martes, 23 de junio de 2015

Ponerle vallas al mar

Una vez dentro del océano, no me culpéis por usar la aburrida metáfora de los peces que a millares pueblan el mar de las relaciones, con una herramienta gratuita que aglutina tantos usuarixs (tantos como peces) parece necesario preguntarse por el aspecto más prosaico de todos: el dinero.
Lejos de mí la intención de señalarlo como único aspecto prosaico, los hay a porrillo en una app que se cataloga de buscador de relaciones de usar y tirar, sexo esporádico o, más elegantemente, para conocer gente a tu alrededor; y de la que ya hemos comentado algunos de los contenidos en las anteriores entradas.
Volvamos al dinero: ¿dónde?¿cómo?¿cuánto?
Bien, no se hace desde luego con la descarga del programa, que es gratis, a no ser que Tinder tenga participaciones en Telefónica y Vodafone, pese a lo cual tampoco es de las que más datos absorben (ese privilegio se lo guardan las apps de videollamada) sino con la célebre "versión premium", el gran truco del siglo XXI.
No descubre uno la versión premium de Tinder hasta que le deja el smartphone a los colegas, tan novatos como uno mismo, que sistemáticamente le aplican a Tinder la estrategia número tres (ver post anterior) y a una velocidad de vértigo comienzan a lanzar hacia la derecha todas las fotos y perfiles que aparecen en la pantalla sin detenerse más de 3 segundos en cada uno (total, el contenido es lo de menos, van a decir que sí igualmente).
Al cabo de un par de minutos sonríen sonoramente, saltando su sentimiento entre la malicia y la flojera antes de afirmar: "Bueno, en 12 horas volvemos". Ocurre que los "likes" tienen un límite (cifra que desconozco pero que echando cálculos, 2 minutos a 3 segundos por perfil, puede rondar los 300 o 400) y una vez alcanzado, se debe esperar durante 12 horas antes de volver a jugar.
Como dicen los colegas, con mayor sorna incluso: "No tienes por qué esperar, puedes seguir viendo perfiles, claro, siempre que digas que no a todos los que aparezcan en las próximas 12 horas". Y aquí entran dos elementos clave para hacer dinero: la inmediatez y la avaricia.
Decir que no a una foto de tinder significa su desaparición total (o eso creo, tendré que preguntar a los expertos si teniéndolo muy trabajado la app les llega a reproponer a la misma gente por evitar el vacío), mientras decir que sí deja abierta la puerta al match.
Suspender el juicio, que podría ser nuestra favorita, te obliga a permanecer en estado de éxtasis: sin poder ver el siguiente perfil hasta que te pronuncies sobre el actual.
Si fuera un juego de cartas, sería el solitario, en el que se van descubriendo las cartas una a una para colocarlas en su correspondiente palo. Tiene sentido porque se supone que a Tinder se juega solo.
No estaría mal crear una app un poco más social, que fuera algo más como el chinchón o la canasta para jugar en grupo y hacer parejas, tríos y escaleras... Ahí lo dejo.

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