sábado, 18 de diciembre de 2021

Dulce o picante

Desnuda sobre el suelo fresco del salón, yazgo estirada y paciente. A mi lado se desparraman un montón de lápices, una goma blanca y un sacapuntas de plástico amarillo. Por fin ha llegado el momento. Una brisa ligera se cuela por debajo de la puerta del salón y me estremece. Se posan sobre mí muchos dedos; los suaves dedos de Alicia, los de Miri y los de Leo, que me sujetan firmes. Observo como la corteza anaranjada del lapicero cae sobre mí y disfruto justo después del cosquilleo de su filo, que me recorre en todas direcciones, dibujando un sol de atardecer y unas estrellas. Luego, el gris con su puño cerrado me tatúa formas redondeadas, que encienden una lista infinita de deseos, los borran y los vuelven a alumbrar. A mi alrededor todo es juego, calor, insaciables ganas de más... 

Llevamos casi una hora y el culmen está muy cerca. Quiero saltar y gritar. De pronto, descubro junto a mí una mirada infantil con la boca manchada de turrón. Es Dani. Sus ojos me dicen que me van a estropear, que me van a poner perdida. 

¿Cómo pueden dejar a ese pequeño monstruo suelto tan cerca?, pienso con angustia. Lucho por vencer mi miedo y quiero liberarme, pero estoy bien sujeta. Vamos, no pasa nada, me digo con falso aplomo. Total, por un borrón dulce no irán a descartarme. No ahora.

A mi izquierda, sobre la mesita, reposa una pila de folios. Sé lo que aguardan. Quieren, no, ansían verme rasgada en cuatro al fondo del cubo de la basura: su oportunidad buscan, la misma que yo he tenido. La de convertirse este año en la carta de Alicia a los Reyes Magos.

 

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