lunes, 13 de diciembre de 2021

Comentarios - El bosque de los cuatro vientos

 Me apunté al club de lectura de la Escuela Oficial de Idiomas para leer libros en gallego y el primero sólo lo he encontrado en castellano. En su descargo, el del libro, que no tiene culpa ninguna evidentemente, diré que tampoco lo he buscado en muchas bibliotecas.

La novela recorre una leyenda famosa en Galicia, la de los nueve anillos milagrosos del Monasterio de Santo Estevo de Ribas do Sil, que es actualmente un parador. Con esta excusa, la autora viaja entre el siglo XIX y el XXI entrelazando dos historias; la de su propia búsqueda de los anillos personificada en el detective Jon Bécquer y la del momento en que los anillos se perdieron, protagonizada por la farmacéutica Marina Vallejo y ambientada en los últimos y turbulentos años del reinado de Fernando VII.

Con un manejo extraordinario del misterio, la trama avanza entre descripciones sensoriales de la vida gallega que casi obligan a visitar el monasterio y respirar sus alrededores:

La primera noche en el parador la disfruté especialmente, porque descubrí la existencia del bosque privado tras la cafetería, algo que inexplicablemente me había pasado desapercibido en mi primera visita. Las ruinas de la vieja panadería, edificada a finales del siglo XVII, eran maravillosas. Ya no quedaban techos ni apenas paredes, pero sí la gran chimenea y varios hornos. El paseo por aquella espesura amurallada era breve pero delicioso: robles y castaños antiquísimos se retorcían sobre la tierra buscando el cielo, al que siempre llegaban antes los centenarios y señoriales abedules.

Y no sólo en las descripciones del detective, sino también en las que reconstruyen la vida durante el primer tercio del siglo XIX:

Descendieron un camino boscoso, con el sendero bien marcado por las ruedas de los carromatos y las pisadas de los caballos. "Mire, por ahí se va al molino del monasterio. No, no, los monjes tienen dos, uno para el trigo y otro para el centeno." En los márgenes del camino, florecillas silvestres salpicaban sus pasos, como si estuviesen dentro de un cuadro.

Además, la novela presenta otra característica significativa, el juego de narrador omnisciente-subjetivo: comienza casi como el Quijote con un monólogo del detective y luego emplea al narrador omnisciente casi todo el tiempo. Sin embargo el relato que hace el investigador a los miembros de la policía se extiende hasta más allá de la mitad del libro, por lo que la impresión subjetiva perdura mucho más y ayuda a contrastar con el tono de la historia de Marina.

Por último, me ha llamado la atención, no sé si para bien o para mal, la insistencia de la autora por explicar los latinajos y galleguismos que salpican las páginas de la novela. Reconozco su utilidad y la capacidad para integrarlos casi de forma natural en el discurso, pero algunas veces me han parecido morcillas adosadas un poco al tuntún.

- Ahí abajo había pinturas, muebles, cruces, manteles... Pero ya le digo que ahora está vacío. El tiempo todo se lo queda, ¿verdad? ¡Ay! -suspiró mirándome con cordialidad-. Xente nova, leña verde, todo é fume -exclamó, aludiendo a un dicho popular gallego conforme al que la gente joven era leña verde y, por tanto, solo humo-. Tome -añadió rebuscando en su bolsillo-, aquí tiene la llave. Puede bajar si lo acompañan Amelia y Pablo. Yo los espero aquí.

 No he destacado el costumbrismo que se desborda en cada capítulo y que me ha hecho pensar en esa tradición tan genuinamente española de buscar lo auténtico entre la cada vez más asumida normalización y uniformidad de pensamientos y estilos de vida. Un soplo de vida que a veces resulta tan reconfortante como salir de excursión al monte un domingo. 

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