácticamente todas las novelas de este post, con su poquito de misterio, su clásico secreto nunca revelado y un cierre maestro.

De todo esto, digo yo, algo aprenderé y quizá pueda aplicarlo en el concurso literario que me mandó un amigo hace un par de días. Si soy capaz de sacar acaso un par de horas perdidas de tiempo al día durante al menos una semana (Bradbury dixit, más o menos)

martes, 30 de mayo de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: La sonrisa etrusca y Je reviens te chercher

 Con el impulso del mes pasado se me ha ocurrido mezclar lecturas en castellano y en otros idiomas y así este mes he leído en su lengua natal al francés Guillaume Musso y también a nuestro José Luis Sampedro, aunque el primero ambiente su novela en Nueva York y el segundo en Milán.

 Y aquí se acaban los parecidos, iba a escribir, cuando he recordado que en ambas hay una figura paterna protagonista (en el caso de La sonrisa etrusca además de padre es abuelo) y precisamente la paternidad (o "abuelidad" supone un punto de inflexión en la peripecia).

 Me resulta bien curioso en estos últimos tiempos en los que he visto tantas maternidades (sobre todo en películas), leer sobre el padre y su relación (o casi tendría más sentido su no relación) con su progenie. Y un pelín triste pensar que hay tanta riqueza de matices (desde La maternal a El que no soy, pasando por Cinco lobitos) mientras que la paternidad la hemos reflejado desde un lugar más bien plano, esclavizado por el mito de Saturno devorando a sus hijos y pasado por el filtro freudiano de Edipo.

 Menos mal que voy conociendo padres diferentes y me aumentan la esperanza en el cambio de modelo (o por lo menos en el crecimiento de la diversidad, porque el modelo será difícil cambiarlo.

viernes, 28 de abril de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Unión soviética. La quiebra de un modelo y Que foi daquel soño

 Este mes voy a unir las dos lecturas que he hecho porque tratan un tema común: el fin de la URSS. Son dos libros muy diferentes pese a las muchas coincidencias. El primero, de Carlos Taibo es un conjunto de ensayos de análisis socioeconómico y político con gran foco en los personajes y el partido, mientras que el segundo, mucho más liviano, es un recorrido histórico, casi sentimental, del periodista Xulio Ríos por los lugares que fueron visitados en los años 30 por Castelao.

 A mí, inevitablemente, me han acercado mucho a la situación actual en la frontera entre Ucrania y Rusia. Un concepto, el de frontera, que he resignificado a la luz de las historias y de la Historia para llegar a la misma conclusión de siempre: los límites propios los disputa cada quien frente a la sociedad y los físicos o geográficos, la sociedad (o los gobiernos) a las personas, soliendo ser, por lo general, las personas quienes salimos perdiendo en ambos casos.

 No es casualidad que tuviera esos dos libros en casa, ni que hayan pasado casi tres años recopilando lentamente polvo en la estantería, ni por supuesto que este mes de abril me haya decidido a leerlos. Lo que tal vez sí sea una sincronía es que durante su lectura apenas haya escuchado noticias sobre la guerra (o ataque, o asalto, o invasión), quien sabe si por las próximas elecciones municipales.

 La imagen de una Rusia decadente, empobrecida, entregada ya en lo social al liberalismo del mercado negro, con la sombra de un Yeltsin que llegaría muy poco después a hacer lo propio en los planos económico y político permea las páginas de ambos textos, aquéllas más en el libro del gallego y estas en el ensayo de Taibo (que también es gallego o tiene raíces, dicen, por aquí).

 Lejos de mí el afán nacionalista (ni centrífugo ni centrípeto), me gustaría ver pronto dos estados (y dos bloques políticos) que se tienden la mano y comienzan a trabajar para la gente que, con mayor o menor implicación o responsabilidad en ello, se ha visto envuelta en este permanente y peligroso estado de excepción. Casi frívolo, solo puedo admitir que estoy muy lejos y siento un injusto privilegio con el que no sé qué hacer: problemas del primer mundo :-(

martes, 21 de marzo de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial - La autopista Lincoln

 Segundo libro de Amor Towles que me leo en menos de un año, tras su Caballero en Moscú (que aún espero ver en la futura serie de Ewan McGregor, antes Kenneth Branagh) que irradia, al igual que éste, socarronería y emotividad por cada una de sus 500 o así páginas).

Cuán difícil es en realidad saldar una deuda, tanto si está en el debe como en el haber, porque al riesgo de contraerla si la reclamación es desproporcionada, se suma y contrapone el de no ser lo bastante honesto como para reconocer la propia y dejar la contabilidad a cero.

No es la economía la ciencia más humana para hablar del equilibrio de las emociones humanas y sin embargo este broker convertido en novelista especula con toda una gama de sentimientos a través de sus personajes (la mayoría bien construidos, la mayoría hombres) para ir aumentando el valor de su relato hasta alcanzar, cómo no, el digno reconocimiento del mercado.

Me divierto pensando en otros ejemplos como el de Michel Vinaver y me pregunto cuántos escritores (o escritoras) dan un giro a su vida para dedicarse a invertir en bolsa o dirigir grandes empresas. Y dudo que sea por falta de estudios "especializados", apuntando, románticamente, a una ausencia de verdaderas emociones, las que trae la creación de personajes eternos que a menudo reflejan cada una de nuestras vidas posibles.

Diarios de un lector a tiempo parcial - Sostiene Pereira

 Casi me da vergüenza denominarme lector tras conocer a los personajes de Tabucchi. Por no hablar del tiempo parcial, que al menos este último mes sería más robado a la vida, por su inconstante distribución y desigual densidad.

Por suerte, topa uno con esta lectura en italiano y se permite viajar al pasado y recorrer por igual Lisboa y Torino como el turista que vuelve, contraviniendo una norma no escrita del aprovechamiento consumista de nuestro bien más escaso, aunque solo sea por la imposibilidad de medir cuánto tenemos.

Yo creo, y Pereira sostiene, que vivimos nuestra vida fugaz en un tiempo y un sistema perdurables, y que muy probablemente, mal que nos pese, no veremos un gran cambio de este a lo largo de aquella. Tampoco, sostiene (o sostendría) Pereira, podemos abstraernos de la realidad presente y sus característicos dolores, y ello puede (mejor aún en condicional) empujarnos a ambos lados del fino hilo que separa la acción del desconsuelo, el compromiso de la renuncia, la consciencia de la ignorancia.

Claro que no es lo mismo tener una guerra concreta, con su sangre, sus balas, sus odios, en el país vecino que una emergencia climática, tan invisible como inevitable, en todo el globo; pero si ello no basta para sostener la voz y el impulso de todas las Pereira que alguna vez se hartaron de régimen acabaremos en otra lucha fraticida por la energía, los alimentos o el agua.

Y no es una cuestión de tiempo, ni de dinero. Es una cuestión de implicación, de justicia.

jueves, 23 de febrero de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Azul

Tres visitas después por fin encontré un rato libre en Madrid para entrar en una tienda de libros de segunda mano y acabar llevándome un par de títulos. Como dicen en Twitter, abro hilo.

Desde Bruselas, donde me aficioné a esas librerías repletas de tomos usados, no había vuelto a disfrutar de un par de horas de mariposeo alrededor de escritos organizados temáticamente de forma bastante inconstante.

Supongo que no es comparable a las librerías de viejo, o a los puestos de la cuesta de Moyano (o del Rastro, si es que aún quedan), pero no puedo evitar ser hijo de mi época, una de prisas, inmediatez y sobreabundancia en la que poco se valora lo único (para lo malo, pero también, ahí lo dejo, para lo bueno).

Tampoco me siento capaz de reivindicar el único acceso al libro usado, porque también compro, y además ahora tengo una librería de confianza (y de proximidad) con la que me siento comprometido. Para habitantes y viandantes, Libraría A Escolma, en O Carballiño.

Diversificar, esa encumbrada palabra del sistema económico actual, me ha permitido toparme con Rosa Regás y su premio Nadal de 1994, Azul. El segundo Nadal de esa década que leo, tras el imborrable relato de Millás: La soledad era esto.

Azul me ha insuflado como el viento henchía las velas del barco protagonista ganas de viajar a Grecia, pero en tren, siquiera por ver los colores del atardecer desde la playa entre el murmullo acogedor de un idioma ancestral y moderno.

También me ha hablado de la tristeza, del paso del tiempo, ese que dicen inexorable, de la vida en Nueva York y del Bocaccio, un garito que apenas conocía hace unos meses y ya lo he visitado en tantas páginas que casi podría decir que yo también me llevé de allí un taburete.

Y así, enrollado sobre sí mismo, envuelvo este hilo entre las páginas virtuales del cuaderno hasta la próxima visita.

miércoles, 8 de febrero de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Los dioses de cada hombre

 Me compré el libro de Jean Shinoda Bolen por motivos laborales y a la vez creo que es una motivación personal la que me llevó a terminarlo una vez que el trabajo saltó... Tirando de lugares comunes, es difícil que los hombres nos apuntemos a un taller de teatro, más aún que lo hagamos a un círculo de hombres, pues la combinación de grupo no mixto de hombres que trabaja a través del teatro...

Eso que en mi cabeza es algo similar a la cuadratura del círculo ha surgido de forma natural y sin promocionarlo, ni tan siquiera impulsarlo, aquí mismo, en las comarcas alrededor de Ourense y O Carballiño. Total, que esta misma tarde nos reunimos para arrancar este viaje, quizá tan mitológico como el que propone Jean Shinoda Bolen para recorrer y reconocer nuestros arquetipos de comportamiento y quién sabe si crear uno propio, sano y justo.

Abandonar la privilegiada senda de la masculinidad que, según Shinoda Bolen, se configuró en la época grecorromana, exige un esfuerzo de renuncia que además de equitativo es liberador. Liberador del miedo a ser derrocado que empujaba a Zeus a comerse a sus propios hijos, o del miedo a no ser lo que se espera que dejó cojo a Hefesto.

Nos ofrece además una oportunidad de cambio que desde el anquilosamiento sedentario de la situación privilegiada se puede ver como amenaza o pérdida, pero que a los fans del progreso quizá seduzca, siempre y cuando su objetivo no sea prevalecer sobre el resto sino construir colectivamente un mundo más igualitario.

Vamos a necesitar nuevos arquetipos, o cuanto menos, mezclar de otra manera las características de los dioses griegos. Y por supuesto, cambiar de narrativa (aunque sobre esto tengo pendiente el libro de Campbell sobre el monomito). Esperemos que muchos más se unan, con el teatro o con cualquier técnica, a este movimiento.

jueves, 12 de enero de 2023

Diarios de un lector a tiempo parcial: Irse de casa

 Año nuevo que voy a estrenar reestructurando mis comentarios. El propósito es como ya lo he ido apuntando circunscribirme al acto en sí de la lectura, que por supuesto estará mediado por el libro. Un propósito que no es otro que el de forzarme a escribir, siquiera en forma autobiográfica, lo que podríamos llamar Diarios de un lector a tiempo parcial.

Volví a casa de mi madre por Navidad después de tres años, entre pandemias y demás. Llegué de noche y sin un libro en la maleta. No fue lo primero ni lo segundo que hice al llegar, pero antes de acostarme, y mucho antes de preocuparme de la calefacción del cuarto, me dirigí a la biblioteca para elegir un libro que leer ¿puedo, mamá? Claro, y llévatelo si no lo terminas, ya me lo devolverás.

Con la cantidad de veces que me he marchado, un título como Irse de casa me llamó la atención, pero lo que más gana me dio fue su autora, de la que leí la penúltima novela, Lo raro es vivir. Quizá las fiestas navideñas no sean el momento más indicado para leer nada y menos algo como Irse de casa, porque las 100 primeras páginas me entretuvieron del nacimiento a los reyes magos. Sin embargo volver a la rutina, el crescendo de la novela y una noche de insomnio fueron suficiente para concluirla en 4 días.

Mis cambios también he tenido, que he dejado mi "casa" laboral por hacer hogar en mi nueva tierra gallega, aunque no me plantee por el momento cambiar de dedicación. Por cierto, varias secuencias descritas cinematográficamente me inspiraron con su teatralidad posibles puzzles que componer este año (el del yo, el del hombre, el del no...)

Pero vuelvo a estos cuatro días, que han sido de fascinación por una prosa poética y gamberra, de vidas cruzadas con grandes secretos y vidas vividas con grandes silencios. Una novela que solo se termina cuando se tiene el valor de irse de casa por Navidad. Que me ha gustado tanto como para reconocer que creí no terminarla y alegrarme de mi insistencia y de mi deambular perdido.

No me puedo resistir a mantener como rémora de mis comentarios, un par de transcripciones del libro. Pasajes breves, eso sí:

Era una iglesia inhóspita, de extrarradio con forma de carpa de circo pero de cemento, y una cruz arriba afilada y delgaducha a modo de pararrayos. Dentro no había nadie, Dios tampoco, ni Dios; le pareció más absurda que nunca su persistencia en invocarle.

A mediados de agosto, Manuela Roca empezó a notar con desolación que por las mañanas al despertarse -cada día más temprano- no recordaba tener ningún pleito pendiente ni se sentía agraviada por nadie, certeza que se iba convirtiendo en hormiguillo y le impedía volver a cerrar los ojos.