Ayer, mientras caían las bombas sobre la central nuclear de Zaporiyia, a eso de las siete de la tarde, sonó el timbre. Eran de la comisión de fiestas, que venían a recoger la contribución de todo el vecindario. "Después de dos años sin fiestas tenemos que volver por todo lo alto" me dijo la más joven con un gritito agudo. Pensé que era una frivolidad hablar de las fiestas y las invité a tomar café. Para cuando se marcharon hacía un buen rato que sabía que el frívolo era yo.
Un espacio nacido como diario de viajes que ahora es más un compañero de camino...
viernes, 4 de marzo de 2022
Ayer
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