martes, 21 de diciembre de 2021

Comentarios - Elogio de la locura

 Un clásico de la filosofía en una de sus obras más ligeras (si es que un filósofo puede ser ligero) y entretenidas, eso es el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam.

Un ensayo que ya arranca con un juego; será la Locura quien hable y haga un elogio, que podría ser de cualquier virtud, defecto o, en fin, característica humana, pero que decide elogiarse a sí misma. Sencillamente genial.

Aunque es cierto que Erasmo mezcla o atribuye a la Locura otras cualidades y tonos como la estupidez, la ignorancia, la juventud, o la ingenuidad que emplea para llamarnos locos y locas a todas las personas, hasta las aparentemente sabias y eruditas, como el propio Erasmo al que citará la Locura en algunos pasajes.

Y desde luego, mejor leerlo a que yo lo cuente por aquí. No estoy tan loco.

Dejo, eso sí, algunos pasajes en los que el tacto del autor brilla por su ausencia (misoginia delirante a lo largo de todo el texto) y su ácida lengua critica sin discriminar a creyentes y paganos:

Porque a los hombres, ¿de dónde les viene esa fealdad, esa piel tosca y esa barba poblada, signos claros de vejez sino de la sensatez? Por el contrario las mujeres, con sus mejillas lisas, con su voz delicada, con su piel tan suave dan la impresión de conservar la viva imagen de la juventud. Además ¿qué pretenden en esta vida sino gustar a los hombres, y cuanto más mejor?

Y de la plebe creyente del medievo señala algunas locuras como por ejemplo la fe supersticiosa que ya viene de tradiciones politeístas:

¿Y es que hay algo más insensato - o mejor, más feliz - que lo de esos que por haber recitado todos los días los famosos siete versículos de los salmos están convencidos de que alcalzarán la mayor de las dichas? (...)

Y es más o menos lo mismo cuando cada región alardea de su propio santo, y cuando a cada uno se le atribuye sus poderes especiales y se les rinde a cada uno un culto particular, de manera que está el que alivia el dolor de muelas, el que ayuda a las parturientas, el que devuelve lo que ha sido robado, el que aparece como salvador en los naufragios... 

Como es lógico, no iba a dejar a la iglesia sin crítica mordaz. Así se despacha con los cardenales:

Algo parecido ocurriría con los cardenales, si pensaran que han sucedido a los apoóstoles en su puesto y que se espera de ellos lo mismo que hicieron sus antecesores, y que no son señores, sino administradores de dones espirituales de los que tendrán que rendir justas cuentas sin tardar mucho. Podrían incluso, reflexionar un tanto acerca de sus vestimentas y atributos... Si se pararan a pensar en todo esto no ambicionarían tal dignidad y la abandonarían con todo gusto o si no, llevarían una vida sin duda llena de trabajo y preocupaciones como la que llevaron los antiguos apóstoles.


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